Por: Silvia Mercado smercado@infobae.com
Las derivaciones de la investigación de la "ruta
del dinero K" se transformaron en un problema para el PJ, que busca
distanciarse de un kirchnerismo cada vez más asociado con la corrupción.
Las negociaciones secretas que destrabaron la consagración de Gioja al
frente del partido y las llamativas ausencias en el acto del
sindicalismo
Primero lo primero. Mauricio Macri y lo que se conoce
como el movimiento obrero organizado tienen una coincidencia básica:
quieren que al Gobierno le vaya bien porque lo que amenaza, agazapado,
es un kirchnerismo con ánimo de secta fundamentalista y vocación de
imponer un modelo fracasado.
Dicho esto, vayamos a lo que sigue. El peronismo y el sindicalismo peronista fueron la columna vertebral de 12 años de kirchnerismo.
Es verdad que estaban hartos de Cristina Kirchner y su agrupación, La
Cámpora, por eso se alegraron cuando aceptó colocar a Daniel Scioli como
candidato. Pero ni en las peores pesadillas imaginaron que podría
perder. Todavía están procesando esa derrota inesperada, echándose la
culpa unos a otros, ensayando gestos de humildad que habían perdido hace
tiempo, escuchando a los que ya no escuchaban.
Para
colmo, el que les ganó, es un niño rico, uno que "no entiende la
política", alguien que representa casi todo lo que odian o, por lo
menos, la cuna de oro que hubieran querido tener y no les tocó. Y no es
manejable como Scioli, que a cada uno le decía lo que quería escuchar y
dejaba a todos contentos.
Con Macri eso es imposible.
Ansiosos por no perder el respaldo de sus bases angustiadas por las
dificultades de llegar a fin de mes, impulsaron una agenda parlamentaria
de neto corte populista, la que conoce el 49 por ciento de la población
que no votó a Cambiemos y que cree en el voluntarismo de la economía.
Pero a Macri, un Presidente que usualmente se toma demasiados días para
salir al ruedo, tardó apenas un par de horas en anunciar que vetaría una
ley de esas características. Es que tiene las mismas preocupaciones que
los sindicalistas, pero no cree en sus recetas.
Lo que no es sorprendente fue la fenomenal convocatoria, que superó las 100 mil personas.
Como siempre sucedió cada vez que el peronismo quedó fuera del poder,
el sindicalismo fue el que tomó la delantera. Los viejos líderes
sindicales son los que ponen el escenario para empezar el diseño del
peronismo que vendrá porque vienen de cuatro años de recesión, el
fracaso electoral y, además, se sienten rodeados de una izquierda que
les disputa espacios gremiales en fábricas y algunas organizaciones.
Sienten que no tienen tiempo que perder.
"Sabíamos que Néstor buscaba plata enfermizamente y no le pusimos freno", se lamentó un ex funcionario K.
Curiosas
fueron más las ausencias que las presencias. Estuvieron Scioli y Aníbal
Fernández, los candidatos derrotados. En cambio, no estuvieron los
dirigentes mejor posicionados en las encuestas, los que seguramente
formarán parte del peronismo que viene. En efecto, Sergio Massa, Juan
Manuel Urtubey, Diego Bossio y Florencio Randazzo ni siquiera mandaron
adhesiones, cuidando prolijamente su imagen frente a las clases medias
urbanas, siempre espantadas cuando aparecen en las calles las masas
sudorosas con sus bombos tradicionales.
Otros que
tampoco fueron de la partida son los militantes de La Cámpora, a pesar
de que lo debatieron largamente con sus más habituales aliados, la gente
del Movimiento Evita. Primero dijeron que no, luego que sí, y
finalmente fue no. Cuando habían convencido a Cristina de la importancia
de asistir llegó la información de que iría Scioli, quien a pesar de
haber sido invitado se excusó de asistir al acto frente a Comodoro Py.
Así fue que dieron marcha atrás. "No compartimos escenarios con
traidores", transmitieron, erróneamente ilusionados con la posibilidad
de que los invitaran a subir al palco.
Aunque no lo digan abiertamente, las derivaciones de Comodoro Py se transformaron en un problema para el peronismo. Nunca
usaron zapatitos blancos, pero están espantados con las escenas "de
alto contenido pornográfico" que se desprenden de las investigaciones de
la ruta del dinero K, como le dijo a Infobae un dirigente
peronista. Y agregó: "No me gusta lo que pasó con Zannini, pero yo puedo
caminar por la calle sin ningún tipo de problema y hasta me animan a
que siga adelante".
Con prisa y sin pausa, Lázaro Baéz
se está trasformando en un cáncer que crece y toma las gestiones de
Néstor y Cristina. "Deberíamos extirparlo de raíz, pero no es una
operación que podamos hacer tan fácilmente", se lamentó el ex
funcionario. Y en módica autocrítica también dijo que "hacemos que no lo
vemos y pretendemos creer que no tenemos nada que ver con cada una de
las estancias que la Justicia encuentra, pero fuimos parte de eso,
porque sabíamos que Néstor buscaba plata enfermizamente, y no le pusimos
freno".
Groso
modo, el peronismo está dividido en tres. Una parte, es un núcleo
compacto que adhiere fervorosamente a Cristina y promueve una gran
revuelta social para provocar la caída de Macri y la restauración del
orden anterior. Otro sector, en cambio, viene expresando desde afuera de
las estructuras sus disidencias con el kirchnerismo, tiene poco
territorio, pero alta consideración positiva en las encuestas. Son los
que no estuvieron en la movilización frente al Monumento al Trabajo. Una
tercera parte es la que José Luis Gioja logró nuclear detrás de la
nueva conducción del Partido Justicialista,
que asumirá formalmente en un acto en el Teatro Avenida, organizado por
la Fundación Gestar, operativamente en manos de Mauricio Mazzón, que
adelantó varios casilleros estas últimas semanas.
Es
que fueron las gestiones del hijo del viejo operador peronista en la
justicia electoral las que lograron destrabar las elecciones internas
partidarias, primero con el juez de la Cámara Electoral, Santiago
Corcuera (a quien considera un "compañero") y luego con la jueza María
Romilda Servini de Cubría, que aceptó mansamente un fallo contrario a la
suspensión de esos comicios que ella misma había dictado. Parece que
los almuerzos quincenales que el fallecido "Chueco" Mazzón tuvo por
años con la magistrada endulzaron especialmente el vínculo.
Gioja está especialmente feliz. No solo porque logró el respaldo para
su lista de 20 presidentes del PJ provinciales, sino porque pudo abortar
una maniobra kirchnerista que lideraron Jorge Capitanich y el
intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, para armar una competencia,
algo que -sabemos- a los peronistas no les gusta.
Hasta
que quede configurado un peronismo capaz de ganarle a Macri las
legislativas del 2017 y las presidenciales del 2019 falta todavía que
pase mucha agua bajo el puente. Pero después de la sobreactuación a los
que lo sometió Cristina desde el 13 de abril, cuando fue citada a
indagatoria por el juez Claudio Bonadio, están conformes porque la
última semana lograron influir en la escena pública, con una clara
victoria en el Senado y una movilización como la que nadie puede
convocar a esta altura.
Las
gestiones de Mauricio Mazzón, hijo del viejo operador peronista en la
justicia electoral, lograron destrabar las elecciones partidarias en el
PJ
Ese mismo día fue aprovechado por los estrategas
del PRO que, en parte, fue un mensaje a los que les dicen que no hacen
política. Encargado del cierre, y mostrando que le dolieron las críticas
a la comunicación del Gobierno, Marcos Peña recomendó a la dirigencia
que lea dos notas aparecidas en las últimos días, una de Luis Alberto
Romero en Clarín ("Lo malo de pedirle a Macri lo mismo que a Cristina") y otra de Eduardo Fidanza en La Nación ("La Argentina en busca de un autor")
La nueva conducción del PRO exhibió la representación a escala
nacional de ese partido que tiene poco más de diez años, con el que ya
aprendieron a ganar elecciones, y que ahora tiene el encargo de volver a
la calle para defender la gestión.
Cada línea de
poder tiene su lugar en la nueva estructura, medida milimétricamente
entre Peña, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Gabriela
Michetti, José Torello y Emilio Monzó.
- ¿Y de Macri pusieron a alguien?, preguntó Infobae.
- Macristas somos todos, fue la respuesta. Sonó peronista, pero no, nada que ver.
FUENTE: http://www.infobae.com
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