Cada
año que se inicia, el foco de atención se centra en la campaña del
“yuyito”, debido a que descomprime la tensión cambiaria y aporta plata
fresca al Estado. Sin embargo, por detrás, un amplio abanico de
productos profundizan su declive y siguen retrocediendo a nivel global.
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Por: Juan Diego Wasilevsky
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Cada año que se inicia, el
foco de atención se centra en la campaña del “yuyito”, debido a que descomprime
la tensión cambiaria y aporta plata fresca al Estado. Sin embargo, por detrás,
un amplio abanico de productos profundizan su declive y siguen retrocediendo a
nivel global
Por: Juan Diego Wasilevsky
Durante prácticamente toda la
era K, pero especialmente en estos últimos años signados por la escasez de
divisas, el modelo económico descansó en el éxito de la cosecha de soja. La
expansión del gasto fiscal y, junto a él, del entramado de subsidios, siempre
dependieron de una buena campaña del “yuyito”, tanto por precios como por
volúmenes.
El peso de este complejo es
tal que, en los últimos años, representó casi un tercio del total exportado por
la Argentina. Y la competitividad del sector hizo que el país se afianzara
dentro del top 3 de los mayores comercializadores de soja y derivados a nivel
global.
Pero detrás de este fenómeno
llamado sojización, que beneficia al Gobierno vía retenciones y a través de un
fuerte ingreso de divisas -lo que a su vez ayuda cada año a descomprimir la
tensión cambiaria- hay un amplio abanico de sectores que, a contramano del
brillo que exhibían décadas pasadas, cuando la Argentina era denominada el
“granero del mundo”, actualmente muestran una muy pobre performance exportadora
a la vez que, año tras año, son desplazados del ranking de los principales
jugadores globales.
Marcelo Elizondo, ex director
ejecutivo de Fundación ExportAr, destacó que el principal factor que contribuyó
a que alimentos “estrella” de la Argentina hoy estén en retirada de las
góndolas del mundo, obedece al sesgo anti exportador que caracterizó a las
políticas del kirchnerismo: “La Argentina casi no consume soja, entonces nunca
fue un problema que se venda la mayoría afuera. Se alentó su producción porque
no genera tensión con el abastecimiento doméstico”.
En cambio, destacó que “con
otros productos, como la carne, el trigo o el maíz, que sí se consumen a nivel
local, el Gobierno vio en la exportación a un competidor que podía incrementar
el nivel de precios. Este concepto erróneo de que exportar mucho genera
inflación es típico de la década del ´50 y se vincula con frases como ´defender
la mesa de los argentinos´ o ´vivir con lo nuestro´”.
Así las cosas, el experto
remarcó que “hoy, en todos esos sectores que se intentó desalentar, estamos
viendo el efecto contrario: hay altos precios domésticos, baja inversión y una
menor inserción internacional”.
En una línea similar, Marcelo
Capello, economista del IERAL, sostuvo que la Argentina históricamente se
encontró en un “péndulo, cuyos extremos son el populismo mercadointernista y la
apertura al mundo sin una clara estrategia exportadora”.
El ocaso del “bife
argentino”
Uno de los
ejemplos más contundentes sobre el ocaso de lo que años atrás eran verdaderas
“estrellas” de la canasta exportadora nacional, es el de la carne.
En 2009, la Argentina era uno
de los grandes proveedores globales. Según registros del Departamento de
Agricultura de EE.UU., se ubicaba en el cuarto puesto, siendo responsable de
casi el 10% del comercio mundial.
Apenas cuatro años después,
la Argentina quedó relegada a la posición número 11, por detrás no sólo de
Uruguay -país que tiene la décima parte de cabezas-, sino también de naciones
sin grandes antecedentes, como Paraguay o México. Paralelamente, el market
share retrocedió de casi 10% a un magro 2%.
Lo más preocupante es que
2014, pese a las promesas oficiales, arrancó de la peor manera: según datos del
Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), los envíos al
mundo totalizaron en el primer bimestre apenas u$s33,7 millones, el peor
registro desde 2002.
“El secretario de
Comercio Interior, Augusto Costa, había asegurado que este año exportaríamos la
misma cantidad que en 2013. Pero hasta ahora el nivel de embarques es
desastroso, estamos prácticamente en la mitad, porque desde el Gobierno no
autorizan suficientes permisos”,
disparó Miguel Schiariti, presidente de CICCRA, entidad que nuclea a los frigoríficos.
“Para tener una idea de
la decadencia en la que entró el sector, cada mes estamos exportando el
equivalente a un bife de chorizo por cada argentino. Fuimos superados por
Uruguay, por Paraguay y ni hablar de Brasil”, se quejó el directivo, quien
agregó que “las razones que se esgrimen a nivel oficial son las mismas de
siempre: quieren mantener bajos los precios en el mercado interno, pero la
realidad es que al quitarle este negocio a las empresas, se invierte menos y,
en definitiva, se termina liquidando el stock”.
En este contexto, el
economista Juan Manuel Garzón, de Fundación Mediterránea, estimó que por las
políticas restrictivas, el “bife argentino” se perdió de generar ventas al
mundo por hasta “u$s6.000 millones en los últimos cuatro años”.
Trigo: a un paso de caer del
top 10
El trigo es otro alimento
emblemático que también viene en una clara fase de decadencia.
En el arranque de la década,
la Argentina ocupaba el quinto puesto en el ranking de exportación a nivel
mundial. En 2011, en tanto, quedó relegada a un sexto lugar y ya en 2013 pasó a
ocupar la décima posición, siendo superada por países como Ucrania, Kazajastán,
India y Turquía, entre otros.
Las razones saltan a la
vista: los dos recientes ciclos fueron los peores de los últimos 100 años. Y
las causas son prácticamente calcadas de lo que ha sucedido con el negocio de
la carne: el Gobierno, desde 2009 -cuando la inflación comenzó a pegar de lleno
en la economía-, buscó garantizar una mayor oferta a bajo precio, dado que la
harina y sus derivados tienen un alto impacto en la canasta básica.
Desde Consorcios Regionales
de Experimentación Agrícola (CREA) vienen alertando sobre los nocivos efectos
de las restricciones a las exportaciones, con un sistema de cupos fijado por el
Gobierno que restringe las ventas al mundo en función de la producción, lo que
derivó en un sistema por el cual no existe el libre juego de la oferta y la
demanda.
Por el momento, no hay
indicios de que la Argentina vuelva a recuperar terreno: la campaña triguera
que viene muestra un aumento del 13% en la intención de superficie a sembrar
con el cereal, un repunte tibio que se mantiene lejos de los picos históricos.
La Argentina, peor en el
ranking general
La caída en la inserción
internacional de la Argentina en los mercados de alimentos, derivados y demás
commodities, no se limitan únicamente a estos casos.
Un informe del IERAL dio
cuenta de que, desde 1998 a la actualidad, de un grupo de 22 productos, el país
cayó en el ranking global en 15 de ellos, en tanto que “sólo cinco mejoraron su
posición en las exportaciones mundiales y los dos restantes se mantuvieron en
el mismo puesto”.
Según el relevamiento, el que
peor performance tuvo fue la carne porcina, que retrocedió casi 20 puestos en
15 años. Así las cosas, hoy la Argentina no sólo casi no genera divisas de la
mano de esta industria, sino que actualmente debe importar derivados de cerdo desde
Brasil, que se convirtió en uno de los grandes jugadores a nivel global.
En el ranking le siguen el
algodón, negocio en el que el país cayó del puesto 21 al 36; el de maderas y
manufacturas (del 43 al 56) y arroz (del 8 al 17), entre otros, tal como se puede
observar a continuación:
Más allá de la relativa
mejora en la competitividad cambiaria que tuvo lugar en enero, Jorge Day, del
IERAL Mendoza, advirtió que en los últimos años, “el exportador regional se ha
visto afectado por el hecho de que sus costos en dólares aumentaron con fuerza
y más recientemente, porque muchos de sus precios internacionales cayeron. La
situación planteada repercute directamente en la producción regional y en la
generación de empleo”.
Biodiesel: del liderazgo
al ocaso
Por fuera de los alimentos,
el biodiesel, es otro ejemplo de lo que sucede con las materias primas y su
posicionamiento a nivel global. Este combustible alternativo derivado de la
soja, se había convertido en uno de los caballitos de batalla del agro. De
hecho, la Argentina llegó a transformarse en el primer productor y exportador de
bio del mundo.
El año “dorado” para la
actividad fue 2011, cuando se realizaron envíos por casi 1,7 millón de
toneladas, diez veces más que el nivel registrado en 2007, una cifra que deja
en claro el dinamismo y la altísima competitividad que tenía esta industria.
Sin embargo, a partir de allí
comenzó la fase declinante: en 2013, según datos de la Cámara de
Biocombustibles de la Argentina (Carbio), los envíos se desplomaron un 32%.
Y las proyecciones son aun
menos alentadoras para este año: según Vicente Castro, director ejecutivo de
CARBIO, “el volumen de exportación será probablemente de entre 700.000 y
750.000 toneladas”, lo que marcará un derrumbe del 40%.
A través de un comunicado, la
entidad alertó que la actividad se encamina a un “grave estancamiento”.
Las causas obedecen a dos
razones: una “exógena”, como es el boicot que le aplicara Europa al producto de
origen argentino. Y otra “endógena”, debido a la “elevada alícuota del derecho
de exportación” y la “imprevisibilidad en su fijación”, según CARBIO.
Uno de los principales
problemas es que las retenciones se fijan en el momento del embarque y no
cuando se pacta el negocio. Esto le agrega una altísima dosis de volatilidad.
Así, en marzo, hubo contratos que se fijaron con una alícuota menor al 23% y
otros que fueron “castigados” con derechos de casi 28%.
“Con las alícuotas
móviles vigentes, la competitividad del biodiesel nacional es prácticamente
nula”, advirtió Carbio, quien
alertó que esto llevó a que la Argentina perdiera su condición de líder como
exportador mundial de este derivado de la soja.
Este escenario preocupante
fue el que llevó a que el Gobierno decidiera enviar un proyecto de ley al
Congreso para eximir a este producto del pago de impuestos internos. Esto le
dará más “oxígeno” en el mercado doméstico pero no mejorará su performance en
el exterior.
Mas problemas de fondo
Según el IERAL, la caída de
posiciones en el ranking de exportadores es algo que se puede justificar por lo
evidenciado a nivel más generalizado en el ranking de competitividad elaborado
por el Foro Económico Mundial (WEF).
Este índice incluye
diferentes aspectos que fomentan al crecimiento económico del país, tales como
infraestructura, educación, innovación tecnológica y calidad de las
instituciones, entre otros.
Según este ranking, la
Argentina perdió casi 60 posiciones a lo largo de los últimos 13 años. Al
desagregarlo, los analistas del IERAL destacaron que las mayores caídas se
dieron en materia de Instituciones públicas y Ambiente macroeconómico, “dos
factores que se encuentran directamente relacionados con la posibilidad,
facilidad y oportunidad de exportar y competir con el resto del mundo en
materia comercial”.
Al problema de inflación,
tipo de cambio y políticas con claro sesgo antiexportador, Elizondo sumó un
factor no menos gravitante: la cada vez menor apertura al mundo.
“En los últimos años,
la Argentina ha venido mostrando una posición poco propicia a la apertura comercial
en general”, advirtió el experto.
Según la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL), el país tiene acceso preferencial a tan sólo 12
mercados, un nivel que lo ubica entre los de menor nivel de apertura económica.
Esta cifra contrasta con los
acuerdos que en los últimos años han tejido otras naciones de la región, como
es el caso de Chile (56 socios comerciales), México (50) o Colombia (35).
Uno de los principales
instrumentos que permiten mejorar el acceso a los mercados internacionales son
los Tratados de Libre Comercio. Si bien fueron puestos en “tela de juicio”
durante la última crisis internacional, para Elizondo contribuyeron claramente
al crecimiento de países como Chile o Perú. En este sentido, la Argentina
también corre con desventaja
“El
problema de la Argentina no son los Guillermo Moreno que puedan
intervenir el mercado o las Declaraciones Juradas para importar. Hay
toda una visión de aislamiento y de vivir con lo nuestro muy
institucionalizada que llevó a que, después de conformar el Mercosur, no
haya pasado prácticamente nada en materia de alianzas internacionales”,
concluyó el experto.
Fuente: iProfesional.com
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