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viernes, 23 de febrero de 2018

“Un sátiro suelto en Santa Cruz”, por Federico Andahazi

Segunda parte.

El escritor contó la segunda parte de una de las historias más terribles de la Patagonia

Federico Andahazi“Después de tres abusos, el último a la mismísima ahijada del jefe de la Policía, por fin, lo pudieron atrapar. Para sorpresa de la población, resultó que el pervertido era el oficial Gómez Rouco, Segundo Jefe de la Policía, que escondía su identidad bajo un pasamontañas negro”

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Segunda Parte
Alfredo, ayer comencé a contarte una historia poco conocida que ocurrió en el año 1982 en la provincia de Santa Cruz.
Repasemos: hizo su aparición en la tranquila Río Gallegos, un personaje temible: “El sátiro del pasamontañas”. Así bautizaron los medios al primer violador serial de la Patagonia, porque atacaba sexualmente, de manera brutal, a sus víctimas, mujeres menores, con la cara cubierta.
Después de tres abusos, el último a la mismísima ahijada del jefe de la Policía, por fin, lo pudieron atrapar. Para sorpresa de la población, resultó que el pervertido era el oficial Gómez Rouco, Segundo Jefe de la Policía, que escondía su identidad bajo un pasamontañas negro.
Te decía que el fiscal del caso fue Rafael Flores, un gran abogado y una gran persona, y que ejerció una acusación impecable contra el policía violador. Te decía también que Flores ya conocía al tal Gomez Rouco porque él mismo había sido objeto de un torpe intento de espionaje por parte del policía. Así me lo relató el propio Rafael Flores al entrevistarlo para mi libro “Pecadores y pecadoras”:
“Yo lo había tratado anteriormente a Gómez Ruoco porque él se presentó en mi estudio una tarde. Era un tipo lúcido, educado. Había llegado hacía poco a Río Gallegos y, con la excusa de presentarse, en realidad me estaba interrogando, quería saber en qué andaba yo, si hacía política. Esto durante la dictadura. Era un evidente trabajo de inteligencia; pero resultaba hasta divertido, era muy evidente, así que yo le contestaba, le contaba.”
Pese a la certeza de estar acusando a un oscuro personaje de la dictadura militar, Rafael Flores no sólo tuvo la valentía de sostener su posición ética y jurídica, sino que soportó estoicamente los argumentos de la defensa del oficial abusador.
El violador, por su parte, había contratado para su defensa a un estudio jurídico que solía patrocinar a las grandes empresas de Río Gallegos. El abogado del abusador apeló al repertorio de las artimañas jurídicas, de los fríos tecnicismos y de las chicanas descalificatorias. Entre otros destemplados argumentos, el bufete de abogados contratado por el violador adujo que, de acuerdo con las pruebas obrantes, “sólo” podía probarse que el acusado había obligado a las víctimas a practicarle sexo oral y que, eso no constituía violación. El testimonio de Rafael Flores sobre aquel episodio resulta vital para la reconstrucción del juicio, ya que, según él mismo aclara, no quedó registro escrito de la polémica entre la acusación y la defensa.
A propósito, el entonces fiscal de la causa, recordó: “Yo sí, en ese caso, lo acusé a Gómez Ruoco como violación. Consideré que ése punto era violación, pero la polémica no fue escrita, sino verbal”.
El argumento de la defensa insistía en el hecho de que la obligación a practicar sexo oral forzado no constituía violación. Este argumento, éticamente inaceptable, no sólo agrega humillación al abuso, sino que ofende a la víctima, vulnera su integridad moral y suma daño anímico al tremendo daño físico. De hecho, es una argumentación cuya lógica reside en culpabilizar a la víctima para exculpar al victimario. Frente a los tecnicismos irritantes de la defensa, Rafael Flores, mientras escuchaba al abogado defensor, se indignaba en silencio. Sobre aquella polémica, evocó: “Es una discusión técnica que a mi siempre me pareció indignante. Era una discusión que no podía existir. Yo tengo dos hijas y pensaba en ellas, ¡mirá si no voy a decir que a mi hija la violaron!”
Entonces, en un determinado momento, el fiscal no pudo evitar interrumpir al abogado defensor del policía violador para apelar a su conciencia: “¿Qué hubiera pasado si a tu hija le hicieran esto, hubieras dicho que a tu hija la violaron o no?”
Finalmente, a pesar de los tecnicismos del defensor, se hizo justicia. El tribunal, escuchando los argumentos del fiscal ad hoc y en vista de los horrendos abusos cometidos por el oficial Gómez Ruoco, dispuso condenar al acusado a 19 años de prisión, una pena muy cercana a los 22 años que había pedido Rafael Flores.
Como era de esperarse, la reacción de los apólogos de la dictadura militar no se hizo esperar. Flores recuerda que no bien se enteró del fallo, un juez a cargo de un juzgado Federal lo increpó con dureza. Así me lo contó:
“Cuando llego al juzgado, me dice la secretaria: “El juez quiere hablar con usted”. Entro en el despacho del juez y ahí empezaron los gritos: “¡Vos sos un hijo de puta, por culpa tuya condenaron a un héroe de la lucha antisubversiva!”. Esas fueron sus palabras textuales referidas a Gómez Ruoco.”
No caben dudas acerca de la semblanza moral del policía en cuestión: un comisario violador que había abusado de varias menores y, por añadidura, cumplía tareas de espionaje y represión para la dictadura militar. ¿Quién había asumido la defensa de este primoroso personaje?
Consultado sobre si recordaba este detalle, Rafael Flores afirmó sin vacilar: “ El estudio que lo defendió fue el del Dr. Kirchner, Nestor Kirchner. Eso es un hecho. Es rigurosamente cierto”.
Sería imposible que Rafael Flores no recordara a su compañero de militancia, aquel con quien compartió, al menos por unas pocas horas, la celda de una comisaría cuando fueron demorados al comienzo de la dictadura.

jueves, 22 de febrero de 2018

“Un sátiro suelto en Santa Cruz”

por Federio Andahazi

El escritor repasó la historia un terrible personaje patagónico.

Federico Andahazi: “Cuando las aguas se calmaron y parecía haberse tratado de un hecho aislado, sucedió lo que muchos temían: un segundo ataque, idéntico al anterior, sembró el pánico en Río Gallegos”


Primera parte (Para escuchar)

Alfredo (Leuco), hoy traigo un episodio increíble de nuestra historia reciente, uno de esos capítulos que todavía no llegaron a los escritorios de los historiadores, pero que son imprescindibles para comprender cómo se escribe la historia.


Varias veces mencionamos en este programa los fallos de Eugenio Zaffaroni, puntualmente, el caso Tiraboschi. Recordemos que gracias a ese fallo vergonzoso, Zaffaroni decidió atenuar la condena a un violador de una menor porque la abusó con la luz apagada. Bueno, hoy te invito a descubrir a otro personaje, un abogado muy famoso, de la misma catadura, que cuando te diga de quién se trata, te vas a sorprender.
La historia es así:una destemplada mañana patagónica de 1982, al gélido viento de la tranquila ciudad de Río Gallegos se sumó el frío de una noticia que congeló la sangre de la población: una adolescente había sido violada en las afueras de la ciudad. Los diarios y los propios vecinos comentaban el hecho con justificada alarma. No era frecuente que en Santa Cruz sucedieran ataques sexuales. A las versiones periodísticas se agregaban otros datos escalofriantes: la ferocidad de la agresión y el aspecto siniestro del violador que ocultaba la cara debajo de una pavorosa máscara negra. Los padres de las adolescentes estaban aterrados.

Cuando las aguas se calmaron y parecía haberse tratado de un hecho aislado, sucedió lo que muchos temían: un segundo ataque, idéntico al anterior, sembró el pánico en Río Gallegos. La noticia pasó a la primera plana de los diarios y los conductores de los noticieros hablaban del tema con indignación. La víctima, otra mujer joven, relató que el violador, igual que en el primer caso, tenía la cara cubierta.
El jefe de policía local y sus colaboradores intentaban llevar calma. Pero a los pocos días, el misterioso personaje volvió al ataque. Se trataba del primer violador serial de Río Gallegos y los medios lo bautizaron como “El sátiro del pasamontañas”.

De acuerdo con uno de los relatos, el violador amenazaba a sus víctimas con un arma semejante a la que usaba la policía. Por otra parte, no dejaba de resultar llamativa la impunidad con la que actuaba el “sátiro”. Muchos vincularon estos dos hechos y dirigieron la mirada a la propia policía. Sin embargo, una nueva aparición del violador parecía desmentir estas sospechas: el sátiro del pasamontañas había abusado de la ahijada de un ex jefe de la Policía de la provincia. Fue la gota que colmó el vaso. Pocas horas después, con todas las fuerzas movilizadas, por fin, lograron atrapar al violador. Cuando el indignado jefe policial que había jurado vengar el honor de su ahijada arrancó de un tirón el pasamontañas que cubría la cara del criminal, la sorpresa fue mayúscula. ¿Quién era el célebre sátiro? Se trataba del oficial Gómez Ruoco, Segundo Jefe de la Policía Federal de Río Gallegos.

El caso llegó a la justicia. La acusación quedó a cargo del Dr. Rafael Flores, un abogado honesto que había sido detenido en los comienzos de la dictadura militar en 1976 junto a un compañero de militancia. Sin embargo, el propio Rafael Flores se ha ocupado de aclarar que jamás fue funcionario de la dictadura, que su participación en el juicio fue como fiscal ad hoc, recordemos que esto transcurría en 1982.

Me dijo Rafael Flores, quién entrevisté cuando escribí la “Historia sexual de los argentinos”, que “desde que existe Poder Judicial organizado sucede que, en algunos casos, los jueces, defensores y fiscales no pueden actuar por una variedad de razones. Si no se los puede reemplazar por otro funcionario se sortea un abogado de la matrícula para que actúe ‘ad hoc’; esto constituye una carga pública. En aquellos años, con una estructura pequeña de la justicia de Santa Cruz, todos los abogados del foro actuábamos varias veces reemplazando a los defensores y fiscales. Obviamente eso no nos transformaba en funcionarios.”

Cuando lo entrevisté para la reconstrucción de este episodio, Rafael Flores recordó que debió tomar el caso contra sus deseos: “Justo faltaba una semana para que empezara la feria. Pero como no había fiscal disponible, tuve que aceptar”.

Rafael Flores, como fiscal, ejerció una acusación impecable contra el policía violador, destacando la gravedad de los delitos contra las menores. No le tembló el pulso al elevar su índice acusatorio, ni temió por su integridad al inculpar a un alto funcionario policial de la dictadura militar, un represor que hacía trabajos de Inteligencia. De hecho, un tiempo antes, el propio Rafael Flores había sido objeto de un torpe intento de espionaje por parte de Gomez Ruoco.

Alfredo, hasta acá tenemos el frío de Santa Cruz, varias menores ultrajadas, un violador serial que se ocultaba detrás de un pasamontañas y resultó ser, nada menos, un subjefe de la policía. Del otro lado había un fiscal honesto que había sido detenido junto a un compañero de militancia en los inicios de la dictadura allá por 1976, y ahora estaba decido a mandar a este violador a la cárcel. Pero todavía nos falta saber quién fue el abogado defensor del violador y saber cómo terminó este juicio que mantuvo en vilo a la tranquila Santa Cruz allá por el año 1982. No vas a poder creer el final de esta historia que parece una novela policial.

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FUENTE: https://radiomitre.cienradios.com/un-satiro-suelto-en-santa-cruz-por-federio-andahazi/