El escritor repasó la historia un terrible personaje patagónico.
Federico Andahazi: “Cuando las aguas se calmaron y parecía haberse tratado de un hecho aislado, sucedió lo que muchos temían: un segundo ataque, idéntico al anterior, sembró el pánico en Río Gallegos”
Primera parte (Para escuchar)
Alfredo
(Leuco), hoy traigo un episodio increíble de nuestra historia reciente,
uno de esos capítulos que todavía no llegaron a los escritorios de los
historiadores, pero que son imprescindibles para comprender cómo se
escribe la historia.
Varias veces mencionamos en este programa los
fallos de Eugenio Zaffaroni, puntualmente, el caso Tiraboschi.
Recordemos que gracias a ese fallo vergonzoso, Zaffaroni decidió atenuar
la condena a un violador de una menor porque la abusó con la luz
apagada. Bueno, hoy te invito a descubrir a otro personaje, un abogado
muy famoso, de la misma catadura, que cuando te diga de quién se trata,
te vas a sorprender.
La historia es así:una destemplada mañana
patagónica de 1982, al gélido viento de la tranquila ciudad de Río
Gallegos se sumó el frío de una noticia que congeló la sangre de la
población: una adolescente había sido violada en las afueras de la
ciudad. Los diarios y los propios vecinos comentaban el hecho con
justificada alarma. No era frecuente que en Santa Cruz sucedieran
ataques sexuales. A las versiones periodísticas se agregaban otros datos
escalofriantes: la ferocidad de la agresión y el aspecto siniestro del
violador que ocultaba la cara debajo de una pavorosa máscara negra. Los
padres de las adolescentes estaban aterrados.
Cuando las aguas se
calmaron y parecía haberse tratado de un hecho aislado, sucedió lo que
muchos temían: un segundo ataque, idéntico al anterior, sembró el pánico
en Río Gallegos. La noticia pasó a la primera plana de los diarios y
los conductores de los noticieros hablaban del tema con indignación. La
víctima, otra mujer joven, relató que el violador, igual que en el
primer caso, tenía la cara cubierta.
El jefe de policía local y
sus colaboradores intentaban llevar calma. Pero a los pocos días, el
misterioso personaje volvió al ataque. Se trataba del primer violador
serial de Río Gallegos y los medios lo bautizaron como “El sátiro del
pasamontañas”.
De acuerdo con uno de los relatos, el violador
amenazaba a sus víctimas con un arma semejante a la que usaba la
policía. Por otra parte, no dejaba de resultar llamativa la impunidad
con la que actuaba el “sátiro”. Muchos vincularon estos dos hechos y
dirigieron la mirada a la propia policía. Sin embargo, una nueva
aparición del violador parecía desmentir estas sospechas: el sátiro del
pasamontañas había abusado de la ahijada de un ex jefe de la Policía de
la provincia. Fue la gota que colmó el vaso. Pocas horas después, con
todas las fuerzas movilizadas, por fin, lograron atrapar al violador.
Cuando el indignado jefe policial que había jurado vengar el honor de su
ahijada arrancó de un tirón el pasamontañas que cubría la cara del
criminal, la sorpresa fue mayúscula. ¿Quién era el célebre sátiro? Se
trataba del oficial Gómez Ruoco, Segundo Jefe de la Policía Federal de
Río Gallegos.
El caso llegó a la justicia. La acusación quedó a
cargo del Dr. Rafael Flores, un abogado honesto que había sido detenido
en los comienzos de la dictadura militar en 1976 junto a un compañero de
militancia. Sin embargo, el propio Rafael Flores se ha ocupado de
aclarar que jamás fue funcionario de la dictadura, que su participación
en el juicio fue como fiscal ad hoc, recordemos que esto transcurría en
1982.
Me dijo Rafael Flores, quién entrevisté cuando escribí la
“Historia sexual de los argentinos”, que “desde que existe Poder
Judicial organizado sucede que, en algunos casos, los jueces, defensores
y fiscales no pueden actuar por una variedad de razones. Si no se los
puede reemplazar por otro funcionario se sortea un abogado de la
matrícula para que actúe ‘ad hoc’; esto constituye una carga pública. En
aquellos años, con una estructura pequeña de la justicia de Santa Cruz,
todos los abogados del foro actuábamos varias veces reemplazando a los
defensores y fiscales. Obviamente eso no nos transformaba en
funcionarios.”
Cuando lo entrevisté para la reconstrucción de este
episodio, Rafael Flores recordó que debió tomar el caso contra sus
deseos: “Justo faltaba una semana para que empezara la feria. Pero como
no había fiscal disponible, tuve que aceptar”.
Rafael Flores, como
fiscal, ejerció una acusación impecable contra el policía violador,
destacando la gravedad de los delitos contra las menores. No le tembló
el pulso al elevar su índice acusatorio, ni temió por su integridad al
inculpar a un alto funcionario policial de la dictadura militar, un
represor que hacía trabajos de Inteligencia. De hecho, un tiempo antes,
el propio Rafael Flores había sido objeto de un torpe intento de
espionaje por parte de Gomez Ruoco.
Alfredo, hasta acá tenemos el
frío de Santa Cruz, varias menores ultrajadas, un violador serial que se
ocultaba detrás de un pasamontañas y resultó ser, nada menos, un
subjefe de la policía. Del otro lado había un fiscal honesto que había
sido detenido junto a un compañero de militancia en los inicios de la
dictadura allá por 1976, y ahora estaba decido a mandar a este violador a
la cárcel. Pero todavía nos falta saber quién fue el abogado defensor
del violador y saber cómo terminó este juicio que mantuvo en vilo a la
tranquila Santa Cruz allá por el año 1982. No vas a poder creer el final
de esta historia que parece una novela policial.
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FUENTE: https://radiomitre.cienradios.com/un-satiro-suelto-en-santa-cruz-por-federio-andahazi/
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