Gerónimo Ahumada habló con Segunda Mañana de Canal 26 y relató el trágico momento que le tocó vivir junto a su esposa Romina Silva y sus hijas, Daiana y Agustina Ahumada, el pasado jueves cuando los cuatro llegaron, para pasar dos días de vacaciones, en la villa veraniega que sufrió el alud.
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http://www.26noticias.com.ar/catamarca-el-alud-mato-a-mis-dos-hijas-y-a-mi-esposa-184231.html
Gerónimo Ahumada, contra todas las posibilidades que la lógica avala,
fue arrastrado por el alud que impactó en El Rodeo y salió airoso para
contarlo. La masa de agua, piedra y barró lo llevó a 4 kilómetros del
lugar donde había acampado, en el Balneario Municipal. En la correntada
perdió a sus dos hijas y su esposa pero el logró sobrevivir luego de una
tortura que, en teoría, un cuerpo humano no debería soportar.
Esta es su historia, relatada en primera persona.
Señales
No quedé internado días ni nada. Es bastante largo de contar todo, mi
desgracia, recuerdo cada cosa. Esto no es ganas mías de ser protagonista
de nada, ojalá no hubiese sido protagonista, esto no es ganas de tener
radio ni nada. (...)Simplemente tengo la necesidad de contar algo. Algún
día voy a tener contarlo con lujo de detalles. Por lo pronto te voy a
contar a grandes rasgos.
Nosotros somos de acá, fuimos por desgracia ese día para pasar ese día
en familia. Llegamos con muchos percances en el camino que quizás hoy
pensándolo frío eran señales de que no debíamos ir porque nos pasaron
tantas cosas. Perdimos el colectivo, salió antes de tiempo porque estaba
lleno, esa fue la primera cosa.
Nos quedamos a esperar el segundo que salía a las dos horas. (...)
Al llegar a la Amengual, antes de que el colectivo gire para ir hacia
la Ocampo el colectivo se rompe. Entonces la miro a mi señora y le dije
“parece que se rompió el colectivo”, todos le decían cosas al chofer.
Nos tuvieron media hora en el calor. Por eso le digo (...), mirando
hacia atrás uno dice lo más lindo hubiera sido bajar y decir “por algo
pasa esto, me vuelvo a casa”. Si uno lo hubiera sabido. Así comenzó toda
esta pesadilla.
Habremos llegado cerca del mediodía llegamos a El Rodeo. Nos hicimos
amigos de una gente en el viaje. Nos sacamos fotos con ellos y las
subimos a Facebook. Paramos en el Camping Municipal. Fuimos al río,
fuimos a la pileta, pude jugar con mis hijas y pasar los últimos
momentos con ella.
La verdad es que nadie jamás llegó al Camping. Escuché rumores de que
un baqueano había llegado a avisar y nadie le dio bolilla. Eso no es
cierto, a menos que alguien nos haya ocultado esa verdad. Espero que no
sea así por el cargo de conciencia para esa persona.
(...) Después se cortó el agua primero. La gente estaba ofuscada porque
tenía que ir a sacar agua del canal para bañarse. Había que ir a sacar
con tachos, los baños estaban llenos. Fue una odisea bañarse, para mi
señora y mis hijas. Tuvieron que esperar y hacer cola por una hora hasta
que lograron ducharse las tres.
(...) Luego empezó a aproximarse una tormenta pero nunca llovió en El Rodeo. Amenazaba y amenazaba pero no llegaba nada.
Yerba volcada
Mi señora tenía miedo de los truenos, era muy temerosa con esas cosas.
No quiso quedarse ahí y se sentó en el quincho del negocio del Balneario
donde está la mesa de pool. Había mucha gente jugando al pool y
escuchando música fuerte. Conseguí tres sillas, las hice sentar y les
dije que se quedan quietas, que yo ya salía de bañarme. Entonces salí de
ducharme, me fui a la carpa y la luz se cortó. No me veía las manos,
porque estaban tan oscuro y es campo, no había ni luna siquiera al estar
nublado.
(...) Habrán sido las 11 de la noche, entonces salgo de bañarme, y les
digo “me voy a la carpa a cambiarme y vengo, y vemos qué hacemos, si nos
vamos a verlo a Abel Pintos, o nos vamos a hacer algo a la villa, o nos
vamos a dormir a la carpa”.
Se cortó la luz de vuelta, todos se asustaron y ya se había cortado el
agua. Caían rayos cerca pero agua no como para decir que va a caer una
tormenta, y se veía que para el cerro era la cosa. Entonces me voy a la
carpa, las dejo seguras dándoles todas las indicaciones, de paso fui a
buscar una linterna.
Cuando entro en la carpa y busco la linterna, vuelco sin querer un
paquete de yerba. Mientras estaba juntando la yerba, noto que empiezo a
vibrar el suelo. Pero vibraba como loco, parecía un temblor, eso parecía
un temblor, un sismo y cada vez más fuerte. Yo por instinto dije “se
viene una creciente”. Fue horrible el temblor.
Pegué un salto con el cierre apenas abierto de la carpa y vi a unas
mujeres que estaban charlando, y había unos hombres que habían llegado
recién y gente durmiendo en el interior de las carpas y entonces les
grito “me parece que es creciente”. Las chicas me miran y me dicen “no,
deben ser los truenos”. “No”, les digo, “eso es una creciente, sentí
como vibra todo, yo me voy, es una creciente”.
Y salí corriendo y ellas cuando vieron que yo corrí lo tomaron en
serio, o será que escucharon también el bramido, quizás a mí lo que me
ayudó fue estar solo y en silencio dentro de la carpa.
Estampida
Entonces empezaron a correr y miré detrás mío ya venía mucha gente
corriendo, osea me habían hecho caso. Pero como le digo, habrá quedado
no sé cuanta gente, había gente grande. Lo primero que hice fue ir
corriendo a buscar a mi esposa y mis hijas, habrán estado a unos
cienmetros. Deben ser los cien metros más rápidos que corrí en mi vida,
yo soy pesado, tengo 112 kilos (...) pero corrí tan rápido, no sé,
descalzo. En dos segundos estuve donde estaban ellas.
Cuando toda esta gente que estaba en la cantina nos ven venir corriendo
se pararon todos estirando el cuello como diciendo “qué pasa” y
seguramente ellos no sabían nada porque por la música y por el ruido y
la charla quizás no habrán escuchado la vibración de la tierra, no la
habrán sentido y nunca la iban a sentir quizás ya teniéndole encima. Yo
me acuerdo clarito cuando iba llegando, todos parados mirando, entre
esos mi señora y por atrás mío yo me daba vuelta y todos venían
corriendo, un montón de gente, y eran ya gritos desesperados de mujeres,
varones, “para dónde vamos”, se gritaban y se ayudaban. Entonces yo la
hablo a mi mujer y le digo “Romi, vení le digo”. “¿Qué pasa?” me grita.
“Creciente”, cuando me escuchan todos empezaron a gritar y entraron en
pánico todos lo que estaban en la cantina también y cada uno a correr
con sus familiares.
Le pedí una de las chiquitas a mi mujer, la alcé en brazos para que
corramos más rápido. Y empezamos a correr, y yo a calcular en los
segundos que tenía cuál era el lugar más seguro.
“Miro a la izquierda”
Mi instinto me decía que busque un lugar alto, y se me ocurría que
seguir derecho hacia abajo era suicidio, tratar de seguir para buscar
porque había un puente, pensé “no me va a dar tiempo” y miro hacia la
izquierda. Está el camping hacia la derecha y yo miro hacia la izquierda
y veo en diagonal a las piletas las luces de una casa, que yo durante
el día nohabía visto.
Recién por las autoridades, supe que era de Sergio Díaz. Cuando veo las
luces de la casa le digo “vení, vení”, mi mujer me dice “nos subamos al
árbol”, había un sauce, un árbol bien grande. Le digo “no, porque nos
va a caer un rayo arriba del árbol”.
Yo había escuchado que lo más aconsejable cuando hay tormenta eléctrica
es buscar techo, y yo hice caso a eso. Le digo “vení a esta casa”. “¿Y
si nos retan?”, me dice. “No, si esto es una emergencia”. Llegamos a la
casa a los gritos, la hice pasar primero a ella, le pasé las chiquitas
por arriba del alambrado.
Entonces empezamos a golpear desesperados las ventanas hasta que
abrieron asustados. Nos atendió la mujer del dueño de casa. Era él, su
señora y su hija pequeña de cinco años.
Nos dice asustado: “¿Qué pasa?”. Entonces mi señora les dice “por
favor, ayuda” y yo les digo “Viene creciente”. Es como que desconfiaban y
me dicen “¿seguro?”. “Sí, si no me cree recibame las chiquitas nada más
y dejame afuera pero recibime las criaturas”, les dije.
“No, no, no”, dijo el hombre y abrieron las ventanas y salió el hombre y
fueron muy amables, no nos corrieron, no nos dijeron nada. Nos abrieron
las puertas, nos hicieron pasar y el hombre con todo, el hombre era
pura serenidad, se lo veía bastante seguro de sí mismo.
El preludio
En eso me dice el hombre “Vení, quedate tranquilo pero vení a mirar una
cosa, vos solo”. Me llama para el porch de la casa, me dice “mira allá
abajo” y me señala. Entonces yo miro horrorizado y era un río que cubría
todo el camino por donde habíamos venido, todo el camino lateral del
camping por donde un transita para llegar a las carpas.
Era un río negro, turbio, que arrastraba autos como si fueran juguetes.
Eso me quería mostrar el, ahí me creyó que venía una creciente. Me dijo
“mirá, allá va”, y me lo decía como si fuera algo lejano que no nos
tocaba nunca. Y me acuerdo clarito la figura de una camionetita que la
llevaba dándole tumbos y las alarmas sonando y las arrastraba como si
nada y otros autos más.
Ahí recuerdo haber visto gente que llevaba, no veía con tanto detalle.
Entonces le digo “Dios mío, ¿para acá no va a llegar la creciente,
amigo?”. Y me dice “no, acá no llega, tranquilo, vení ayudame a abrir
puertas y ventanas, vamos a tranquilizarnos”, con toda serenidad.
Entonces le empiezo a ayudar. En lo que abrimos puertas, abro una puerta
del fondo de la casa
Resignación
Le dije “por acá pasa agua” y me dice “no, no, esa no entonces,
cerrala”, y la cerramos. Eso me pareció llamativo. A los segundos veo
que empieza a colarse agua por debajo de las puertas, y él se apuraba a
abrir para que el agua corra. Ya era agua negra, con barro, agua espesa y
le digo “amigo, usted me dijo que para acá no llegaba”. Ahí me acuerdo
que él empezó a perder la serenidad y la seguridad que había mostrado.
Ahí empezó a dudar si estábamos bien ahí, él también tenía su familia en
juego, lógicamente, no era sólo la mía.
Entonces la mujer de él nos dice “te juro que esto nunca nos pasó”.
Entraba más agua negra pero todavía no nos llegaba a los tobillos y la
mujer decía “Sergio, ¿qué hacemos?”. El hombre empezó a perder la calma,
estaba igual que yo, iba y venía de un lado al otro, estaba
desorientado. Entonces le pregunto qué era lo más alto que tenía ahí y
me dice “el techo”.
“A ver, vení, veamos cómo está afuera”, me dice. Cuando nos paramos,
siendo que unos minutos atrás había estado mirando abajo la creciente
que pasaba lejos, nos paramos en el umbral porque era ya un río afuera.
Hasta la casa había subido el agua. El tipo me mira y no me voy a
olvidar la cara de resignación, ahí se entregó y me dice “ya es tarde
hermano, no podemos hacer nada”. “No”, le grité, “vos me dijiste que no
llegaba acá”.
Pero él se dio cuenta que sí llegaba, y me dijo que era imposible
salir. “Nos lleva si salimos, nos quedemos acá”. Ahí yo me ocupé de mi
familia, las mujeres estaban en la habitación de ella. Entonces yo le
empecé a gritar para quedarme con ellas y calmarlas. Ahí se corta la
luz. Busqué una habitación y nos metimos en el baño. No teníamos
linterna ni nada porque no logré sacar nada de la carpa, salí corriendo
solamente.
El ventiluz
Yo la tenía agarrada de la cintura a mi señora, ella tenía agarrada a
las criaturas. Nos paramos y le digo “acá hay un ventiluz”. Era chico,
alargado, de madera gruesa y pesada. Yo pensé que el agua iba a subir
hasta cierto punto y después iba a desocupar la casa y listo. Es
aguantar. Entonces con mis manos rompí el ventiluz a trompadas, no
sentía dolor. Entonces pensé que por ahí íbamos a respirar.
Recuerdo que en vez de mermar, todo aumentaba. No aplacaba, yo pensaba
que tenía que pasar pero era más violenta la entrada de agua. Se
escuchaban piedras que entraban rodando, parecía que se caía una loma y
las piedras entraban a la casa, chocaban las paredes. Se reventaron los
vidrios.
Yo las sostenía a ellas tres. La mujer detrás mío gritaba el nombre
“Sergio”, no sabía si lo había arrastrado la corriente. Ella lo llamaba
desesperada y pedía que alguien ayude a su hijita.
Adentro crecía más el agua y ya las iba a tapar a mis hijas también. El
agua ya me daba en la cintura a mí. Todo se ponía más violento, el agua
seguía subiendo. En el piso se acumulaba más arena y yo me acercaba más
al techo. Y le dije “andá escalando”, y ya estábamos todos a la altura
del ventiluz. Los azulejos empezaron a despegarse, eran como disparos,
capaz por la presión del agua. Creo que me pegaban en el cuerpo, no
recuerdo haber sentido dolor. Todos rezábamos a los gritos. Mi hija, la
más grande me acuerdo que decía “No, Dios, por favor, ya está”, pedía y
pedía por la ventana.
La correntada
(...) Le dije a mi mujer al último que nos larguemos porque me llegaba
el agua al cuello, yo ya las estaba sosteniendo sobre el ventiluz. Le
dije “me ahogo como una rata, nos larguemos los cuatro pero no nos
soltemos. Agarra bien las chiquitas, nos agarremos bien y tenemos una
esperanza afuera”. Ella se resistía y yo le decía, “dale, confía en mí”.
Todos agarrados. Nos largamos del ventiluz, caemos al agua, y nos
arrastró la correntada en bajada, porque la casa estaba en alto. En eso
que nos llevaba la correntada me di un golpe con un árbol, o una piedra,
no sé.
El golpe me las arrebató de las manos, ahí fue cuando yo las solté, por
el golpe, sino jamás las hubiera largado. Cuando recibí el golpe no
quedé inconsciente y manoteé para el lugar donde estaban pero no había
caso. Me pasó ropa de alguien u otro cuerpo y pensé que era una de ellas
y quise agarrarla.
4, 100
Ahí me empezó a arrastrar el agua a mí. Y ahí fue una pesadilla de
golpes y de luchar para sobrevivir. No había manera de nadar, pararse o
agarrarse. El instinto me llevaba a agarrarme de cosas, y si lograba
agarrarme de una rama la misma agua me quitaba con la potencia y la
violencia que tenía.
Habré chocado no sé en cuantas piedras, tengo cortes profundos, golpes,
tengo moretones más grandes que una pelota de fútbol en la espalda.
Tengo raspones profundos, me duele pararme, me duele acostarme. Estoy
muy golpeado de los pies, tengo hinchado, me arrancó pelo de la cabeza.
Me dejó como si me hubiesen rapado con una máquina.
A todo esto, era barro que me entraba por la boca, me tapaba y no me
dejaba respirar. Yo de alguna manera lo iba expulsando y a veces los
mismos remolinos me llevaban al fondo y me sacaban a flote. Y cuando
salía a flote aprovechaba para escupir el barro que tenía en la
garganta, no sé en lo pulmones, y me volvía a llevar al fondo, por un
costado y otro. En un momento me clavó en unas raíces o un árbol, no sé
que era, ahí ya creí que me moría porque no me podía soltar. Y luché
tanto que me logre zafar con el último aire.Ya tenía tan tapada la
garganta que me entraban como hilitos de aire para apenas aguantar. Era
casi imposible respirar. Seguían los golpes y no paraba. En ese momento
yo me enojaba con Dios y le decía “conmigo no vas a poder, a mí no me
vas a llevar”, mil cosas decía en mi delirio y estando consciente.
Gritaba enojado y después ya le suplicaba con cambios de ánimo ahí y en
plena consciencia de cada cosa que pasaba. Por momentos le decía “ya
está, por favor te lo pido, listo, perdón”, porque lo tomaba como un
castigo. Hablaba y tragaba agua.
Y así, según dicen, fueron cuatro kilómetros de lucha. Porque los policías decían que me encontraron. Para mí fueron 100.
Hecho fortuito
Para peor, tengo conciencia de cada golpe que me di. En un momento me
agarré de una piedra grande pero el agua era tan fuerte que la movía de a
poquito y me agarró la mano con otra piedra. Los párpados los tenía
llenos de barro, como borra de café. En el río había relámpagos y podía
ver algunas cosas.
Llega un momento en que por un hecho fortuito, una suerte, la creciente
agarró por la derecha río abajo y hacia la izquierda había pasado. Yo
me quedé agarrado ahí.
Entonces cuando caigo en ese lugar me agarré fuerte y me sentía seguro.
Quería pararme pero sentía que se me iba a salir la rodilla para el
costado. Entonces logro acomodarme arrastrándome, me hacía frío, me vi y
estaba desnudo. Pensé que tenía las piernas quebrajeadas, sentía que me
crujían los huesos en todo el trayecto. Pensaba “pierna quebrada”,
hasta eso calculaba. Por esas cosas de la vida levanto la cabeza y veo
un hombre parado al lado mío. Creo que no me había visto a mí. Yo le
grité “ayuda”. Me dijo “¿quien sos?” y le respondo que soy Gerónimo. Me
dice “vamos a la civilización”, pero le digo que no me puedo parar, le
pedía agua. Él me dijo que iba por ayuda, chiflando, y demoró una hora.
No lo volví a ver al hombre, pero sé que no había sido arrastrado por la
corriente.
“Gerónimo”
Gritaba y gritaba, acostado sobre una piedra en declive que estaba
calentita como el capot de un auto. Ya me estaba quedando dormido cuando
sentí que mi mujer me gritó, fuerte como despertándome. Gritó
“Gerónimo”, me asustó y me desperté. Como cuando uno hace fiaca en la
cama y ella me hablaba bien las primeras veces pero después al último
entraba y me hacía asustar y me gritaba “Gerónimo”. Cuando ella gritó no
pensé en apariciones, o almas, pensé “sobrevivió y me está viendo”. La
buscaba girando la cabeza pero no la encontraba. En un momento giro la
cabeza y veo unas linternas de LED, como que ella me despertó para que
la viera. Intenté gritar pero no me salía nada, hasta que logré pegarles
dos gritos y vi las luces que se movían como si vinieran corriendo.
Cuando llegaron se pusieron contentos, me felicitaban porque había
sobrevivido. Entre los dos como pudieron me levantaron y me llevaron un
trecho largo hasta una camioneta, me decían que no tenían camilla,
cruzamos un alambrado y después llegamos. Me dieron agua, tomé medio
litro, escupí tapones de barro.
El futuro
En el hospital me bañaron, me lavaron, me hicieron radiografías. No
tengo fracturas, nada, me duele todo pero la doctora Dorado del hospital
me dijo que no tenía nada.
Tenía la esperanza de que ellas se hubiesen agarrado de algo. Cuando me
dijeron que había muerto mi hija mayor fue un dolor enorme para mí.
Estuvimos de velorio ese día, después al otro día me dicen que habían
encontrado el cuerpo de mi hija más chiquita, eso me partió el alma.
Otra vez velorio, otra vez sepelio. Y después me dicen que encontraron a
mi señora. Preferiría que me torturen todos los días, que me operen sin
anestesia el corazón, que me saquen las entrañas pero que me devuelvan a
mis tres amores vivos.
fuente: http://www.elesquiu.com
Casa donde se refugió con su familia al salir corriendo