Desde las ciencias sociales (es doctor en esa área y en geografía, además de historiador), este investigador del Conicet puso la mira en la geopolítica del litio, un mineral que ya es una estrella mundial por su relevancia en la producción de dispositivos electrónicos. Aquí, analiza qué papel juega la Argentina por sus reservas en el noroeste.
En
los salares andinos de Argentina, Bolivia y Chile se encuentra el 80
por ciento de las reservas probadas del elemento químico que anima los
dispositivos eléctricos en todo el mundo: el litio. Un teléfono celular,
una notebook, una tablet, funcionan gracias a la acumulación energética
de las baterías Ion-litio; y sin ellas un satélite no entraría en
órbita o una nave espacial no sobreviviría. Además, millones de autos
que queman combustible fósil alrededor del planeta podrían ser
reemplazados por vehículos eléctricos o híbridos, algo que de hecho ya
está sucediendo, por lo que se espera que para 2020 haya 7 millones de
vehículos propulsados no por el petróleo sino por este tipo de baterías.
Por eso, no resulta extraño que desde hace algunos años se haya
empezado a hablar de la “Arabia Saudita del litio” para referir a ese
triángulo minero formado por los salares de Uyuni (en Bolivia), de
Atacama (en Chile) y de Hombre Muerto (en Argentina). El “oro blanco”,
el “petróleo del siglo XXI”, ésos son algunos de los epítetos
promisorios con los que se viene nombrando al litio, ese mineral clave
para esta etapa de desarrollo, en la que el petróleo tiene los días
contados. “El litio es un prisma superinteresante para ver miles de
temas”, señala entusiasmado Bruno Fornillo, uno de los investigadores
que conforma el Grupo de Estudios en Geopolítica y Bienes Naturales del
Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Iealc) de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. “Pero
lo importante no es tanto la extracción del mineral como lo es el
proceso de agregación de valor, de creación de la batería de litio y
tener una frontera tecnológica local”.
–¿Qué significa para la Argentina tener una gran reserva de litio en nuestros salares, junto con Chile y Bolivia?
–En un principio, cuando se analizaba la cuestión del litio se hacía
un foco en relación a la extracción, sobre todo en relación con los
países del “triángulo del litio” (Chile, Bolivia, Argentina). Y si bien
nosotros teníamos un perfil medianamente crítico, estábamos un poco
subsumidos bajo esa imagen de “la Arabia Saudita del litio”. Pero al
andar la investigación nos fuimos dando cuenta y se nos abrió cada vez
más el campo de la agregación de valor. Finalmente sostenemos la
hipótesis de que el eje está fundamentalmente en confeccionar la batería
de litio a nivel nacional, desechamos la importancia de la extracción
como punto nodal. Por supuesto, esto no quiere decir que no tenga que
haber la mayor presencia del Estado nacional, de las comunidades, en la
incorporación de la renta dentro de las fronteras nacionales, pero sobre
todo apostamos a que lo importante es poder confeccionar las baterías y
generar toda la agregación de valor.
–Como usted señala, la Argentina pasó a integrar junto a Chile y
Bolivia esa imagen mítica de “la Arabia Saudita del litio”. Pero resulta
que el litio es un mineral muy abundante, que está en muchos países e
inclusive hay gran cantidad de este mineral en el mar. Entonces, ¿por
qué nuestro país formaría parte de un grupo selecto para el cual el
litio representaría un futuro promisorio?
–Cuando se habla de recursos naturales estratégicos, al litio se lo
pone en un lugar casi privilegiado. Pero, en principio, no es escaso, es
el 27º mineral más abundante en el planeta, está adosado a 150
minerales y también hay mucho en el mar, aunque en concentraciones mucho
menores que en tierra. Y a la vez tampoco está distribuido
desigualmente: hay en China, en Estados Unidos, en Canadá, hay en parte
de Africa, hay en Serbia, hay en España, hay en Australia. Pero también
es cierto que entre un 80 y 85 por ciento de litio está en las salmueras
del salar de Hombre Muerto (Argentina), el salar de Uyuni (Bolivia) y
el salar de Atacama (Chile). Y el litio en salmuera es el menos costoso
de extraer, es el más rentable, es el que tiene mayores ventajas
comparativas. Si se saca de los salares es menos costoso que si se saca
de piedra, como se hace en Australia. Y el litio de salar se concentra
en “el triángulo del litio”: Bolivia tiene alrededor del 50 por ciento,
Argentina el 13 por ciento y Chile el 18 por ciento. Cada salar tiene
una composición específica de cantidad de litio por partes y de
facilidad de extracción. Por ejemplo, el salar de Atacama tiene asociado
mucho potasio, entonces, al extraer litio, también se consigue potasio,
y el potasio vale dinero. No sucede lo mismo en el salar de Uyuni, que
no tiene potasio sino otro mineral que vale menos, entonces el costo de
extracción es mayor porque no tiene un producto asociado de valor.
–Pero ¿por qué el litio es un recurso natural estratégico si está por todos lados, digamos, y en cantidades abundantes?
–Para que un recurso natural se convierta en estratégico tiene que
ser clave para el desarrollo del modo de producción capitalista, clave
en la hegemonía regional o mundial, clave para una economía verde o de
posdesarrollo. Si un recurso tiene alguna de estas características es
suficiente. Pero también tiene que tener una serie de condiciones
necesarias: tiene que ser escaso, tiene que estar desigualmente
distribuido y tiene que ser esencial para algún proceso, es decir, no
tiene que encontrar un sustituto.
–Bueno, por su definición el litio no pareciera clasificar como un recurso natural estratégico, ¿no?
–Claro, no clasifica como estratégico, pero lo que sí es esencial y a
la vez lo que lo convierte en estratégico es que sirve para fabricar
las baterías. Y lo importante de la batería, lo que le da valor, es todo
el proceso tecnológico asociado a esa construcción de la batería, que
es difícil de realizar.
–Y hoy los países que la fabrican son principalmente Estados Unidos, China, Japón y Corea del Sur.
–Claro, además de algunos países de Europa. Y como el litio también
está en el mar, cuando sea muy importante, todos los países que tienen
costa marítima tienen eventual acceso a las reservas de litio.
–¿Ya hay tecnología disponible para extraerlo del mar?
–China y Corea están experimentando tecnología para obtenerlo del
mar. Por eso también es estratégico, no les importa tanto el precio que
tengan que pagar, porque en el costo total de una batería, y menos de un
auto, el litio es menor. Entonces, Toyota lo que quiere saber es que va
a tener litio para su plan de operaciones de los próximos veinticinco
años. No le importa si ese litio lo va a tener que pagar tres veces más.
Todo esto no quiere decir que nosotros digamos que el litio no tiene un
valor estratégico como recurso natural, pero sobre todo lo tiene como
oportunidad tecnológica y como índice de una necesaria política regional
a nivel extracción y a nivel industrial.
–¿Cuál es el tipo de extracción y de explotación que ustedes pudieron observar en “el triángulo del litio”?
–Los perfiles de la explotación y de la extracción de los tres países
son muy disímiles entre sí. Por esto también la chance de hacer un
triángulo de litio hoy es bastante remota. El caso chileno es puro libre
mercado, extracción, exportación hacia afuera, hacia Estados Unidos,
Corea del Sur, Japón y China, por el momento les importa nada lo que
tiene que ver con la agregación de valor. Digo “por el momento” porque
en Chile están empezando a ver que, por un lado, parte del valor está en
ascender en la cadena productiva, y hay un potencial, por ejemplo, para
la utilización de las batería en energía solar. Chile tiene una
potencialidad de energía solar muy grande. Además también están entrando
competidores al mercado, Chile ya no es el primer exportador mundial
que controla el precio, Australia ya es el segundo, están entrando
nuevas explotaciones en la Argentina, y en Bolivia tarde o temprano van a
entrar. Bolivia es diferente, el Estado tomó el control absoluto del
salar de Uyuni para que la parte de extracción, la producción de
carbonato de litio, estuviese en manos del Estado y sólo al final, lo
que se ligase a la cuestión de las baterías, pudiese llevarse en
asociación con empresas extranjeras. Bolivia todavía no entró en
producción porque está llevando adelante todo el proceso técnico de
extracción sobre sus propias espaldas. Pero como es un país muy poco
industrializado, no existe un entorno científico, mercantil y
tecnológico que posibilite pegar el salto, desde el control absoluto de
la materia prima carbonato de litio hacia los pasos posteriores.
–¿Y cómo es la situación de la Argentina?
–En Argentina está FMC Lithium, una empresa norteamericana, desde
1998, que exporta carbonato de litio, y con eso la Argentina es el
tercer exportador de carbonato de litio a nivel global. FMC Lithium
tiene el monopolio del Salar de Hombre Muerto, que queda entre Catamarca
y Salta. Entonces, en el último tiempo, con el boom del litio vinieron
un montón de empresas y se manejaron de una manera bastante particular. A
nosotros nos gusta utilizar la imagen de una nave espacial que aterriza
en un territorio que aparecía como desligado de la lógica capitalista
transnacional y entonces eso se convierte en una suerte de economía de
enclave vinculada de manera absoluta a los circuitos económicos globales
bajo el perfil de productor de materia prima.
–¿Cómo es el modo en que esas grandes corporaciones químicas se instalan en el territorio?
–Un ejemplo es la explotación que empezó Orocobre en el 2014 (en
Jujuy). Tenían un geólogo local, que era como una suerte de pequeña nave
exploratoria, que iba y veía los salares, las chances, hacía contactos
locales, veía qué pasaba con las comunidades, y cuando encontraba más o
menos dónde estaba el negocio, mandaba el contacto a la central.
Entonces, las grandes corporaciones arman como una especie de proyecto y
una empresa especial para eso, que fondea el tema, pero todavía no la
absorbe. La mandan ahí para empezar ya de una manera más robusta a
trazar contactos, pedir las tenencias, empezar a ver cómo es la
explotación y demás. Y una vez que ya está instalada y empieza la
explotación, la empresa matriz la absorbe y, en este caso, ya forma
parte de Orocobre.
–Entonces, ¿acá tampoco el Estado tiene intervención?
–Bueno, está por supuesto la cuestión provincial, porque cada
provincia maneja sus recursos y Jujuy, en su momento, declaró al litio
recurso natural estratégico para tener un grado de participación mayor
en la extracción y darle un lugar mayor al recurso. Para eso, Jujuy fue
la única provincia que creó una empresa, JemSE, que tiene una
participación menor en algunas explotaciones, de 8,5 por ciento, eso le
permite en un futuro tener un control sobre el litio. Pero el perfil
general de la Argentina en ese sentido está vinculado a una
externalización de la materia prima sin ningún control y con poca
participación de las comunidades, tampoco una presencia provincial
sustantiva. Sí, de todos modos, hubo una presencia importante del Estado
nacional hasta acá en lo que tenía que ver con la chance de acrecentar
la cadena de valor en la Argentina, mediante la participación en su
momento del Ministerio de Ciencia y del Ministerio de Planificación.
Porque la Argentina, a diferencia de Chile y de Bolivia, tiene un
contexto y unas oportunidades bastante mayores.
–¿Por qué?
–Porque acá hay un mercado potencial que está vinculado con la
batería, en la industria electrónica de Tierra del Fuego, también hay
una producción de motocicletas nacionales, que bien podrían, si se
tuviese una estrategia a mediano y largo plazo, incorporar batería de
litios en su tracción. No hay que olvidar que Argentina es uno de los 25
o 30 países que tiene una plataforma de producción de automóviles y,
efectivamente, las automotrices hacen todo para generar el proceso de
incorporación de valor a nivel interno. No se puede saber qué puede
llegar a pasar dentro de 15 años, si Argentina está en condiciones de
ofrecer a la producción industrial la chance de una tracción de auto, de
camión, de lo que fuese, a base de batería de litio. A la vez hay un
mercado que se proyecta tan grande como el de automóviles, que es el
mercado de las energías alternativas, porque ahí las baterías tienen
diferentes funciones que cumplir. Por ejemplo, para almacenar energía
eólica o solar se utilizan baterías de litio.
–¿Qué papel juegan las baterías de litio en la transición energética, en las economías de posdesarrollo?
–La transición energética lo que supone, justamente, es ir
abandonando paulatinamente las energías fósiles para generar un tipo de
tracción general energética que esté vinculado a energías sustentables y
renovables, y eso tarde o temprano va a tener que acontecer. Y cuando
eso suceda, el papel de la electricidad va a ser cada vez mayor, dentro
de la matriz total, porque las energías renovables lo que producen
fundamentalmente es electricidad: la solar, la eólica, la hidráulica, la
biomasa, las mareas. En esta transición energética, todas estas
energías se almacenan. La electricidad si no se utiliza una vez
producida, vuela. Entonces, las sociedades futuras van a tener que tener
reservorios de energías, y ahí las baterías de litio tienen un papel
que cumplir. Porque el combustible fósil tiene 50 años de vida, dicho
esto no por ningún escrito fatalista sino por la Asociación
Internacional de Energía. De modo que hay una transición energética
necesariamente. Algunos países la están encarando, Alemania es uno de
ellos, y China a su modo también.
–Entonces, ¿actualmente la batería de litio es una promesa a futuro?
–Es una promesa para el modo como nosotros pensamos, en Sudamérica,
en donde las variables de futuro no están incorporadas al tipo de
actividad presente. Tesla Motors, en Estados Unidos, tiene una fábrica
gigante de producción de baterías de litio para automóviles, son autos
ultra verdes, puramente eléctricos, que se están usando hoy. Tesla, para
abaratar costos, produce en serie baterías. Todas las grandes
automotrices lanzan baterías de litio, salvo Toyota que está pensando en
la batería de hidrógeno. El litio está hoy en vías de consolidación,
pero no está absolutamente consolidado, porque las baterías de litio
todavía tienen una serie de dificultades: en el automóvil la autonomía
no es muy amplia, tiene algún riesgo no menor de que pueda explotar y
todavía no se puede igualar a la potencia que genera la energía fósil,
el petróleo, tampoco es sencilla la carga. Por eso nosotros decimos que
lo importante es el proceso de agregación de valor, de creación de la
batería, de un proceso tecnológico local, incluso más allá de que las
baterías sean de litio, porque si se tiene el know-how, si mañana no son
las de litio y son las de hidrógeno, el reciclaje es sencillo. De
hecho, los científicos que hoy más saben de litio, antes se dedicaban a
hidrógeno.
–¿Entonces, según su visión la apuesta fuerte debería hacerse en relación a todo lo que viene después de la extracción?
–Sí, en el sentido de generar todo el proceso
científico-técnico-industrial para hacer la batería en Argentina, lo que
podría ser la contribución a modelos creativos de desarrollo, a un
nuevo modelo de crecimiento, a una idea incluso de posdesarrollo, de
poscrecimiento. Lo importante de las baterías se relaciona con la
transición energética, con un modelo industrial que incorpore mucha
cabeza, con un patrón verde. Aldo Ferrer decía que hay que pasar de la
sustitución de importaciones a la sustitución de futuro. El modelo ya no
es más ese modelo industrial de base fuerte y de intensidad energética,
intensidad de mano de obra, intensidad del hierro, el aluminio, la
industria de base. El modelo es otro y por eso nosotros hablamos de
posdesarrollo, y el vector energético es una chance de un modelo de
desarrollo creativo que incorpore las variables sustentables, de
economía venidera en relación al cuidado de los bienes estratégicos, en
relación obviamente a un modelo de equidad, y que preste especial
atención a la incorporación de valor tecnológico y de pensamiento, y a
la vez que trace fronteras de necesidades locales, que no piense en el
crecimiento del PBI. A mí lo que me interesa es que haya un modelo de
crecimiento sustentable, equitativo y renovable.
FUENTE: http://www.energiaestrategica.com
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