21/01 – 09:00 - La muerte del fiscal Nisman pocas horas
antes de presentar las pruebas en el Congreso, sobre el encubrimiento
del gobierno a los responsables del atentado a la AMIA, no solo es un
escándalo político internacional, sino que representa una verdad
insoslayable: el terror nunca se fue de Argentina y sus propios cultores
son, paradójicamente, sus víctimas y los victimarios. La actitud del
gobierno es culposa y la falta de reacción de la presidenta, que utiliza
la cadena nacional para hablar de cosas menores y no de esto, dejan
puntos oscuros. Todo es raro y confluyente con una teoría cada vez más
afianzada: el gobierno es al menos cómplice de este crimen. Sus
“voceros” y aplaudidores no lo ayudan. La teoría del tercer atentado se
reaviva en el país y la culpa es de este gobierno por despertar al
diablo, algo que el propio Kirchner, cuidó de no hacer, pero con lo que
su esposa encontró atractivo jugar, sin tener en cuenta que con los
estados criminales como Irán este juego termina en muerte y destrucción.
(Por: Rubén lasagno)
La afectación de este caso al gobierno nacional es total,
independientemente de que no haya partido de allí la orden de asesinar o
inducir al suicidio al abogado investigador. El porqué, se lo debe
buscar en dos ejes principales: la relación con Irán y el incumplimiento
de algún pacto predeterminado entre el kirchnerismo y el gobierno
islámico al cual Nisman no respondió en el último tiempo y la segunda
hipótesis es una acción directa de intereses nacionales para evitar que
Nisman hablara y diera precisiones que podrían hacer caer a la propia
presidenta. Este último caso es poco creíble por lo lógico de las
consecuencias esperables, pero no es improbable. Yo me inclino,
personalmente, por la primera.
Esta es la resultante de caer en las redes de amigos peligrosos; el
Estado islámico, Libia y Siria son tres de ellos. Le sucedió a Menem,
cuando eligió al criminal Kadafi para apoyar su campaña con un aporte de
más de 10 millones de dólares a cambio de facilitarle la instalación de
una oficina de la OLP en Neuquén, lo cual, una vez asumida la
presidencia y desarrollada la fuerte vinculación de Menem con EEUU, hizo
que jamás cumpliera el pacto con el dictador, o aquella reunión secreta
de Carlos Menem con otro financista de su campaña el ex dictador Haffez
Al Assad, el criminal sirio que pedía a cambio que Argentina le
proveyera un reactor nuclear, tecnología que ese país tenía impedido de
conseguir en el mundo, pero que encontró en el candidato peronista el
sujeto ideal, ante la avidez de fondos que tenía para solventar su
campaña de 1989.
Menem jamás cumplió ninguno de los pactos trazados con Kadafi y con
Al Assad. No fue casualidad que el 17 de marzo de 1992 a las 14:47 hs
una poderosa bomba autotransportada, destruyera a la embajada de Israel
con 50 muertos y más de 300 heridos y dos años después, el 18 de julio
de 1994, otro coche bomba bajara el edificio de la mutual judía (AMIA)
matando 85 personas con cientos de heridos.
La política errante de Menem a los fines de encubrir a Siria y a Irán
y la falta de cumplimiento a otros pactos no escritos, a pesar de los
bombazos recibidos, hizo que el 15 de marzo de 1995, atentaran contra la
vida de Carlitos Menem, operación que terminó con el asesinato de éste y
Pablo Oltra en vuelo, mientras piloteaba su helicóptero y más tarde, un
encadenamiento sucesivo de 12 muertes entre “suicidios”, “accidentes” y
“muerte en ocasión de robo” de los distintos testigos de aquella tarde
trágica.
El aparato de encubrimiento local, con jueces, fiscales, policías,
organismos de inteligencia, políticos e instituciones públicas y
privadas, actuó perfectamente aceitado y logró que por 19 años, no se
supiera nada oficialmente, más allá de lo obvio y de las abundantes
pruebas que señalaban que aquello había sido un crimen liso y llano.
Todos lo negaron, incluyendo el entonces presidente. Recién en
septiembre del año 2014, el propio Menem reconoció ante la justicia que
la muerte de su hijo fue un atentado. Mientras tanto, no hay nadie preso
ni imputado por el delito. No fueron presos los peritos que encubrieron
y todos los conocen, la policía que apoyó la teoría del accidente y los
propios políticos que sirvieron de voceros. Ni siquiera el mismo Menem
fue castigado como correspondía por encubrir el asesinato de su hijo;
lejos de eso, fue reelegido senador de la nación.
La sensación que queda, luego de ver en perspectiva los distintos
crímenes que se cometen en el país y la falta de idoneidad para
investigar, la impunidad y la corrupción que terminan cerrando cada
caso, es que Argentina es un buen país para matar y salir ileso. Los
países terroristas, lo saben.
¿Se suicidó?
Con el Fiscal Nisman, no ocurre algo muy distinto a lo de Menem. Está
claro que el gobierno de Cristina pactó afianzar el “Memo de
entendimiento” y asegurar la impunidad de los criminales iraníes, bajo
el compromiso de tramitar el retiro de las alertas rojas por parte de
Interpol, algo ciertamente más allá de la voluntad de CFK y que hace una
semana fue claramente expuesto por el funcionario judicial, quizás como
forma de garantizar su vida, haciéndolo público, buscando blindarse
mediáticamente ante lo que él ya había anunciado como amenazas de muerte
de gente conectada a la causa. Finalmente, nada impidió que apareciera
muerto.
Ciertamente el principal impactado es el Ejecutivo, lo cual puede
hacer sospechar a la justicia de que tal acción contra Nisman fue
ejecutada por sectores Iraníes y sus contactos locales, para castigar al
gobierno en lo que más le duele: el poder y su vocación de continuar
gobernando la Argentina.
Si Nisman se mató por manos propias o lo mataron, montando un
escenario para los medios, como pareciera, es casi secundario. La teoría
de su muerte, ya sea inducida o propiciada, no cambia lo fundamental:
fue asesinado en virtud de intereses políticos, por lo tanto es un
muerto político más y que, teniendo en cuenta la corrupción instalada en
nuestro país, es posible que nunca se llegue a aclarar.
La actitud del gobierno nacional es casi culposa. Que tanto Timerman
como, Aníbal Fernández, Berni y Capitanich hayan salido a decir
inmediatamente que se trató de un suicidio suena a excusa y que la
presidenta, quien pierde tiempo en Twitter hablando de sus perritos y
atacando al periodismo, no haya dicho una palabra, es raro o al menos
inusual para quien detenta la primera magistratura. Peor aún ha sido la
confección de esa carta ofensiva y recriminatoria hacia el muerto, que
horas antes le había acusado de encubrir al terrorismo en el país.
Las claves están en lo que le pasó a Nisman en las últimas horas. Él
ya había dicho que estaba amenazado. Sacando del medio la sospecha de
que fue asesinado por un tercero, cabe la posibilidad del suicidio
inducido; es decir, la metodología de usa la mafia o que explotó muy
bien Pablo Escobar. Podría ser que alguien le haya dicho a Nisman que si
no se mataba, sus hijas morirían en ese momento. Ante la amenaza
latente, el Fiscal fue inducido a tomar la drástica decisión. Entonces,
pregunto ¿Es importante establecer si Nisman apretó o no el gatillo, o
es más necesario determinar el contexto?.
Ni hablar de los ilógico que se presenta el escenario. Un nota a la
empleada dejándole un encargo de compras para el día lunes, un washap a
los amigos donde dice estar mejor que nunca, fotos de su mesa con el
trabajo desplegado, diarios del domingo sin leer que a nadie le llamó la
atención y lo más raro, un amigo que le lleva una pistola de bajo
calibre “para defensa”, con la cual supuestamente se dispara, le
disparan o hasta quizás podríamos inferir que esa pistola ni siquiera
fue la que disparó el tiro en la sien del Fiscal.
Más allá de no encontrarse rastros de deflagración en la mano del
occiso, ¿Es coherente que un hombre a hora de tirar la bomba informativa
de la década, haya usado el arma de un tercero para suicidarse?. Es
estúpido pensarlo en este marco; por lo tanto, caída la teoría del
suicidio, queda en firme la pista del homicidio.
Nisman estuvo enclavado en un país defectuoso como Argentina, donde
la ley es renga, la justicia tuerta y la política corrupta. Nisman ni
siquiera es un Fiscal revanchista o de “la oposición”, porque allí lo
puso Néstor Kirchner, quien le sumó 20 personas, le asignó presupuesto y
le dio manos libres para tratar la investigación de la AMIA. ¿Qué
pasó?, que muerto Kirchner, Cristina, asediada por los problemas
presupuestarios y energéticos, recurrió a Irán y a Venezuela para
satisfacer la demanda de petróleo; a cambio el gobierno criminal del
Ayatholla le pidió impunidad: así de clarito lo adelantó Nisman.
Cualquier cosa que quieran hacer aparecer ahora, es absoluta mentira y
otra maniobra más de encubrimiento.
La banda de focas aplaudidoras y lenguas viperinas del kirchnerismo,
se la mordieron, después de sangrar por la herida del relato, al
sostener la teoría del suicidio, como lo hizo Víctor Hugo Morales y
Diana Conti (entre otros) o al encontrarse mensajes que podrían fundar
una verdadera premonición, como el elaborado vía redes sociales por la
Cámpora al decir “Ni se atrevan, ni lo intenten”, refiriéndose a la
posibilidad de acusar a la presidenta de encubrir el terrorismo y
presentar pruebas concretas al respecto, o las bonitas palabras del
inescuchable cantautor Ignacio Coppani que escribió “Ahora estás en la
cloaca”, refiriéndose a Nisman que adelantó el anuncio de la trama de
corrupción y encubrimiento oficial o el mensaje de Alex Freire, quien
insertó en la web “Si tocan a Cristina… te lo dijimos”. A esto le
debemos sumar la amenaza de ir “con los tapones de punta” contra el
Fiscal, el día que expusiera ante el Congreso.
En un país normal y no defectuoso como éste, todos estos serían
llamados a declarar para saber en qué marco lo dijeron, si presumían lo
que podía ocurrir o si sabían, expresamente, que llegaría este final,
para aquel que osara transgredir la última línea de corrupción que
conduce a la presidenta.
¿Inteligencia?
Si uno contextualiza todo lo ocurrido y se remite al apurado
descabezamiento de la ex SIDE, cabe preguntarse ¿Cuánto de lo que iba a
hacer Nisman ignoraba el gobierno? ¿No actuó preventivamente el
Ejecutivo, sacando del foco del conflicto a Icazuriaga y a Larcher,
haciéndoles creer a los medios que la cuestión respondía a una interna
en el organismo?. Hoy es risible ver cómo el gobierno habla de
desclasificar nombres y colaborar con la justicia desde la SI, como si
Parrilli fuera un dulce angelito que bajó del cielo para bendecir a los
espías, cuando hace 10 años que están los mismos en el poder,
controlando la Inteligencia estatal y utilizando abiertamente sus
influencias para otras cuestiones menos institucionales.
Es decir, los principales funcionarios que debieran ser convocado en
los Juzgados hoy, tendrían que ser: Icazuriaga y Larcher, más todos
aquellos que los secundaron dentro del organismo, durante 6 largos años
de manejo de información secreta y fondos que no le rindieron a nadie.
La posibilidad, ahora, ante el rápido ofrecimiento del gobierno para
desclasificar los nombres de quienes trabajaron en el caso AMIA, se
puede presumir que lo hace para descomprimir la responsabilidad real de
quienes condujeron el aparato de Icia estatal, los cuales han sido
puestos a resguardo, antes que el mar político se agitara y amenace a
muchos con la tormenta perfecta.
La teoría del tercer atentado
En su momento y luego de la destrucción de la embajada de Israel
(primer atentado) y la AMIA (segundo atentado), se habló por mucho
tiempo que la muerte de Carlitos Menem era el “tercer atentado” y
actualmente se reavivó aquella vieja teoría, con la misteriosa muerte
del Fiscal Alberto Nisman. En realidad, ninguno de estos dos casos
corresponden a esa clasificación. Tanto en el crimen del hijo de Menem
como en el del Fiscal, son partes de un “correctivo” para castigar a
quienes incumplieron ciertos pactos y reforzar la atención de aquello
que tienen que entender que los terroristas “hablan en serio”. La muerte
de Carlitos, fue un ataque directo al corazón del entonces presidente;
el de Nisman podría llegar a ser una alerta del Estado terrorista, para
recordarle al gobierno de CFK los pactos incumplidos y advertirles que
pueden venir por más. Pero ninguno de los dos casos constituyen una
verdadera venganza, con lo cual, la teoría del tercer atentado sigue
vigente y está más viva que nunca en nuestro país. Esto el gobierno
argentino lo sabe y la presidenta con su gabinete viven horas
desesperadas, no solo por la complicación que les trae la muerte del
acusador oficial, sino, ante la amenaza de que las fuerzas del mal,
elijan otro blanco en nuestro territorio, en lo que resta del último año
de su administración. Una prueba más de la vigencia del viejo axioma
que desconoció la presidenta: “si te acuestas con el diablo, amanecerás
incendiado”.
Es probable que en el actual crimen, el gobierno “supiera” que algo
iban a hacer con el Fiscal, pero tal vez no pensaron que la cosa iría
tan lejos, de hecho, dos horas y media antes de encontrarlo muerto, el
periodista económico K que tiene a su disposición los micrófonos del
canal operador del gobierno, C5N, de Cristóbal López, había adelantado
en una entrevista con Alfonsín que “tenía información de que Nisman no
se iba a presentar el día miércoles…” y así fue.
Si a esto le sumamos la cadena de denuncias que hizo Nisman y la
falta de reacción pública a las acusaciones directa del Fiscal, como en
el caso del Neonazi Luis Delía, quien guardó un sepulcral silencio los
días posteriores al programa de TN, impensable en otra circunstancias,
como si supiera con anticipación que al abogado acusador no le quedaba
mucho tiempo para disfrutar de su resonante popularidad, estamos ante un
cuadro complejo que alienta la hipótesis, al menos, de la complicidad
del gobierno en toda esta trama.
La publicación de toda la denuncia por parte del Dr Lorenzetti, es un
baldón más que le colgaron a CFK, pues no tienen forma de justificar la
acción de Nisman como una “denuncia mediática”, ya que está
protocolizada ante la Justicia y por otro lado, hace público el
conocimiento de su contenido, con graves y pesadas acusaciones de
encubrimiento que involucra al poder nacional y sus favorecedores.
Sea que lo hayan matado manos extrañas, que lo hayan inducido al
suicidio o que él mismo se haya disparado, teoría esta última que nadie
cree, quien más soporta el peso del desgaste que produce la
circunstancia, es el gobierno nacional. El descrédito internacional, la
presión de los países del mundo para exigir el esclarecimiento, el
escarnio público al que es sometido el Ejecutivo, la veloz
desacreditación que le producen sus amigos iraníes sosteniendo a
rajatabla la teoría del suicidio y el ataque al Fiscal fallecido, las
palabras previas y posteriores al crimen, la falta de una comunicación
oficial por parte de la presidenta, dejando entrever su temeraria
venganza hacia quien hace una semana atrás la acusó en un canal de Tv y
tantos otros signos de llamativo encubrimiento, como la seguridad que
dejó librado a su suerte al Fiscal, en momentos en que necesitaba mayor
protección, la aparición inmediata de Berni en el escenario del crimen,
antes inclusive que el Juez, el llamado extraño a las ambulancias del
SAME cuyos médicos no fueron autorizados a ingresar el edificio, la
falta de rastros de pólvora en la mano del cadáver y la ausencia total
de motivos para quitarse la vida, según la reconstrucción que hicieron
de los últimos días de Nisman; el extraño pedido de una pequeña pistola
calibre 22 a un colaborador “para defenderse”, teniendo dos armas
propias, sabiendo que éste no es un calibre de defensa y finalmente
“suicidándose” con esta controvertida arma, cierran un círculo de
grandes dudas que arrojan más sombras que luz sobre este hecho que
enluta al país y a la justicia, fundamentalmente.
Como quiera que sea esta historia no termina, recién empieza.
Mientras todo esto transcurre, CFK utiliza la ordinaria vía del Twitter
para referirse al tema, elude el compromiso político e institucional de
hablar de frente a la opinión pública y Canal 7 se ocupa del Dakar y las
tortas fritas, mientras todos los canales del país y del mundo se
ocupaban del resonante caso del Fiscal que apareció muerto. Todo un
signo de la época, de este gobierno y un modus operandi de quien, si no
son autores del delito, encubren y ofrecen zonas liberadas a los que
siembran el terror. (Agencia OPI Santa Cruz)