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jueves, 12 de marzo de 2015

Sustituir el Simulacro por Democracia:



Sergio R. Palacios. 1 

Consenso y coalición para la construcción de un gobierno democrático. 


Sumario:
I.            La década perdida y sus amenazas: 1.- Introducción. 2.- El Kirchnerismo como ideología. 3.- La construcción del Simulacro. 4.- La crisis de la democracia. Promesas incumplidas. 5.- Fin de ciclo con presentes griegos.
II.               Los desafíos del nuevo gobierno democrático: 1.- Primer Desafío. Cambio de agenda. 2.- Segundo Desafío. Consenso y coalición. 3.- Tercer Desafío. Procesar los cambios sociales. 4.- Cuarto Desafío. Cambio de paradigmas. 5.- Quinto Desafío. Ejes para un modelo de economía-democracia.
III.             La hora del sacrificio, no de la especulación. 

LA DÉCADA PERDIDA Y SUS AMENAZAS 

 1.- Introducción: 
“Es la economía, estúpido”. Famosa frase de W. J. Clinton en la campaña presidencial de 1.992 en los EEUU. Una sentencia que en la mayoría de los países podría ser cierto –en principio- cierto. Pero, en la Argentina el ancho estómago de la política parece devorar todo, aún los ciclos económicos más favorables. Basta analizar a lo largo de los últimos años cual fue la situación “objetiva” de nuestro país y compararla con la realidad “objetiva” de Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia. Ninguno de nuestros vecinos tuvo los problemas que desde el 2008 se fueron agudizando en la Argentina: alta inflación, caída de la inversión, fuga de capitales, crisis de todo el sistema energético, aislamiento internacional.  
¿Por qué con el mismo ciclo económico favorable a lo largo de 10 años los resultados fueron tan disímiles? La respuesta podría ser: “no es la economía, es la política, estúpido”.2 

El Kirchnerismo ha dilapidado un ciclo internacional favorable. Esa es la diferencia con el resto de los países de la región, con excepción de Venezuela. En 10 años fue construyendo una crisis política que desmoronó la economía. Muy diferente al ciclo internacional de la Presidencia de Raúl Alfonsín (1983-1989) donde la problemática económica impulsada por la crisis de la deuda externa (1982) y la consecuente imposibilidad de acceso al financiamiento externo desató una crisis política anticipando la finalización del mandato en julio de 1989. Algo parecido pasó con De la Rúa y el gobierno de la ALIANZA ya que el agotamiento de la Convertibilidad y el callejón sin salida que el sistema había generado, desató la crisis política que carcomió sus bases hasta su temprana salida en diciembre de 2001. En ambos casos -Alfonsín y De la Rúa- la economía llevó al país a una crisis política. 

Entendemos que la etapa Kirchnerista deja una profunda crisis política que es generadora de problemas económicos, y su convicción de ser esa relación inversa generó la profundización de los últimos. La determinación si la raíz de las crisis se producen en una relación “política – economía” o si es “economía – política”, también es motivo de debate en Europa (Beck- 2012)3, donde se ha considerado que la perspectiva económica pasa por alto que no se trata de una crisis de la economía (y del pensamiento económico) sino, sobre todo, de una crisis de la sociedad y de la política –y del concepto dominante de sociedad y política-.  

En nuestro caso la “visión de sociedad y política” que creó el Kirchnerismo se constituye como una pesada carga que obstaculiza la solución de los problemas económicos. La creación de un “simulacro” de democracia que ha resultado poderoso al seducir a la mayoría de la sociedad. En lugar de construir una democracia que inspirada en la convivencia pacífica asegurara condiciones de progreso, el Kirchnerismo ocupó sus esfuerzos en articular un relato que asegurara una “ilusión” y Poder hegemónico partiendo a la sociedad en un “nosotros = democracia”  y un “ellos = grupos concentrados antidemocráticos”. 

Así se construyó un “simulacro” plagado de signos que fueron sustituyendo la realidad. Tan poderosos fueron que los signos son ahora la nueva realidad. Mostrar un modelo de equidad y crecimiento como el proceso más importante de distribución del ingreso de la historia es el “simulacro” que sustituye la realidad. Se construye un “relato” que trata de hacer invisibles diferentes problemáticas: duplicación de villas, aumento de la marginalidad y criminalidad, caída vertical de la calidad educativa que ha dejado de ser instrumento igualador, conquista territorial del narcotráfico que expulsa del territorio a las instituciones.  
   
Este es el desafío central del próximo gobierno democrático: sustituir el simulacro creado por el Kirchnerismo por una democracia participativa y realmente inclusiva, revelando a la sociedad cada signo de la simulación que ha ocultado el saqueo del espacio y erario público mientras externalizaba los costos en mayor pobreza y anomia. 

La construcción de una democracia sobre bases de lo real y no sobre el simulacro requerirá de un nuevo modelo de gestión política. Generar “bases sólidas de consenso y mecanismos de concertación de políticas públicas” para: descentralizar el Poder acotando el presidencialismo; restaurar el Federalismo económico y político; liberar al pueblo del estado de servidumbre y dependencia edificado por el populismo; asegurar la alternancia democrática limitando las reelecciones de gobernadores e intendentes; desarrollar mecanismos para liberar el poder creativo y productivo de la sociedad civil; construir una economía sobre el nuevo paradigma ecológico; participación en la gestión de los planes sociales de ONG especializadas para terminar con el clientelismo; reconocimiento de la corrupción como acción que tiene efecto directo en la violación de los derechos humanos. 

El gran desafío del próximo gobierno democrático es fortalecer un consenso político y social para crear democracia donde el Kirchnerismo construyo un simulacro. 

2.- El Kirchnerismo como ideología:  
 El Kirchnerismo lleva más de 10 años en el Poder y es bastante claro que al asumir Néstor Kirchner la presidencia en mayo de 2003, “intentó” desde el discurso mostrar a la sociedad una idea sobre democracia y orden jurídico diametralmente opuesto a la que exhibe en forma expresa en el segundo mandato la actual Presidente, Cristina Fernández de Kirchner. Decimos “intentó” porque sus antecedentes como gobernador de Santa Cruz no mostraban a un político apegado al respeto jurídico-institucional; y “diametralmente opuesta” ya que una importante cantidad de actores políticos que fueron centrales en el período 2003-2007 se fueron alejando del oficialismo. Muchos de ellos pasaron a confrontar con el gobierno e inclusive se convirtieron en blanco de ataques políticos y personales desde el propio Kirchnerismo: gobernadores –en particular dos de Santa Cruz-, legisladores, ministros -dos Jefes de Gabinetes y dos ministros de Economía-, muchos sindicatos y líderes sindicales –Moyano-, entre otros.  
Por eso, podemos señalar dos etapas dentro del proceso Kirchnerista.  

Etapa 1) Bajo la Presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007) que despertó simpatías en un amplio espectro de la sociedad sin niveles de confrontación exacerbados. Si bien, su gobierno se vio favorecido por la política económica iniciada por Roberto Lavagna como Ministro de Economía bajo el mandato provisorio de Eduardo Duhalde; la continuidad consolido el restablecimiento de lo que paso a llamarse desde el discurso oficial la “normalidad” del país. Ello, pese a que desde el 2006 comenzó el desmantelamiento de todos los organismos de contralor: Auditoria General de la Nación; Oficina Anticorrupción.  Los principales logros de la primera etapa del Kirchnerismo fueron: a) restablecimiento de algunos parámetros de seguridad jurídica ante el cambio de la composición de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; b) reglas económicas compatibles con un sistema de producción; c) renegociación de la deuda exterior; d) estabilidad del tipo de cambio en un nivel competitivo; e) recuperación de la inversión y el empleo (iniciada durante el interregno Duhalde-Lavagna).  

En esa etapa los recursos fluían, y si bien las tensiones y conflictos existían, lejos estábamos de una acción de confrontación sistemática y agresiva como se vería desde la segunda etapa.  

Etapa 2) Que se inaugura con el primer mandato de la actual Presidente, Cristina Fernández de Kirchner, en 2008. Aquí, existía un conflicto interno objetivo. Si bien Cristina era la Presidenta de la Nación, el jefe del movimiento político mayoritario en el Poder, era su esposo y ex presidente. Este elemento objetivo fue visible hasta el fallecimiento de Kirchner. En esta etapa comienza a destacarse una caída en la calidad de gestión y el alza de una política de confrontación que intenta descargar en terceros las responsabilidades por los problemas que vivía el país. Desde ese momento, todo lo negativo en la gestión o problemática, sería “culpa” de actores que “añoran el pasado, odian al pueblo y lo popular, y responden a sus intereses corporativos”. El Kirchnerismo había comenzado a diseñar al “enemigo” y configurar escenarios donde el conflicto fuese central. Desde el 2008 los elegidos fueron, los multimedios independientes del Estado y los sectores productivos del campo, (grandes, medianos y pequeños). Ambos sectores fueron estigmatizados desde el discurso oficial bajo las consignas: “Clarín miente” y “los piquetes de la abundancia”. La creciente presión impositiva y cambiaria sobre las exportaciones agrarias y la Ley de Medios, fueron la manifestación política frente al “enemigo” representado en los dos sectores.   
Así los conflictos comenzaron a agudizarse. La confrontación no se limitó al exterior del gobierno, sino que alcanzó desde ese momento hasta la actualidad a aquellos funcionarios (luego ex funcionarios) que planteaban disidencias o simplemente no aceptaban la ciega obediencia. La racionalidad de la política fue sustituida -aun internamente- por el fanatismo. Con ello, el gobierno perdió masa crítica de su staff político reemplazado por una “guardia pretoriana” liderada por el modelo “Ricardo Moreno” (Secretario de Comercio de la Nación).  

Dos Jefes de Gabinete, Alberto Fernández y Sergio Massa; un Ministro de Economía, Martín Lousteau; dos Presidentes del Banco Central, Alfonso Prat Gay y Martín Redrado. Muchos personajes centrales en la trama institucional del Estado fueron quedando en el camino por conflictos políticos internos: el desacuerdo con determinada política o por negarse a adoptar algunas decisiones o no poder adoptar las que creían corresponder. El testimonio filmado de Moreno en un acto público discutiendo con el Ministro de Economía Martín Lousteau, terminando el incidente con el clásico gesto de “cortar cabeza”, es un símbolo de la impronta política del Kirchnerismo desde el 2008 hasta hoy. La derrota legislativa de 2009 donde el ex presidente Kirchner encabezaba la lista de Diputados y su sorpresiva muerte en octubre de 2010, tuvieron como reacción política el auto aislamiento del gobierno y más aún de la actual Presidente.  

 Los niveles de confrontación que como estrategia desde el Poder ejerce el Kirchnerismo comenzaron a crecer en el 2011 –llamativamente- luego de la reelección de la Presidente, por un alto porcentaje y diferencia con el resto de los candidatos. Los escándalos en materia de corrupción –ya existentes en el gobierno de N. Kirchner- golpean duro al interior del Poder K en el más alto nivel. Esto, hizo que la virulencia de la política de confrontación llegara a su clímax promediando el año 2013. Este escenario es relevante para enfocar y entender la política de confrontación que ahora se dirige al Poder Judicial. El nuevo enemigo, que mágicamente mutó de aquella “prestigiosa Corte Suprema” a una repudiable “corporación judicial”.  En el 2014 sigue subiendo la confrontación pero incorporando un “enemigo externo”: los Fondos Buitres. “Patria o Buitres” fue la consigna para graficar la nueva versión del “nosotros o el enemigo”. Finalmente, llegamos a la actualidad donde el brazo de la justicia alcanzó al Vicepresidente Boudou con dos procesamientos y otras causas con imputaciones formales, y la Presidente junto a su hijo seriamente comprometida en varias causas por corrupción y lavado de dinero. Desde ahora, el “enemigo” es el Poder Judicial todo ya que al representar el Kirchnerismo la democracia, imputar a la Presidente se constituiría en una acción desestabilizadora del sistema. 

El discurso Kirchnerista recurre en forma permanente a los términos “pueblo”, “democracia”, “voluntad popular”. Pero al hacerlo desde una política sistemática de confrontación exacerbada le resulta difícil escapar a su raíz Schmittiana. Ello, por más que todos sus ideólogos intenten invocar su inspiración en Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.  

Ernesto Laclau (2005)4, es quien ha trabajado en el desarrollo de una teoría sobre el “populismo”. Se propuso sacarlo de la mera descripción peyorativa que el término tuvo y tiene hasta nuestros días. El destacado autor recientemente fallecido expresa su intención de mostrar como el populismo se relaciona con una lógica social cuyos efectos atraviesan una variedad de fenómenos; que simplemente estamos ante “un modo de construir lo político”. 

El Kirchnerismo, dentro de la teoría populista, se asigna el papel de representante excluyente del “pueblo” en la figura del “lider” que es fiel intérprete de la “voluntad popular”; sintetizándose en esa relación la idea de “democracia”. Toda institución republicana limita y obstaculiza el accionar de la “democracia”. Esta síntesis puede apreciarse en todos los discursos tanto de Néstor como de Cristina Kirchner. Cada uno de esos términos aparece conjugado y articulado en el sentido que acabamos de describir.  

Pero, observamos una contradicción entre las estrategias del propio Kirchnerismo. Durante su mandato como Senadora, siendo Néstor Kirchner Presidente, Cristina Fernández en forma recurrente invocaba en sus discursos la idea de “calidad institucional”. Luego, en los primeros dos años de su primer mandato como Presidente (2007-2011) manifestaba que los ejes de sus políticas tendían a “buscar mayor calidad institucional”. Sin embargo, poco tiempo después ese discurso es abandonado. Las referencias a la “calidad institucional” son sustituidas por la inspiración teórica del Populismo.  

Desde el 2008 la acción política sostenida desde la reivindicación del populismo no alcanza para disfrazar su verdadera fuente de inspiración: Carl Schmitt. De hecho algunos críticos (Silva-Herzog Marquez, 2006)5 desde el liberalismo han calificado a “La razón populista” de Laclau como “neoschmittismo con traje folclórico”.  

Otros autores, han advertido también que desde el 2008 aparece un cambio dentro de la estrategia Kirchnerista. Así, Svampa (2008)6, plantea que entre el 2008 y 2010 aparece la “exacerbación de lo nacional-popular y la tentativa de construcción de una hegemonía”. Por eso, entendemos que desde entonces crece una acción política Schmittiana donde se trata de remarcar el “nosotros” contra “ellos”. Las iniciativas de reformas intentadas en el 2013 sobre el Poder Judicial son el extremo de ese accionar y el fallo de la Corte que las rechazara marcaron el paso a una retórica casi “belicista” por parte del Kirchnerismo.

Carl Schmitt (1888-1985) es una de las referencias intelectuales más fuertes y ricas del S. 20, tanto como controversial y reprochable fue su conducta por su afiliación al nacional socialismo en 1933. De su vasta obra se puede pasar revista: a su tesis sobre la crisis del Estado, originada en su intervencionismo en todos los ámbitos en forma de asistencialismo y su consecuente debilidad como “institución estrictamente política”; su crítica al Estado liberal ya que la democracia -a su entender- necesita un pueblo homogéneo capaz de definir su unidad y su diferencia con otra unidad política. Pero, dentro del contexto de análisis del Kirchnerismo nos interesa un punto que destacan Corbetta y Piana (2007)7  al recordar que Schmitt no era un “normativista”. En efecto, la norma es un hecho posterior a un acuerdo de voluntades políticas que tienen como objetivo la creación de un orden. Pero, esa norma y orden no puede ser nunca una barrera para la voluntad soberana y constituyente. Esta, es una idea muy fuerte en la actualidad Kirchnerista ya que es explícitamente invocada para intentar sus reformas sobre el Poder Judicial en el 2013 y por muchos de sus operadores políticos para buscar la continuidad del proyecto denominado “por una Cristina eterna”. 8 

Es interesante recordar la noción de “pueblo” para Carl Schmitt para quien estaríamos ante una masa formada por la sumatoria de individuos indistinguibles que necesitan un “intérprete de su voluntad”.  

Esta idea es recurrente en el Kirchnerismo en su segunda etapa desde 2008. Cada vez más, el pueblo se aleja de las posibilidades de decisiones y las mismas se concentran en quien será su intérprete único: “el líder”.  

Finalmente, en Schmitt debemos destacar su interés en identificar el fenómeno de lo político. El criterio elegido fue la distinción amigo-enemigo. No intentaba elaborar una teoría sobre la política ideal sino constatar que a través de la experiencia los hombres se han agrupado entre amigos dentro de una determinada comunidad (tribu, ciudad, imperio, Estado), con la finalidad de preservar la propia identidad de las amenazas de quienes intentan oponérseles. Un pueblo existe políticamente solo desde el momento en que se constituye en unidad política independiente y se opone, a otras formas de unidad (J. Freund, en Corbeta y Piana, 2007)9.  

Lo político, aludiría a los conceptos de inclusión-exclusión desde donde es posible diferenciar un “nosotros” que aparece en la constitución de un Estado, contraponiéndose a los “otros” o un “ellos” que serían los que pertenecen a otra unidad política, es decir, otro Estado.  

Así, como unidad política, el Estado tiene que contar con un criterio de inclusión y exclusión fijando una frontera entre los que pertenecen a una determinada unidad política –un pueblo- y los que no pertenecen a él. Al aparecer (Marcos, 2004)10 la exclusión como la condición de la unidad política; el fenómeno político solo adquiere sentido dentro de la lógica de la conflictividad capaz de establecer quién es el enemigo frente al cual el pueblo se constituye como unidad.  

Hoy asistimos a la idea de contar con un intérprete último de la voluntad popular en la figura del Poder Ejecutivo, y con ello, la entronización de un Poder del Estado por sobre los demás. Decimos uno, ya que el discurso desde el oficialismo es de “obediencia” de los miembros del Poder Legislativo que cierran toda posibilidad de debate frente a los proyectos de leyes remitidos por el Poder Ejecutivo. La palabra “negociación”, búsqueda de “consensos” es eliminada del diccionario político. Es solo “nosotros” y “ellos”. Esto lo describimos como práctica recurrente que es naturalizada por los legisladores oficialistas en el ejercicio de sus mandatos. La idea de liderazgo concentrado en el Ejecutivo es asumido por Diputados y Senadores actuando como delegados de aquel y no por un mandato propio e independiente desde lo institucional. 

El Kirchnerismo apoyado por sectores intelectuales, explicitan permanentemente su inspiración en la obra de Laclau. Sin embargo muestran una contradicción más: el Kirchnerismo simula ser Laclau cuando sus acciones parecen más cercanas a las enseñanzas de Schmitt; o Laclau no es Laclau, y siempre terminan todos cayendo en el precipicio de Schmitt. 

Chantal Mouffe (2012)11, compañera de ruta de Laclau tanto en lo intelectual como en la vida misma, rechaza la idea de construcción democrática por la vía deliberativa para formar consensos. Manifiesta su oposición tanto respecto del neoliberalismo como de la llamada “tercera vía” de raíz socialdemócrata. A lo largo de su trabajo –siempre recomendable en su lectura- sostiene que los esfuerzos teóricos de Rawls y Habermas en encontrar una síntesis que compatibilice “libertad e igualdad”, tanto desde el liberalismo como de la democracia, están destinados al fracaso por responder cada uno a lógicas que se contraponen. Agrega, que la tensión entre democracia y liberalismo no debería considerarse como algo que crea una relación de negociación, sino como algo que crea una relación de “contaminación” donde al producirse la articulación de esos principios cada uno cambia la identidad del otro. Por ello, al impedirse el desarrollo de sus respectivas lógicas, esa articulación aparece como un obstáculo para su plena realización; tanto la perfecta libertad como la perfecta igualdad se tornan imposibles. Por ello, como punto central en su tesis, sostiene que el enfoque racionalista está condenado a permanecer ciego a la dimensión de antagonismo de “lo político”. Para Mouffe (2012)12 el antagonismo nunca puede ser eliminado y existe siempre como posibilidad en la política; siendo tarea de una política democrática crear las condiciones para hacer que esa posibilidad sea menos probable.     

Ese es el punto clave en la posición de Mouffe (2012)13 para alejarse de Schmitt. Sostiene la categoría de “adversario” en lugar del “ellos o enemigo” de Schmitt. Distingue dos formas de antagonismo: el propiamente dicho que se da entre enemigos o personas que no tienen un espacio simbólico común; y el que la autora pasa a llamar “agonismo” que sería una forma distinta de manifestar el antagonismo y que no implica una relación de enemigos sino de “adversarios”. Este último lo define como “enemigos amistosos”, personas que tienen amistad porque comparten un espacio simbólico común, pero al mismo tiempo son enemigas al querer organizar ese espacio simbólico común de forma distinta.  

 Así, observamos el intento de construir un marco teórico para alejarse y distinguirse de Schmitt. Pero, este rico debate dentro de la Ciencia Política no nos parece reflejado en el accionar político del Kirchnerismo. La realización política K aparece afiliada más a la posición de Schmitt, de un “nosotros” o “ellos” más propio de enemigo al que debe erradicarse. Tanto por la retórica como en las acciones emprendidas desde el año 2008 hasta la fecha en 2015. 

 3.- La construcción del Simulacro: 
Existen tres claros ejemplos de “populismo”, cuyas problemáticas, sociales, económicas y políticas difieren de la Argentina. Pero, donde debemos señalar las mayores diferencias es en aquellos dirigentes que llevan adelante procesos “populistas”. Venezuela, Bolivia y Ecuador; registran liderazgos –el fallecido Chávez, Evo Morales, y Rafael Correa- que se abrazaron al populismo desde sus propuestas antes de acceder al gobierno, y luego su accionar político -ya en el poder- pasó a ser consecuente con ello.  

En cambio el llamado Kirchnerismo, nace a partir de un liderazgo construido desde el “poder” ya que Néstor Kirchner llega al gobierno con el 22,24 % de los votos luego de no presentarse Carlos Menem a la segunda vuelta en las elecciones del año 2003. Tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández de Kirchner habían sido protagonistas de todo el proceso neoliberal implementado en la Argentina entre 1989 y 1999 bajo los dos mandatos de Carlos Menem. A ellos se suman un importante número de funcionarios (gobernadores, legisladores y ministros) que dentro del nuevo movimiento Kirchnerista fueron antes miembros activos del proceso neoliberal tanto desde el Peronismos como desde filas políticas liberales y neoliberales (UCD de Alvaro Alsogaray y Acción por la República de Domingo Cavallo). En aquel momento, todos suscribieron como políticos y funcionarios, las políticas de desregulación, privatizaciones, apertura económica y no intervención estatal. Todos ellos, participaron de las políticas no solo económicas, sino de alineamiento político externo a lo que hoy llaman “Imperio”, y de las políticas internas de Derechos Humanos cuando el Presidente Menem indulta a todos los Militares condenados por la Justicia. Particularmente, Néstor Kirchner en aquel tiempo como gobernador de Santa Cruz y Cristina Fernández, como legisladora provincial y luego como legisladora nacional, fueron impulsores políticos y legislativos de la privatización de YPF, desde la postura de Santa Cruz como provincia productora de petróleo.   

Es más, ya hemos hecho referencia a que registramos una primera etapa del gobierno de Néstor Kirchner donde la idea de “reconstrucción de las instituciones”, “independencia de la justicia”, “orden administrativo y financiero”, eran sus principales propuestas políticas. Todas, alejadas del populismo que luego comenzarían a suscribir. 

El acercamiento al populismo y su nuevo rechazo a las instituciones republicanas -surgido paulatinamente- creemos que es parte de un “simulacro” al que ya nos hemos referido en (Palacios, 2011)14, y (Palacios, 2013)15.  

El Kirchnerismo, con el interés de consolidar su poder como grupo político pasó desde una primera etapa de alto apego institucional y construcción en base a la llamada “transversalidad” (fórmula presidencial del 2007 se integró con J. Cobos al momento de ser gobernador de Mendoza por la UCR), a una segunda etapa de paulatina adhesión al populismo y una construcción política que pasó a depender de la decisión directa y única de Cristina Fernández de Kirchner. En ese trayecto dentro de los 10 años -con la transversalidad- intentó representar y nutrirse de los nuevos “movimientos sociales” que tomaban protagonismo frente a la crisis de representación desde el 2001, aun habiendo nacido en los 90 como resistencia al modelo neoliberal Menemista. Aquella construcción se originaba ante la falta de vínculo con los aparatos partidarios del PJ y con las estructuras sindicales tradicionales del Peronismo. Sumado a ello, se inicia también una relación directa con los Intendentes municipales por sobre los gobernadores. Desde esa plataforma, construye una relación con el sindicalismo liderado por Hugo Moyano del sindicato de Camioneros surgiendo como un líder que se había opuesto al modelo Menemista y con ello a las estructuras sindicales tradicionales. 

Sin embargo, desde el inicio del primer mandato de Cristina Fernández en 2007, al poco tiempo, con el ingreso a la etapa de confrontación y adhesión al populismo más explícito; comienza la “crisis del campo” que llevó a la ruptura de la construcción trasversal con el Vicepresidente Julio Cobos, y continua con enfrentamientos con la CGT que lideraba Moyano que terminaría tiempo después en una fractura política.   

Así, observamos un movimiento pendular del Kirchnerismo que permite calificar de “simulacro” la construcción populista invocada hoy en forma explícita. Hablamos de “simulación” ya que el llamado “modelo”, como idea de democracia, fue paulatinamente sustituyendo “la realidad” por los “signos de una democracia”, los “signos del progreso”, y los “signos del desarrollo económico”. En eso radica el “simulacro”, crear una nueva realidad integrada por signos.  

Uno de los hechos distintivos que acreditan la construcción del “simulacro” –entre muchos- fue todo el accionar del Kirchnerismo sobre el INDEC (Instituto de Estadística y Censo). La politización de la ciencia estadística y matemática permitió mostrar un índice inflacionario que llegó a rondar un tercio del real. Así, el gobierno logra crear los “signos de progreso económico” con una inflación de un tercio de la real y automáticamente una mágica reducción de la cantidad de personas bajo la línea de pobreza.     

Rodolfo Terragno cuenta en su libro "La Simulación" (2005)16, que en un dialogo mantenido con el filósofo francés Jean Baudrillard este le manifiesta "que el oficio del político es seducir; esto es, abolir la realidadpara sustituirla por la ilusión", agregando que “la política ha sido sustituida por la transpolítica, que no articula intereses sociales sino que se limita a dirimir conflictos entre políticos”. Una síntesis lapidaria que en nuestro país es observable como las estrellas al mirar al cielo. En "Cultura y simulacro" (Baudrillard-1977)17 al referirse a "la era de la simulación", expresa que: "no se trata ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real, es decir, de una operación de disuasión de todo proceso real por su doble operativo, máquina de índole reproductiva, programática, impecable, que ofrece todos los signos de lo real y, en cortocircuito, todas sus peripecias ... Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia. Pero la cuestión es más complicada, puesto que simular no es fingir: Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente meterse en cama y hacer creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad aparenta tener algunos síntomas de ella. Así, pues, fingir, o disimular, dejan intacto el principio de realidad: hay una realidad clara, solo que enmascarada. Por su parte la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo verdadero y de lo falso, de lo real y de lo imaginario”. 

Baudrillard identifica tres órdenes de simulación. El primer orden es una copia que puede ser distinguida de la realidad que copia, como ocurre con el mapa de un país; la realidad es aquí el origen de la copia. El segundo trata de una simulación donde la copia es tan perfecta que borra la distinción entre ella y la realidad que copia. Baudrillard lo ilustra con el cuento de Borges que narra sobre unos cartógrafos del Imperio que dibujan el mapa del territorio de modo tan detallado que llega a cubrir exactamente todo el territorio real de Imperio, el mapa convirtiéndose tan real como el territorio; la copia cuenta con igual realidad que la realidad. El tercer orden de simulación excede a ambos al producir lo hiperreal; lo real se genera después de la copia, lo cual significa que lo real no tiene origen o realidad al ser primero la copia, el mapa precediendo al territorio. En este tercer orden no se delimita que es lo real y que es la copia; tal distinción se hace irrelevante. La diferencia es que en el primer y segundo nivel de simulación lo real queda intacto, se mantiene vivo y perceptible pudiendo distinguir el simulacro; pero lo trascendente aparece con el tercer nivel que crea un mundo hiperreal que no tendría origen en la realidad y por ello se encontraría más allá de lo verdadero y lo falso, del bien y del mal. 18 

La Argentina fue ingresando al tercer nivel de la simulación: la creación de una hiperrealidad. El sistema político fue creando mediante el ejercicio del Poder un simulacro de tal fuerza que impone a la sociedad una realidad (el propio simulacro) que no es. Se ha ido logrando una democracia que prescinde de toda idea de la realidad. El Kirchnerismo ha trabajado en la sustitución de la realidad por los signos de esta, dificultando así la distinción entre lo verdadero y falso; lo real y lo imaginario. Esto se advierte en temas como: precios e inflación; indicadores de pobreza; Derechos Humanos; transparencia y corrupción; protección del medio ambiente; equidad tributaria; entre otros temas vinculados a la políticas públicas.  

Existieron recientemente dos hechos trágicos que permitieron percibir y desenmascarar el hiperrealismo vigente: 1) La llamada “tragedia de Once” (febrero de 2012). Un tren que a velocidad de trote humano no pudo frenar en la estación terminal y murieron más de 50 personas. 2) La inundación en La Plata por lluvia el 3-4-13 donde fallecieron una suma aún no precisada y que ronda las 54 personas.  

En ambas situaciones la construcción de hiperrealidad no pudo sostenerse y emergió a la vista de todos. Lo real desmoronó la hiperrealidad construida. Con esos hechos queda al descubierto la construcción de la máquina generadora de hiperrealidad y las razones de ello. Aquellas pesadas palabras que Baudrillard le dejo a Rodolfo Terragno: "que el oficio del político es seducir; esto es, abolir la realidadpara sustituirla por la ilusión”. Esas dos tragedias, que por absurdas (un tren a paso de hombre y una lluvia) son más reveladora del simulacro construido en torno al modelo de progreso y bienestar. Con los trenes se revela la inexistencia del Estado en su rol de controlar una concesión de servicio público –por complicidad o ineficacia- aunque la hiperrealidad no mostraba eso. En la inundación, el Estado no estuvo en la acción preventiva como la obra pública y la planificación urbana, y también fue “inexistente” en la emergencia frente a la necesidad de recursos materiales y humanos para auxiliar a la población. La habitantes de la capital del “primer Estado Argentino”, la provincia más rica del país (40 % PBI), a 55 km de la Capital de la República Argentina, conoció en carne propia la precariedad e improvisación que emergen ante la caída del simulacro. Los Platenses, tanto en el casco urbano como en sus periferias, se auto evacuaron, sobreviviendo en una planta alta, un techo, sobre una silla, una mesa. La única presencia del Estado fue por medio de más simulacros e hiperrealidad: mostrar a un Secretario de Estado –Berni- con atuendo para la ocasión sobre un bote mostrando liderar un preparado operativo de salvataje, que era inexistente. Precisamente, la hiperrealidad termina cuando la sociedad sufre aquella situación que la derrumba. Pero esas situaciones son diarias y no aisladas. La diferencia es que no emergen, no se revelan ya que no todas terminan en tragedia inocultable. 
Existe hoy una batalla político-cultural. Es cultural en torno a cuales son los valores democráticos y pacíficos. El conflicto existe desde que un grupo ha decidido construir un simulacro donde el sacrificio en la construcción de una Nación es arrebatado en su protagonismo a la sociedad civil (junto a sus instituciones democráticas) y retenido por un grupo político que actúa como corporación. Mientras, construye un discurso sosteniendo que la “corporación” son los otros. Lo hacen refugiándose en el Estado y el derecho “absoluto” de ejercer todo Poder a partir de un triunfo electoral. Así, el populismo en la versión Kirchnerista construyó “el relato” sobre una forma de democracia donde, investidos del mandato popular, toda acción originada en otras instituciones del sistema (Poder Judicial) que pudiese contradecir los actos del gobierno sería antidemocrática y destituyente.  
  
Entendemos que el Kirchnerismo también extiende el “simulacro” a esta idea de ser “nacionales y populares”, tan solo por recurrir a determinados signos de lo nacional y popular. Esto nos impide identificar al Kirchnerismo con otros movimientos políticos “auténticamente populistas” como los de Bolivia y Ecuador. 

4.- La crisis de la democracia. Promesas incumplidas: 
Frente al Kirchnerismo, debemos admitir que dejó al descubierto tres puntos críticos en debate desde el 2001 sobre los que se pronunció y actuó políticamente. Uno, es cómo los partidos políticos dejaron de representar a un vasto sector de la población; otro cómo la crisis económica y los efectos de la globalización neoliberal crearon un sector excluido del mundo del trabajo, sin representación sindical; y tercero la recuperación del Estado devenido en una cenicienta mal vista durante las últimas décadas, particularmente en los 90. 

Allí hay que admitir que esas tres problemáticas tienen hoy un amplio debate porque el Kirchnerismo actuó sobre ellas, independientemente del direccionamientos de sus políticas y del simulacro edificado en su propio interés. El resto de las fuerzas políticas no supieron afrontar esas problemáticas, ni representarlas. Recordemos que el gobierno de Fernando De la Rúa, siguió el modelo económico de los 10 años de Menem, e hizo campaña publicitaria sobre esa idea: “Conmigo un Dólar – Un Peso”. Los movimientos sociales crecían y marchaban lejos de la representación de los partidos tradicionales que no interpretaban sus y demandas. Y finalmente, todos quedaron atrapados por el neoliberalismo en sus dogmas, cuya falsedad solo fueron acabadamente registradas cuando en EEUU estalla la crisis financiera especulativa del 2008. 

La democracia y la república deben comprender que las sociedades están en movimiento, y que la contención debe ser amplia. Como se refiere en (Arditi-2005)19, en la medida que la política desborda su escenario convencional va creando un escenario polifónico cuyo rasgo distintivo es la presencia de múltiples espacios y formatos del intercambio político.  

Para ello, la Política debe ser dinámica, abierta, y entender que ya existen espacios de representación y acción política que sobrepasa a los partidos políticos. La sociedad civil organizada, los movimientos sociales, participan en la democracia para quedarse y disputar la escena política. El Estado tomó protagonismo político para abandonar el neoliberalismo. Todos estos conflictos que hemos señalado, tienen ahora una vía de expresión y reconocimiento. Es deber de “la política” y de una futura gestión entenderlo y acompañarlo aceptando la diversidad y pluralidad.  

Solo debemos asegurar que el sistema político –bajo la República- sea capaz de contener, de incluir a todos aquellos que en crisis emergieron, creando nuevos espacios de acción política. Para eso la política debe ser democrática, no corporativa, inclusiva, tolerante y con mecanismos de consenso que reconozca el conflicto sin exacerbarlo hasta ver en el otro un “enemigo”. Esta, es una idea que la Argentina reconoce por medio de su Constitución Nacional. Allí hay bases consensuadas donde todos disputan libremente su interés por que se les reconoce el derecho a hacerlo. La negación del derecho de algunos nos coloca en la posible violación de los derechos del otro. El pensar que una mayoría circunstancial que dura cuatro años puede estar sobre un ordenamiento jurídico votado por todos (Constitución Nacional) es contradecir las bases sobre las que se edifica la convivencia de un país.   

5.- Fin de ciclo con presentes griegos: 
El Presidente que asuma el 10-12-15 no será del mismo signo político. Tendremos un gobierno opositor al Kirchnerismo. Esto parece ser un hecho difícil de revertir. Y cada discurso y acción del actual gobierno no solo confirma esta idea sino que parece alentarla. El Kirchnerismo insinúa querer perder las elecciones porque estimaría que ese resultado es el mejor para sus intereses. Ello, por tres razones: 
1.- No tiene heredero de sus propias entrañas. Carece de candidato a Presidente y a gobernador de la Pcia. de Bs. As. que pueda concitar mínimamente el favor popular. 
2.- Los candidatos visibles del oficialismo no son Kirchneristas: Randazzo y Scioli. Si llegaran al Poder, cualquiera de los dos cumpliría la regla de oro dentro del PJ: construirían su propio proyecto erradicando al anterior. 
3.- Perder las elecciones significaría para el Kirchnerismo (en su estrategia) quedar como la referencia en oposición. Daniel Scioli como único oficialista que por encuestas disputaría el Poder, al perder las elecciones quedaría fuera de la política institucional. Y desde ese lugar el Cristinismo ortodoxo intentaría mostrarse como la alternativa para regresar al Poder en el 2019. Ante lo que sería un hecho consumado, el Kirchnerismo intentaría correr a Scioli (un infiel no Talibán) del centro de la política y así en la misma estrategia quedar como único referente opositor al futuro gobierno. 

Bajo las hipótesis descriptas cabe analizar la situación que deberá afrontar el próximo gobierno democrático.  
No podemos analizar la política únicamente desde lo que uno mismo haría. Las ideas y acciones de uno responden a formación, valores e intereses. Pero, estos no necesariamente son compartidos por “el otro”. Aquello que para nosotros sería inadmisible en política, para el otro podría constituirse en su mejor estrategia. No será la primera vez en la historia que un movimiento establece su mejor estrategia para favorecer sus intereses dejando tierra arrasada al que viene como forma de condicionar sus acciones. 

Los discursos y decisiones de Cristina Fernández de Kirchner muestran esa intención. Provoca, redobla la confrontación que polariza y que marca señales contrarias a lo esperado. Pese a la fatalidad del almanaque adopta medidas como si fuese a perdurar en el Poder.  

El ejercicio responsable en las políticas del gobernante que se va ha desaparecido del escenario institucional. Quien está abandonando el Poder por mandato constitucional está definiendo su acción de gobierno intentando saltear los próximos cuatro años. Prepara con su accionar un escenario político que trate de asegurar su retorno. Se exacerban los conflictos antes sembrando y se ignoran o posponen las decisiones sobre temas graves y urgentes. Así, se buscaría paralizar el margen de acción del próximo gobierno. Dejar una herencia minada de problemas de forma que el desgaste carcoma a la próxima gestión tratando de desatar los mil nudos que hoy se están armando.  

Las fuerzas de la oposición deberían contemplar esta estrategia y saber que en estos meses el Kirchnerismo consolidará su relato al mismo tiempo que esparcirá bombas de tiempo para bloquear al próximo gobierno. La estrategia del Kirchnerismo es tomar prisionera a la democracia, retener su libertad para que un nuevo gobierno pueda actuar o llevar adelante su proyecto.  

En el “relato” solo puede asimilarse la democracia a un gobierno de su signo. Siendo oficialista el Kirchnerismo representa a la democracia. Como oposición,  seguirán planteando los mismo, que ellos son la democracia y no la nueva mayoría gobernante. 

Bajo este análisis resulta indispensable establecer un inventario de la crisis. Determinar cuáles son los distintos problemas que afronta el país en la actualidad y que embargan el futuro. No hablamos de problemas que se producen en la dinámica del gobernar o como consecuencias de coyunturas que surgen a lo largo de los ciclos económicos y políticos. Se trata de inventariar aquellos que se profundizan como consecuencia de la mala praxis. Problemas que se evidencian y que por interés del grupo gobernante no son atendidos o peor aún, son negados en su existencia.  

Con el Kirchnerismo muchas de las actuales problemáticas eluden la aplicación de políticas correctivas por la necesidad de mantener “el relato”. La inflación, crisis del sector externo por los Holdouts, la caída del empleo y de la actividad económica, la crisis energética, el aumento de la marginalidad y el crimen organizado (no solo el narcotráfico), la agudización de la anomia en el cuerpo social, son problemáticas que deben ocultarse porque contradicen el “éxito del modelo”. El reconocimiento de “las crisis” implica la “negación” del supuesto éxito. 

El inventario debe responder a distintos criterios de clasificación. Y desde alli debe desprenderse la responsabilidad política y legal del grupo gobernante.  
La idea es revelar al pueblo argentino la verdad, cruda, que lleve conciencia sobre las consecuencias de falsear el sistema democrático y la malversación de la voluntad popular. Desmitificar el llamado “relato” que construyó un simulacro de desarrollo económico y de empoderamiento del pueblo. 

El accionar del actual gobierno sembrando problemas graves para el próximo –asumiendo que será de signo opuesto- con la clara intención de convertirlo en un fracaso que pre anuncie su retorno al Poder en el 2019, debe ser desenmascarado frente a la sociedad. Así, dar un mensaje contundente: la IMPUNIDAD no solo debe desterrarse desde lo jurídico, sino también en la POLITICA.  
 Si el próximo gobierno no establece las bases del fin de la impunidad política. Si no encara reformas estructurales en la forma de gestionar la política, sin dudas, será víctima del actual proceso y provocará decepción en su base electoral, repitiendo la frustración de la Alianza en 2001.   

II 
LOS DESAFIOS DEL NUEVO GOBIERNO DEMOCRATICO 
  
El pasado no se repite. Pero es importante como experiencia. En política el pasado de nuestro país es un libro abierto del que debemos ilustrarnos. Eludir determinadas decisiones en la idea de “todo pasa” sería un grave error. Me viene a la memoria mi primera ruptura con la ALIANZA ni bien asumió De la Rúa en diciembre de 1.999. Durante el gobierno de Menem se creó la “mayoría automática” en la Corte Suprema. Desde la oposición la UCR clamó en forma permanente por el juicio político o renuncia de los Jueces del máximo tribunal que respondían al PE. Al llegar al gobierno, el mismo día de la jura de los Ministros, el Dr.  Ricardo Gil Lavedra, como M. de Justicia visitó a la Corte Suprema de Justicia y les aseguró que el gobierno no accionaria contra ellos. El mismo día que el gobierno asumía tiraba por la ventana una postura clave sostenida con los años y que era un rasgo distintivo del modelo político que se pretendía sustituir. 

Cualquier gobierno no Peronista tiene su soporte en la opinión pública sin intermediación de corporaciones. La ruptura de compromisos se paga en forma directa frente a la sociedad. El apoyo que rápido se logra, con igual velocidad puede esfumarse. Confiar que se puede crear una “visión sobre la democracia” para gobernar y no cumplirla, es una lección que debe entenderse. En este sentido el futuro gobierno debe afrontar varios desafíos. Pero, todos deben dirigirse a poner fin a un estilo de gestión de la democracia que está agotado.   

1.- PRIMER DESAFIO. Cambio de agenda:  
El primer eje sería asumir el compromiso con la sociedad de construir un Poder democrático que luche frontalmente contra los principales flagelos que la afectan: * la corrupción, * la pobreza extrema, * el narcotráfico y criminalidad, * la violencia, * el centralismo político y económico. Estos temas son condicionantes de cualquier proceso sustentable de desarrollo que impulse un cambio en las condiciones de vida del pueblo. No hay política de empleo, distribución, inversión, sin atacar las problemáticas señaladas. 

Para combatir estas problemáticas se requiere de un fuerte consenso que lo sostenga desde lo institucional. El cumplimiento de los compromisos en llevar adelante una “agenda del interés general” gozaría de un fuerte apoyo popular. Contribuiría a revertir la anomia que impera en la sociedad. Pero debe quedar como alerta que no hablamos de “promesas de campaña” que el “todo pasa” permita borrar al asumir el Poder.    

2.- SEGUNDO DESAFIO. Consenso y coalición:  
Crear un fuerte consenso sobre un programa de gobierno sostenido por una “coalición de fuerzas opositoras”. Las discusiones ideológicas abstractas son parte de un ejercicio intelectual, a veces falso. Basta ver como se construyen consensos en Alemania y otras democracias estables donde Partidos conservadores y de izquierda participan dentro de un gobierno apoyando determinadas políticas. El desafío es coincidir en políticas públicas y dar apoyo parlamentario. Darle al Congreso su verdadero sentido para sumar diálogo y consenso. Desarticular el centralismo político resulta fundamental como sostén de la futura etapa democrática. La ausencia de una futura mayoría parlamentaria en un mismo partido marca la oportunidad de construir consensos y cumplir los mismos. Cualquier hipótesis de un futuro Presidente opositor tendrá un escenario en donde no contará con mayoría propia en ambas Cámaras, y si se tratara de Macri o Massa, además no contarían con gobiernos provinciales de su signo partidario. Por lo tanto, en un acuerdo amplio, la diversidad de la composición política de provincias y parlamento, actuaría como garante del cumplimiento de los programas y formación de consensos como práctica de gestión. Es un escenario donde el sistema democrático es el principal beneficiario. 

La crisis representa una oportunidad de cambio, y así debe analizarse. Es el momento de construir nuevas formas de consenso: 
1.- Gobiernos sostenidos desde los acuerdos parlamentarios. 
2.- Ampliación del espacio de participación democrático en la ejecución de políticas por parte del sector privado no empresario (ONGs), como forma de incentivar las fuerzas creativas y productivas de la sociedad civil. 
3.- Reconstitución del Federalismo como forma de ampliar las bases de participación. Descentralización mediante fuerte autonomía política y económica para permitir la conformación de “regiones” potenciando inversiones. 
4.- Garantizar la alternancia democrática desmantelando el clientelismo y constitución de feudos provinciales y municipales –con fondos públicos- eliminando las reelecciones ilimitadas.  

 3.- TERCER DESAFIO. Procesar los cambios sociales:  
Comprender que en la democracia Argentina luego de más de 30 años de experiencia los modos de pensar la política por parte de la población van cambiando. El bipartidismo ha dejado de existir. Esto obliga a pensar que no hay forma de constituir gobiernos hegemonizando el Poder sobre un único partido político. Esto se registra a nivel nacional y local. El liderazgo de una fuerza en determinada provincia no se autoabastece. Mucho menos para ganar elecciones presidenciales. Basta analizar la construcción del Frente para la Victoria. Con base en el Peronismo necesitó antes y ahora nutrirse de otros movimientos. El Peronismo se fraccionó fuertemente. Ya no hay un PJ o Peronismo, sino expresiones de este distribuidas en diferentes grupos. 

La crisis de la democracia de carácter universal nace a partir de la decepción popular por el incumplimiento de su “promesa central”: que los hombres y las mujeres comunes tendrán la posibilidad de ser más libres y grandes (Mangabeira Unger -2010)20.  

Aquella idea de “una vida mejor para todos” es víctima de los fuertes cambios de la globalización neoliberal que fue minando el “estado de bienestar” de la pos guerra mundial. Este proceso no ha sido procesado debidamente para contrarrestar sus efectos negativos y aprovechar el viento a favor que también genera (globalización a secas).   

El caso de España no puede pasar por alto. Luego de sucesivos gobiernos de dos fuerzas, PARTIDO POPULAR y PSOE, la decepción sobre ambos articuló rápidamente una tercera fuerza: PODEMOS. Este movimiento busca un nuevo consenso a partir del abandono de las fuerzas tradicionales. Todas las sociedades tienen movimientos de “indignados”, que pueden o no articularse en nuevos Partidos. Pero debe entenderse que desde hace años, aquí en nuestro país y en todo el mundo la sociedad civil está en movimiento. Busca nuevas formas de participación y de articulación. La política ya no es espació exclusivo del Estado y los Partidos.     

4.- CUARTO DESAFIO. Cambio de paradigmas:  
La ampliación de la visión política entendiendo que es hora de revisar y cambiar los paradigmas sobre los que hemos estado trabajando durante todo el S. 20.   

La argentina gira sobre sí misma. La política construye sobre ideas viejas como si el mundo fuese estático. Los paradigmas sobre los que se desarrollan los discursos parecen prescindir del factor tiempo. ¿Serán siempre los mismos porque los problemas de la sociedad y del país serían los mismos? Si esto fuese efectivamente así, ¿podría originarse en que los viejos problemas nunca fueron resueltos?. Entonces, podríamos sostener que, o los paradigmas demostraron no ser correctos o que las ideas aplicadas a partir de ellos no resultaron ser efectivas o suficientes.  

Si bien queda abierto el debate sobre si pudieron ser válidos en el pasado, ahora, hay menos dudas en cuanto a que el mundo y la sociedad han cambiado y por eso se necesita una nueva forma de pensar. Respecto a este esbozo teórico, nos encontrarnos en la actualidad con verificaciones empíricas diversas que dejan entrever como la política se aferra a paradigmas prescindiendo del tiempo y transformaciones. Así, los políticos son empujados a un ejercicio del slogan que pasa a ocupar el lugar que tenía la ideología. De esta forma aquello que llamábamos ideologías, paradigmas, se fueron convirtiendo en un simple decorado primero y luego en “simulacro”. Ello, resultado de la crisis de la cultura y de los sistemas ideológicos  que llevarían a la preeminencia de una dimensión pragmática de la política, de una política hecha de cosas y no de ideas, orientada a obtener resultados técnicos más que a sistemas coherentes (Perniola-2011)21.  

¿En qué contexto tecnológico y de relaciones económicas se sigue diciendo “hay que industrializar”? ¿Qué mundo imaginamos los próximos 20, 30 o 40 años que el 100 % de la apuesta económica futura del país se hace sobre Vaca Muerta? ¿Cómo vemos el futuro de una sociedad donde cada generación es menos educada y más precarizada desde lo laboral? ¿Entendemos que frente al cambio climático la preservación y reproducción de recursos naturales se convertirá en el principal activo de la economía de un país?. Estos son apenas algunos temas ausentes del debate y lógicamente sin propuestas. 

Los Partidos hablan de futuro sin haber procesado el pasado reciente. Por lo tanto se construye un discurso para el futuro desde ideas de un mundo pre-globalización. Se habla a una sociedad que no tuvo forma de huir al impacto de la globalización que fue comiendo las conquistas del S.20. No se ha debatido esos cambios. Se los observa, se los critica, pero no se debate el “día después” y por eso no se ven las ventanas que se abren para construir una nueva economía (paradigma ecologista) y una sociedad más democrática22 

5.- QUINTO DESAFIO. Ejes para un modelo de economía-democracia:  
El simulacro debe sustituirse a partir de ejes que establezcan una democracia participativa y una economía sustentable. Los nuevos paradigmas establecen la necesidad de abandonar la segmentación de los problemas. Se requiere una nueva visión “holística” que comprenda el todo. Donde resulte inescindible en la construcción política contemplar la relación “Democracia = Ecología = Bienestar = Desarrollo”23. Por eso se sugieren cinco ejes como plataforma del cambio.  

* Sociedad civil como sujeto activo en la participación democrática articulando desde el estado la fuerza solidaria, participativa y creativa de las ONGs. 

* Tecnologías de la información como instrumento para formar redes, donde oferta y demanda de servicios y trabajo se vinculen (compra en tu barrio, trabajo en tu barrio, sistemas de capacitación localizados en el barrio). 

* Energías y economía sustentables: apoyo a la producción de tecnologías de las primeras (Energías verdes; arquitectura y construcción ecológicas; mercados de materiales reciclados); difusión del uso de las mismas. Educación para el uso y consumo de recursos naturales. Tratamiento de la cuestión alimentaria dentro de los sectores más pobres para producir sus propios alimentos. 

* Reconocimiento de problemáticas que conspiran contra el orden democrático bajo un enfoque social y no policial. Son los flagelos que agobian hoy a gran parte de la sociedad, especialmente a los sectores más pobres: * aumento de criminalidad, * violencia doméstica y escolar, * la droga como adicción y como tráfico, * contaminación ambiental. 

* Avanzar hacia una concepción amplia en materia de Derechos Humanos, no sectorial, si universal. Reconociendo que la corrupción –estatal y del sector privado- viola las condiciones de vida del pueblo privándolo de recursos necesarios para hacerla sustentable. Afectando esto a los sectores más vulnerables24  

III 
LA HORA DEL SACRIFICIO, NO DE LA ESPECULACION  

Nos hemos ocupado a lo largo de este trabajo en reflejar el estado crítico de la sociedad argentina al consolidarse un simulacro, donde desde 1983 –con todas sus crisis- se intentó construir una democracia real, participativa, sólida. Una democracia que permitiera la realización de cada habitante ya que de eso se trata el sistema: un espacio de realización personal en libertad. Más que nunca debemos rescatar una injustamente malversada frase de Raúl Alfonsín:  
“Con la democracia se come, se cura y se educa” 

Jamás un político pudo sintetizar tan fácilmente un concepto de democracia con su finalidad. De eso se trata. De lo que quiere la gente común. Los políticos son solo personas que ejercen una representación impulsados por vocación. Pero, el problema argentino es que la democracia fue convirtiéndose en el espacio de interés del político. Aun cuando este se contrapone al interés del hombre común. El sistema institucional y jurídico de la democracia se fue desviando desde hace algunos años para cumplir con la ambición personal o grupal de “los políticos”. Las crisis económicas y los flagelos sociales impactan en el hombre común, pero no rozan el estilo de vida de “el político”. Se ha ido construyendo una idea de la política cada vez más abstracta y más alejada de la vida del pueblo. La democracia es el pueblo, y sus representantes, no los representantes a espaldas de los problemas de la sociedad. La desconfianza, la decepción, el rechazo del hombre común no tiene origen en un virus, sino en lo que sus sentidos perciben, lo que sus ojos ven. 

Lo que no se dimensiona por parte de los políticos es el riesgo en que se pone al sistema al malversar su esencia. El pueblo ya no cree que con la democracia se come, se cura y se educa. Y, esa decepción es el gran fracaso del sistema político. Esa situación provocó tragedias en otros tiempos. Llevó a Alemania a sumergirse en el nacionalsocialismo y en nuestro país, la frustración trasladada en violencia en las calles abona un campo fértil para cualquier experiencia autoritaria. El Chavismo, fue la consecuencia de la decepción del pueblo venezolano con el proceso previo de una institucionalidad que toleraba la corrupción sin límites.  

La experiencia populista Argentina –aquí catalogada de simulacro- muestra que los márgenes de violencia y exclusión trasformaron las bases sociales. La anomía es otro resultado del descreimiento y la impunidad consolidada desde el sistema político. Hoy el Estado no controla parte del territorio, en manos del narcotráfico y otras expresiones de la vida criminal. Y, en ese territorio el pueblo es prisionero, sin respuestas. Lugares como Puerto Madero –ámbito donde muchos políticos se mueven cómodamente- ya no son un barrio donde de vive un sector social de altos ingresos, sino un espacio fuera del territorio social del resto de la Argentina. No es otro barrio. Es otro país. 

Por lo tanto el momento del país no admite la “hipocresía política”. La falta de lectura de los problemas de la sociedad y de los riesgos de agravamiento con las posibles consecuencias para la salud del sistema, son asimilables a los del sistema de producción y consumo frente al cambio climático. Las consecuencias en no implementar cambios drásticos nos están llevando a un punto sin retorno. 

Muchos están congelados en 1983. Ven a la sociedad como si se tratara la misma. Como si nada la hubiese pasado a esa sociedad para que ya no pensara igual. En más de 30 años de democracia continua, no solo se fueron generaciones y nacieron nuevas, sino que hubo cambios profundos en las relaciones humanas. Nada es igual a 1983. 

Esta sociedad necesita una visión política que la represente, que la interprete, que guie los cambios para que volvamos al camino donde logremos que en democracia se coma, se cure y se eduque. 

La sociedad necesita de una nueva forma de gestionar la política. Que la agenda y el interés de representación se vincule a estos problemas que la acosan cada día. Si continuamos con sistemas que permiten las eternas reelecciones seguiremos viendo como el interés del gobernante es armar las instituciones y leyes para garantizar su permanencia. La feudalización de la política en el interior del país y en el conurbano bonaerense son el reflejo más brutal de política para los políticos y no para la gente. 

La forma de romper este sistema es construir un fuerte consenso donde el equilibrio prime en la construcción de un Poder democrático y que el sostén sea el cumplimiento de los compromisos asumidos. En una coalición equilibrada el liderazgo se sostiene desde el consenso. No hay oportunidad para cambios estructurales que acaben con la corrupción, la pobreza extrema, la criminalidad y la anomia social, sin ese consenso equilibrado por una coalición amplia.  

Puede entenderse los reparos que muchos pueden tener como concepto o preconcepto de formar coalición con determinadas fuerzas, pero debe primar el sacrificio e inteligencia en acordar políticas, sin entrar en debates abstractos. No hay transformaciones sin alcanzar el Poder. La diferencia en el plano ético no está en el debate abstracto de “derecha o izquierda” sino en la finalidad con la que se busca gobernar, y claro está en las propuestas que se implementaran en la gestión. 

Las advertencias aquí señaladas no son para quienes de buena fe pueden disentir con determinadas alianzas. Pero ellos, deben analizar la oportunidad de terminar con el feudalismo político que nos ha llevado al estado de país que hoy tenemos. Terminar con el centralismo y construir consenso democrático y federal.  

Pero, no es lo mismo aquel que libremente puede disentir, de aquel que ha sobrevivido beneficiándose del sistema actual y que se esconde tras un falso debate ideológico “derecha-izquierda”. Aquellos que con relaciones subterráneas con el oficialismo de turno encarcelan las estructuras partidarias para limitar la representación democrática a un pequeño círculo de amigos que luego enmudecen frente a las penurias populares. Aquellos que quieren una democracia de partidos chicos que puedan gestionarse y ser funcionales a sus intereses, no de los afiliados y pueblo en general.  

Las oportunidades de cambios radicales en la política no son muchos. En 1983 fue una de ellas y bastante se hizo. ¿Es arriesgado?. Decididamente sí. Pero hoy, 32 años después, la sociedad exige otro sacrificio en la construcción de la democracia sin lugar a especulaciones personales o grupales. El tiempo dirá si estas propuestas resultan acertadas o no. Pero, jamás se podrá decir que responden a la especulación o al temor. La política es vocación y sacrificio y esa es la verdadera herencia que debemos custodiar.  
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