En las
economías con baja inflación no existen controles de precios ni de
cambio y es la acción de la política fiscal y monetaria la que mantiene
la inflación en la raya. La inflación es un síntoma de inestabilidad.
La inflación como problema económico casi ha desparecido de América
Latina, región que en el pasado estuvo plagada de alzas incontroladas de
precios. Inclusive, países como Argentina, Bolivia y Perú sufrieron de
procesos hiperinflacionarios. En 1985, Bolivia tuvo una tasa de
inflación superior a 90.000%. Salvo en Argentina y Venezuela, ya la
inflación dejó de ser un motivo de preocupación, tal como se muestra en
gráfico adjunto. La alta inflación suele tener efectos nocivos sobre la
economía.
Al deteriorar el poder de compra, crea
un estado permanente de inestabilidad social y política. Cuando los
precios suben de manera pronunciada como es el caso de Venezuela, el
país pierde competitividad en vista del encarecimiento de sus productos,
los cuales son desplazados por las importaciones.
Adicionalmente, la inflación afecta a los ahorristas, quienes experimentan pérdidas apreciables de su patrimonio.
Las
economías que han logrado disminuir la inflación lo han hecho aplicando
un conjunto de políticas en al menos tres ámbitos. En el fiscal, a
través de gobiernos responsables, que no gasten en exceso los ingresos
que reciben. Cuando el déficit del gobierno sobrepasa el límite de lo
admisible, ello crea problemas de financiamiento que se acaban
traduciendo en creación excesiva de dinero. En lo monetario, los bancos
centrales se han centrado en la estabilidad de la moneda.
Esto
quiere decir que las autoridades monetarias no crean más dinero que
aquel que la economía puede absorber. En el plano institucional, las
economías exitosas han emprendido reformas para fortalecer la
competencia, mejorar los canales de distribución de los bienes y en
general en crear un clima propicio a la estabilidad de la economía.
Estos son los casos de Brasil, Colombia, Chile, Perú y Uruguay.
LA ESCASEZ
En
las economías con baja inflación no existen controles de precios ni de
cambio y es la acción de la política fiscal y monetaria la que mantiene
la inflación en la raya. La inflación es un síntoma de inestabilidad.
Cuando la inflación es elevada y volátil se genera incertidumbre. Esos
son los casos de Argentina y Venezuela, donde imperan controles de
cambio y de precios y en consecuencia se genera escasez.
Tanto
Argentina como Venezuela han hecho todo lo posible para sufrir de la
inflación y también para beneficiarse de ella. Las gestiones fiscales de
Argentina y Venezuela exhiben profundos déficits que han llevado al
financiamiento monetario. Las finanzas públicas de Argentina y Venezuela
son un auténtico desorden, lo cual ha propiciado una expansión del
gasto francamente insostenible.
Similarmente, los
gobiernos de Argentina y Venezuela han abusado de los bancos centrales
como instrumentos de financiamiento. En ambos países los entes emisores
fungen como auténticas cajas chicas para que sus gobiernos usen las
reservas internacionales en el financiamiento del gasto corriente. En
Venezuela más que en Argentina, el banco central se ha desdibujado
completamente y se ha convertido en una especie de dependencia del
Ministerio de Finanzas, en una imprenta que emite papel moneda sin
ningún valor.
En 2012, el Banco Central de
Venezuela expandió el dinero primario en más de 40,0% para financiar al
gobierno, todo lo cual resultó en una tasa de inflación de 20,1%, a
pesar de controles draconianos de cambio y de precios. Lo peor de todo
esto es que tanto a las autoridades de los bancos centrales de Argentina
y Venezuela, pareciera no preocuparles mucho la inflación. En parte esa
falta de preocupación deviene del hecho de que al final los gobiernos
se benefician de la inflación.
Fuente: www.entornointeligente.com
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