Cómo ya dijimos, uno de los detenidos es el ex periodista y escribano Jorge Conti, quien fué primero el encargado de prensa del ministro de Bienestar Social José López Rega y, también, secretario privado del presidente Juan Perón y luego de su viuda y sucesora, María Estela "Isabel" Perón.
Era también yerno de López Rega, tras casarse con la única hija de López Rega, Norma, que habìa enviudado del ex presidente interino Raúl Lastiri, quien fue inquilino de la Casa Rosada en 1973 desde el desplazamiento de Héctor Cámpora hasta la asunción de Perón de su tercer y trunco mandato.
Jorge Conti se desempeñaba al momento de producirse la Masacre de Pacheco, como secretario privado del presidente Juan Domingo Perón. Fue semi-identificado como participante directo, pero además todos los otros participantes identificados trabajaban bajo sus órdenes en la Casa de Gobierno lo que lo hace el jefe de la operación y de ese aspecto de la asociación ilícita conocida como Triple A.
Perón no solo se había entrevistado largamente con Conti días antes de la masacre, sino que también con Yessi y otros federados de la JPRA.
Jorge Conti en los años de plomo y recientemente
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Julio Yessi, titular de la JPRA (un intento fallido de competir con la JP de las Regionales, de Montoneros), Presidente del INAC, Secretario de López Rega y asiduo en el despacho de Perón.
Esta operación terrorista de estado, llegaba entonces al riñon de la Casa Rosada y desde allí emanaron las órdenes de ejecución. En el funeral de los muertos en la Masacre de Pacheco, el diputado Ortega Peña, del Peronismo de Base, denunció que la orden había sido dada por Perón. Eso le costó la vida y pocos días después fue asesinado.
¨Maten a los del PST¨
La Masacre de Pacheco se inscribe en un plan nacional para golpear al partido Trotskista PST. El gobierno y su aliada la burocracia sindical estaban preocupados por el avance del partido en fábricas de gremios clave y habían decidido golpearlo para detenerlo.
Un día antes de la Masacre de Pacheco, más de una docena de miembros de la CNU/Triple A y la Juventud Sindical Peronista (JSP) habían intentado asesinarme por mi papel en un ahuelga de un supermercado en Mar del Plata.
También querían cobrarse una deuda personal conmigo ya que había participado en la Comisión de Repudio y Justicia por el asesinato de la estudiante Silvia Filler en 1971, donde logramos con la movilización, la detención de sus asesinos, Oscar Corres y Juan Carlos Gómez.
En los primeros días de Mayo del mismo 1974, fue asesinado el obrero metalúrgico Inocencio ¨el Indio¨ Fernandez, dirigente antiburocrático de Cormasa. Le dieron un escopetazo de itaka en el pecho. Lejos de amedrentarse, los obreros de Cormasa se rebelaron contra la burocracia y la patronal y tomaron la fábrica.
El Indio militaba en el mismo local partidario de General Pacheco.
La burocracia había tenido que hacer fraude para impedir que una lista opositora, organizada por el PST se presentara en las elecciones. El infame burócrata metalúrgico de Zona Norte Gregorio Germán Minguito, Ruccista y miembro de la JSP, se la tenía jurada al PST.
En los meses previos a la Masacre de Pacheco y al asesinato del Indio Fernández, el PST había sufrido cerca de 25 atentados, voladuras de locales, disparos contra activistas, invasiones policiales y tortura de militantes en Gran Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Mar del Plata y el asesinato de uno de sus principales dirigentes nacionales, César Robles...
Luego de la Masacre de Pacheco, la pesecución recrudeció. Al año siguiente se produjo la Masacre de La Plata, donde otros ocho militantes del PST fueron asesinados.
Los autores fueron en todos los casos miembros de la CNU, la JSP, miembros de la policía y custodias oficiales: la Triple A.
En el caso de la Masacre de Pacheco, por las huellas dejadas por los asesinos, las órdenes procedían de la Presidencia de la Nación a sugerencia de la burocracia sindical y con la participación de organizaciones como la CNU y la JPRA, así como la Juventud Sindical Peronista, todos mancomunados bajo la sigla ¨AAA¨.
El PST venía avanzando sindicalmente, ocupando muchas veces el vacio dejado por la Tendencia (Montoneros), cuando esta decidió pasar a la clandestinidad a muchos de sus cuadros sindicales de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP).
Cuerpos de delegados, comisiones internas ganadas y listas sindicales fueron organizadas por el PST, muchas veces en alianza con otros activistas, en veinte gremios incluídos Gráficos, metalúrgicos, textiles, alimentación… Eso los puso en la mira.
En la seccional Vicente Lopez encabezaba el burócrata Victorio Calabró, que era vicegobernador y fue reemplazado por su segundo, Minguito. El PST impulsó la lista Gris que encabezaba con la comisión interna de la metalúrgica Corni. En enero había triunfado la lucha de Del Carlo, con una toma de dos días que dirigía elmilitante del PST Arturo Apaza, que luego fue desaparecido en la dictadura.
El PST tebnía delegados y núcleos de militantes en Tensa, Cormasa, EMA, Búfalo, Astarsa. La lista Gris se nutría de estos procesos y fue elegida en un plenario obrero.
Había huelgas en Tucumán; en Grafanor tomaban el sindicato. Huelgas en Algodonera de San Nicolás, en el Ingenio Ledesma de Jujuy, en la UTA de Córdoba. En todas, comenzaba a desempeñar un papel el PST.
El mismo día de la Masacre de Pacheco se votaba un paro de tres días de CTERA (arrancaba el 4 de junio) que había sido mocionado por las militantes del Frente de los Trabajadores Docentes, afiliado al PST.
En la zona Norte, en esos días también se dieron huelgas en Panam y en Matarazzo, donde el PST tenía miembros en la comisión interna.
El ataque al local del PST en General Pacheco
Más de dos docenas de efectivos, muchos vistiendo chaquetas de cuero negro u otras prendas del mismo color, todos con brazaletes identificatorios para evitar matarse entre ellos. Algunos parecían conocerse sólo de esa noche. Había gente que trabajaba en Presidencia, miembros de la JPRA, de la JSP (Juventud Sindical Peronista) y la CNU (Concentración Nacional Universitaria),así como algunos que provenían del entorno del jefe de policía Villar.
Entrada del local baleado de Pacheco
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Las luces del barrio se apagaron pasando la media noche. Unos minutos después, a oscuras, se produjo el ataque. Estuvo precedido de ráfagas de ametralladora que incrustaron cientos de proyectiles en la persiana de metal del local, en las paredes interiores y en los fondos del local que daba a un patio por donde también ingresó uno de los grupos atacantes.
Irrumpieron a los gritos: ¨¡Abran, esta es la policía…!¨ Sembrando la confusión en medio de la oscuridad cerrada. Hasta entonces, eran frecuentes los asesinatos de activistas y militantes de izquierda individuales, pero no los asaltos por grupos comandos de locales partidarios.
Algunos de los militantes intentaron resistir, solo tenían un revólver calibre 22, pero fueron rápidamente dominados por el número y el armamento. Uno de los atacantes, sin embargo, habría resultado herido de gravedad.
Otros que se encontraban en el local huyeron por los fondos, saltando tapiales. Tal el caso del militante Osvaldo Darío Pardo y que, gracias a ello pudo dar algunos datos, por ejemplo los nombres de pila de las mujeres secuestradas y que el grupo atacante había actuado con disciplina militar.
Los miembros de la Triple A se desplazaban en al menos cinco vehículos, incluyendo un Torino, un Renault 12, un Ford Falcon y otros sin identificar. Tres hombres fueron plenamente identificados como los que daban las órdenes durante el ataque y copamiento: Fumega, Siciliano y Yessi.
Es de resaltar que Fumega fue reconocido en otra investigación también como uno de los asesinos del ex gobernador de Córdoba, Atilio López y su secretario Juan José Varas.
Testigos esenciales: los militantes que sobrevivieron
José Oscar Moya era el responsable político del local del PST de General Pacheco. Esa noche no estaba en el local, donde solía pernoctar porque había ido a una reunión en Capital y se había quedado a dormir en casa de una tía.
Demostró sin embargo ser un testigo esencial. No solo porque informó ampliamente de las circunstancias del ataque que conocía por referencias de los militantes que lograron escapar, sino que identificó plenamente y ayudó a ubicar a otras testigos, dos de las tres mujeres secuestradas esa noche: Silvia Sara Ferraté y Mónica Wolf.
Moya dio la dirección de Silvia, que había sido su compañera en esos años, que vive actualmente en Entre Ríos. Cabe destacar que Moya declaró desde sede exhortada, es decir, que se halla fuera del ámbito jurisdiccional del tribunal.
El relato de Silvia es escalofriante. Estaba dormitando en el local cuando fue despertada por el estruendo de numerosos disparos que sonaban por todos lados, fogonazos, carreras de individuos y órdenes dadas a los gritos, todo en medio de la total oscuridad.
¨Yo sabía que había otros compañeros en el local porque habíamos tenido una reunión, (pero) era un momento de una confusión terrible, había voces muy fuertes de tipo militar que le preguntaban cosas a mis compañeros. .. sentí que me agarraron del pelo muy fuerte de atrás, era un griterío, me preguntaban cosas pero no entendía bien lo que pasaba… ¨
¨Había dos mujeres más, en el patio, llamadas Amanda – si mal no recuerdo – y la otra Mónica, pero no sé sus apellidos. Eran muy jovencitas. Y hombres había dos, uno Antonio Moses y Mario Zida… nos sacaron a la calle y a nosotras tres nos hicieron subir a la parte de atrás de un Renault 12… a los muchachos los sacaron a los empujones, de manera muy violenta… según una de las chicas, los subieron a un Falcon…¨
Partieron los vehículo solo para frenar a una cuadra… identificaron a Moses por el nombre y lo cambiaron de auto. Luego se detuvieron bruscamente otra vez y le pegaron culatazos en la cabeza y les ordenaron a las mujeres que se bajaran y ¨desaparecieran.¨
Ellas obedecieron y se adentraron en un pajonal de vegetación alta donde se tendieron en el suelo, escondiéndose a la vista. Eso les salvó la vida, porque el grupo comando pronto volvió a buscarlas. Luego de asesinar a los tres obreros, seguramente pensaron que dejarlas vivas era un riesgo.
Luego que los raptores se fueron nuevamente ¨esperamos otra media hora, ocultas… ahí decidimos separarnos e ir cada cual por un lado. Yo no ví más a estas compañeras, nunca más las volví a ver…¨
¨… Moya y Mesa estaban muy informados y participaban en asambleas de todo lo que era actividad sindical. Había una tensión muy fuerte en aquel momento entre los sectores sindicales, con la Unión Obrera Metalúrgica de Munro que seguramente era de toda la zona Norte, peroallí tenían su sede. Mesa había participado bastante en la Comisión Interna de Astarsa. Mesa estaba bien marcado. También habían asesinado a un compañero en una metalúrgica de Pacheco, el ¨Indio Fernández, a quién mataron un tiempo antes y lo velaron en el local de Pacheco. También había habido un atentado en el local de Munro…¨
Sin dudarlo, reconoció entre las fotos que les fueron mostradas a tres de los que daban órdenes a los asesinos aquélla noche: Yessi, Fumega y Siciliano. También reconoció a Conti, aunque tenía dudas.
En medio de la investigación, se recibió en el juzgado una llamada telefónica de Mónica Wolf, refiriendo que había sido testigo presencial de los hechos. Al tomársele declaración coinciió en un todo con las declaraciones de Ferraté.
Agregó que, en el momento que sucedió todo, ella estaba junto a Mario Zidda advirtiendo que se cortó la luz en el barrio ¨… de repente un hombre saltó desde la medianera de la casa vecina… subió gritando… a detenernos. No recuerdo sus palabras exactas, estaba vestido de negro, con ropa de cuero, con botas… tendría aproximadamente cuarenta años… nos obligó a bajar a la sede central del local¨ que ya hervía de atacantes por todos lados.
En la rueda de reconocimiento fotográfico Mónica también reconoció a varios de los participantes que aún no están encausados.
La impunidad rampante al descubierto
No solo la proximidad de los atacantes a la Presidencia y los Ministerios le otorgaba impunidad. Las luces fueron cortadas desde la central en todo el barrio para facilitar el ataque. La comisaría de la Bonaerense, a veinte cuadras del lugar, a pesar de los cientos de disparos, no se dio por enterada.
También estaba la complicidad criminal de la justicia, ya sea por convicción o temor, que nada hacían para investigar hechos como este.
Cuando sucedió el ataque, el miembro del PST Juan Carlos Paz hizo de inmediato una denuncia judicial que fue registrada en el juzgado Nro. 1 de San Isidro, donde fue inscripta como ¨Partido Socialista de los Trabajadores s/denuncia” y, Causa Nro. 13.903/74.
Cuando se encontraron los cuerpos fue acumulada la Causa Nro. 14.030/74 ¨Zidda, Meza y Moses por secuestros y homicidios.¨
En las actuaciones de esa causa se hallan los nombres de los testigos que hoy resultaron centrales para dilucidar los hechos. También obraban en las actuaciones fotos de los cuerpos, croquis del local, protocolos de autopsias realizadas.
Nada se hizo con ellos más que acumular los datos en un expediente. Cuarenta y un años después resultaron de gran significación en el esclarecimiento de las responsabilidades del ataque.
Es de destacar que, hurgando en esos viejos expedientes, se descubre la Causa 24.206/1973 ¨Manevy y otros s/ infracción Ley 17.401¨ en donde las víctimas de la Masacre de Pacheco figuran como detenidos, así como otros militantes del PST.