15/06 – 10:30 - Como buen kirchnerista, el ex juez de la corte es perpendicular al discurso, paralelo a la moral y transversal al relato y la corrupción. El juez que moralizaba desde la Corte Suprema, era dueño de prostíbulos; el que cuidó estos años y veló por los derechos humanos del kirchnerismo, escribía para las Dictaduras, las consentía y justificaba su existencia y al Nac&Pop de los jueces supremos hasta hace poco, desvelado por las garantías y la igualdad de los ciudadanos, le repugnaban los homosexuales y opinaba que la pena de muerte, era justificada. Lo que se dice “una joyita K”. (Por : Rubén Lasagno)
¿Cuántas veces dijimos desde esta misma página, que Néstor Kirchner
se chocó con los derechos humanos, más que por casualidad, por
necesidad, cuando llegó a la presidencia? ¿Cuántas veces dijimos que
solo era una postura política para sacarle frutos al discurso convocante
de un luchador social inventado, pero en fondo, no le importaba nada y
jamás los había practicado en la provincia de Santa Cruz?. Bien, un
hombre que como Kirchner, se abrazaba todas las semanas con el General
Guerrero, que no faltaba a los actos militares en la guarnición de
Piedra Buena, precisamente cada 24 de marzo, cuando otros estaban
abocados a repudiar el golpe del 76 (como lo hizo después del 2003) y
alguien que estaba más preocupado por la 1.050 que por los derechos
humanos, que nunca cedió un gimnasio en la provincia, para recordar en
un acto a los desaparecidos y que ninguneaba a la propia Hebbe de
Bonafini cuando llegaba a Río Gallegos y tenía que dormir en la casa de
Miguel del Pla (docente y candidato del PO), nadie como él puede ser un
paladín de la justicia y los derechos humanos, está claro.
Si aplicamos el principio sociológico de la transferencia de roles,
dicho en idioma común: dime con quien andas y te diré quien eres, está
claro que quienes se pueden aliar con alguien absolutamente apático a
los derechos humanos, son aquellos provenientes de las dictaduras
militares, los colaboracionistas de los genocidas, que lucen como larvas
reconvertidas, se ungen de moralistas, se entronizan como jueces
populares y tienen las manos manchadas de sangre.
Este es el caso de dos íconos de los “Derechos Humanos K” en el país.
En esta instancia hay que diferenciar los Derechos humanos reales,
concretos y verdaderos, los que buscan por necesidad y convicción, las
Madres lejos de la billetera, con aquellos que inventaron los Kirchner.
Esos dos representantes indubitables de los DDHHK son Horacio
Vertvisky, y Eugenio Zafaroni, a los cuales podríamos agregar a Hebbe de
Bonafini, no por haber actuado a favor de la dictaduras, pero sí por
encubrir y justificar a estas dos larvas, además de hacer un uso
económico de los derechos que dice defender.
Dos colaboracionistas
Si lo Vertvisky es vergonzoso, lo de Zafaroni tiene ribetes aún más
descabellados y graves. Este tipo, que ocupó por designios de Néstor
Kirchner, el lugar al que solo pueden llegar los que están libres de
culpa y cargo, se desempeñó como juez supremo, siendo que con su mano
derecha, escribió un libro justificando la dictadura, odiando la
homosexualidad y adhiriendo al principio de pena de muerte para los
“socialmente irrecuperables”.
Este libro no lo publicó en 1960, sino que lo hizo prácticamente al
finalizar la dictadura, en el año 1980 y por esas cosas del
kirchnerismo, como pasaba con la revista Noticia en Río Gallegos, cuando
hablaba de algún acto de corrupción del gobierno y Rudy Ulloa se
encargaba de sacarlas de los kioscos, el “Derecho Penal Militar” de
Zafaroni, no se puede encontrar en las librerías.
Esta perla dgomática-militar-genocida, escrita por el venerable
Zafaroni junto a Ricardo Juan Cavallero, está orientada a brindar una
justificación jurídica a los golpes de Estado.
Es un ensayo que reflexiona sobre el código penal militar y tal como
lo reveló Clarín, llega a expresar: “Los bandos para el supuesto de
conmoción interior, fuera de la guerra, también requieren una necesidad
terribilísima, que debe estar dada por la circunstancia de que la
conmoción interior alcance un grado tal que la autoridad del lugar no
pueda evitar estragos, es decir, que la alteración del orden sea de tal
naturaleza que el peligro de afectación masiva y grave de bienes
jurídicos tales como la vida, la propiedad, etc., sea inminente e
inevitable por la autoridad local. De allí surge la posibilidad de que
la autoridad militar asuma el gobierno o el mando de una parte del
territorio”.
De esta manera, Zafaroni, justifica que los militares tomen el poder en el país.
“No obstante, hay circunstancias especiales, dentro y fuera de la
guerra, en las que no hay sólo una necesidad terrible, sino que se
presenta una necesidad terribilísima. Se trata de situaciones en las que
existe un peligro actual de absoluta inminencia o un mal gravísimo que
ya se está produciendo y que es necesario evitar o detener. Es en estas
circunstancias de necesidad terribilísima. Se trata de situaciones en
las que existe un peligro actual de absoluta inminencia o un mal
gravísimo que ya se está produciendo y que es necesario evitar o
detener. Es en estas circunstancias de necesidad terribilísima cuando
hacen su aparición en el derecho penal militar dos medidas que
aparentemente arrasan con las disposiciones constitucionales: la
legislación por bandos y la llamada pena de muerte”, detalla Zaffaroni.
La difusión por parte de Diego Rojas en Plaza de Mayo.com muestra
como Zaffaroni -actualmente conocido por sus posiciones garantistas- en
1980 usaba su inteligencia para dar justificación a la pena de muerte:
“La muerte prevista en el art. 759, CJM, no es pena, en principio porque
la muerte jamás puede serlo, pero, además, por otras razones que no son
fundamentales. Ante todo, se hace necesario que el militar huya o haga
demostración de pánico, lo que puede generar un desbande o imitación, de
modo que la muerte se autoriza para evitar ese efecto inmediato y
desastroso. Tan cierto es esto que el CJM no requiere que le dé muerte
un superior, sino que puede darse el caso de que sea el inferior quien
dé muerte al superior en esa circunstancia. De otro modo, por el mero
gusto de afirmar gratuitamente la disciplina, no se explica que pueda
darse muerte a un militar y menos que el inferior pueda dar muerte al
superior, lo que sólo puede tener explicación lógica sobre la base de la
necesidad de evitar el fracaso de una operación frente al enemigo, el
que puede resultar del pánico generalizado en el personal y para el cual
cualquier actitud individual puede servir de detonante”.
Y llega un punto aún más sorprendente al hablar en uno de sus
capítulos de “la excepcional necesidad de dar muerte al delincuente”.
Zaffaroni también se ocupa de la prohibición de la homosexualidad en
las filas militares, que justifica de esta manera en la página 59 de su
libro: “Si pensamos por un momento en que la homosexualidad entre
adultos no puede ser punida como delito en la vida civil, porque esa
punición violaría el art. 19 constitucional, no por ello debemos
concluir en que la homosexualidad militar es inconstitucional, tal como
la prevé el art. 765, CJM, porque en la vida civil no hay ningún bien
jurídico que resulte afectado por esa conducta realizada en privado,
pero en el orden militar la posibilidad de trascendencia del
conocimiento de esa conducta afecta la imagen pública de las fuerzas
armadas y la confianza que ellas deben gozar por parte de los habitantes
de la Nación, cuyo crédito frente a ellos es indispensable para que
ante la necesidad tremenda cuenten con la participación y apoyo de la
población”.
Genuflexo y pro milico
El gran académico, como lo definen los ultra K y se han llenado la
boca hablando de sus dotes intelectuales, prologaba su libro con una
dedicatoria al brigadier auditor Laureano Álvarez Estrada, a quien
reconoce haberle mostrado los textos originales antes de su publicación
para que realice “observaciones”, y al contraalmirante auditor Ramón
León Francisco Morell; es decir, además de pro milico, Zafaroni era un
obsecuente sometido a la bota militar, sin ningún atisbo de recuperación
mientras durara el Proceso, como finalmente pasó.
“En el sitio web de las Madres de Plaza de Mayo había un proyecto
contra la impunidad y como parte de ese proyecto existía una denuncia
contra los jueces que juraron bajo el estatuto del proceso de
reorganización nacional. En la lista de magistrados estaba Zaffaroni
como partícipe necesario de los delitos de la dictadura”, explicó
Terragno en diálogo con Jorge Lanata en radio Mitre.
La investigación del dirigente radical lo llevó hasta el polémico
libro que se mantuvo en secreto durante su estadía en la Corte Suprema.
Hoy Zaffaroni aspira a un lugar en la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. Su postulación fue criticada por el foro Usina de Justicia, que
denunció la doctrina abolicionista del ex magistrado.
¿De qué se puede arrepentir?
Un tipo como Zafaroni ¿De qué se puede arrepetir?. Bien, las palabras
del ex juez de la SCJ fueron “No me arrepiento de nada. Me arrepiento
más de lo que no hice en esa época que de lo que hice”. Y se justificó
diciendo “Cuando me iba a poner en la Corte también desempolvaron esto”,
argumentó el penalista en diálogo con Radio Del Plata.
“Es un viejo libro donde tratamos de hacer dogmática con la justicia
militar. Estábamos demostrando que el Código de Justicia no podía
demostrar ningún tipo de dogmática de lo que estaba sucediendo”, dijo,
en contraposición a lo que se sostiene en ese mismo escrito.
Zaffaroni adjudicó el resurgimiento del libro a que “Clarín me está
cobrando el voto de la constitucionalidad de la Ley de Medios”. Y
completó: “Si yo le voto en contra a un monopolio, para desarmar un
monopolio, obviamente que no me van a tratar bien. Si ellos pueden darme
un garrotazo me lo van a dar”.
Cuando le preguntaron si hacía un mea culpa por lo que escribió, el
jurista afirmó: “A cada uno le tocó vivir una etapa de la historia y no
elegimos en la etapa que nos tocó vivir. Me arrepiento más de las cosas
que no hice que de las que hice. Pude haber hecho más”.
“Lo que me tocó vivir, lo viví. Fui juez en gobierno militares, sí. A
muchos nos pasó. Nos tocó vivir en épocas tumultuosas. Posiblemente
pude haber actuado mejor. Siempre que uno mira para atrás y tiene más
información piensa que pudo haber hecho más”, sostuvo.
Por último, a Zaffaroni le preguntaron por el apartado del libro en
el que se justifica la prohibición de la homosexualidad en las fuerzas
armadas. “En el año 1980 creo que era inadmisible. La cultura cambia
constantemente y 25 años no ha pasado en vano”, explicó.
Caradura
Zafaroni, además de dar plena muestra de ser pro milico, obsecuente y
de haber sido un inhábil para ocupar un cargo de tal magnitud en la
Nación, es un cobarde que no acepta su pasado, que se justifica contra
su propio discurso, que niega lo innegable y cree, como en general lo
hace el kirchenrismo, que las mismas atrocidades, si las hacen otros, es
pecado; si las hacen ellos, es muy bueno para el país.
Con la mejor cara de piedra, este, ahora garantista, amoldado a los
tiempos que corren, viró 180º y culpó a Clarín y a cuanto se le cruzara
en el camino a su próximo curro en la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
Vaya paradoja, la de nuestro país, destacar allí a un
colaboracionista de la más dura dictadura nacional; un escriba de las
máximas que usó Videla y Massera para hacer desaparecer gente; un
blanqueador de los crímenes de lesa humanidad y un jurista que puso en
texto legal, esos crímenes para que, en el futuro, estuvieran
justificados. Esto habla de la coherencia política de los Kirchner, que
nunca dejaron de ser lo que son y de lo estúpido que somos como
sociedad. (Agencia OPI Santa Cruz)
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