Las estimaciones para el 2012 están indicando un déficit comercial energético superior a los u$s 5.000.000.000, lo que a la postre significaría desembolsar en materia de suministros energéticos por encima de los u$s 10.000.000.000.
Por: Aldo Norberto Bonaveri
@AldoBonaveri
Sin lugar a duda los temas energéticos constituyen la debilidad más profunda de la economía argentina. En los últimos años las noticias de cortes de suministro de gas a empresas, los faltantes de combustibles y, la típica imagen de mangueras cruzadas en las estaciones de servicio, sumado a la importación de energía eléctrica, síntomas que años atrás eran una extraña peculiaridad, por estos tiempos lejos de causar sorpresa, están produciendo acostumbramiento, con consecuencias cada vez más preocupantes.
El autoabastecimiento de petróleo logrado merced a la política específica instrumentada por Arturo Frondizi en las postrimerías de la década del 50’, con matices diferentes y cambios coyunturales, aún con altibajos y modelos diferenciados, se mantuvo hasta dos años atrás, pero la falta de inversiones en toda la década anterior, derivó en una merma gradual de la producción, factor que se expresó simultáneamente con el crecimiento sostenido operado en el país desde el 2002 hasta nuestros días, con un PBI que se acrecentó más de un 60%.
Evidentemente la energía en su conjunto fue subestimada por las administraciones K, las que invariablemente hicieron caso omiso a las advertencias y propuestas sobre el particular formulada por expertos, siendo en tal sentido lo más destacable las exhortaciones y estudios formulado por ocho ex secretarios de Energía de la Nación, quienes desempeñaron la cartera durante los gobiernos de Raúl Alfonsín, Carlos Menen, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, los que pese a profesar disímiles ideologías políticas, vienen trabajando en forma conjunta desde el 2008.
Justamente en uno de los documentos elaborados por los citados, como así también en un informe elaborado por la Comisión Económica para América Latina “CEPAL”, se refleja como entre 2003 y 2009 la Argentina fue el único país de América latina en el que la producción de energía primaria (petróleo y al gas) se redujo en un 7%.
La magra performance argentina desentona con el fuerte incremento operado en materia productiva que registran en el mismo lapso otros países sudamericanos. En tal sentido cabe destacar que el mayor crecimiento se registró en Perú con el 68%, seguido de Bolivia 51% y Colombia 34%, luego se posicionan Brasil 28%, Venezuela y Chile 14%, Paraguay 13% y Uruguay 9%.
Si nos extendemos a los demás países latinoamericanos advertiremos que en el período de referencia, la única reducción concreta ocurrió en Argentina, donde la producción descendió de 612.000.000 a 572.000.000 de barriles de petróleo o equivalente entre crudo y gas.
Los ex secretarios de energía segmentaron aún más la información y la extendieron desde 2003 a 2010, allí surge que la caída en la producción de petróleo rondó el 18%, en tanto la caída en gas natural se concentró en el 8%.
Conforme a datos de la Secretaría de Energía, el volumen de petróleo procesado, que se había logrado recuperarse en 2002, obtuvo su pico máximo de 37.200.000 de m3 en 2007, viene retrocediendo invariablemente desde entonces: E n 2008 el volumen cayó a 35.200.000 m3, en descenso siguió la tendencia en 2009 con 33.500.000 m3, para resultar en 2010 30.800.000 m3. De 2011, aún no están disponibles los datos oficiales, empero en base a lo ocurrido en los primeros 10 meses del año, la producción rondaría en torno a los 29.700.000 m3.
Actualmente somos un país energéticamente dependiente del exterior, donde el acudir a importaciones de petróleo, gas y energía eléctrica es una práctica que año tras año va en sostenido aumento; al respecto en concepto de petróleo, gas natural, naftas y gasoil, en 2003 las compras al exterior totalizaron u$s 549.000.000, al cierre del 2010 se trasformaron en u$s 4.443.000.000, habiendo superado los u$s 7.500.000.000 el año recientemente fenecido, no existiendo indicios que la situación realmente pueda revertirse, por el contrario, en función de una proyección en el comportamiento de las variables, se aprecia que los indicadores de producción seguirán para abajo, el tándem petróleo gas retrocedería en el presente alrededor del 3%, en tanto no de advierte una merma en el consumo.
Las estimaciones para el 2012 están indicando un déficit comercial energético superior a los u$s 5.000.000.000, lo que a la postre significaría desembolsar en materia de suministros energéticos por encima de los u$s 10.000.000.000.
En materia de gas natural, las importaciones vienen creciendo sin intermitencias, la última operación del año pasado se concreto en diciembre, en la que ENARSA dispuso la compra de 55 buques de gas nacional licuado “LGN”, cada uno de los cuales tiene una capacidad de transporte de 148.000 m3 del citado fluido, lo que haría un desembolso de aproximadamente u$s 2.350.000.000. El destino de estos cargamentos son las estaciones terminales regasificadoras de Bahía Blanca y Escobar.
De la transacción participaron proveedores internacionales habituales, tales como: Repsol, Morgan Stanley, Excelerate y Gas Natural, a los que se sumaron la japonesa Marubeni y la británica British Petroleum “BP.
La referida importación se efectúo a valores superiores de mercado. Teniendo en cuanta la incidencia de traslado y manipuleo el fluido inyectado en la terminal Bahía Blanca oscilará entre los u$s 12 y u$s 13, pero en Escobar, por desoptimización legista de esa unidad, más las limitaciones para ala aproximación de buques de gran calado, el costo ascenderá a u$s 15 por millón de BTU.
Al cierre del 2011, los números demuestran que es menester recurrir a un 20% de gas importado para atender la demanda interna. La progresión ha ido en sostenido aumento año tras año, los subsidios indiscriminados aplicadamente fomentaron el consumo en extremo, eso significa un costo sideral para el Estado, que como es público y notorio pretende reducir tanto como le sea posible. Los precios pagados por los usuarios argentinos, por lo bajo, no resisten comparación con cualquier país de la región.
La falta de existencia de una política energética le viene costando muy caro al país, y si bien hasta ahora con el relato han venido encubriendo la realidad, cada vez se torna más difícil seguir ocultando errores, los que ante las evidencias se tornan más groseros. El no haber abordado el problema con la profundidad y seriedad que el tema requiere, determinó una descapitalización alarmante en materia de recursos energéticos, cuyas consecuencias no son automáticas, hoy estamos sufriendo las secuelas de la falta de inversiones de 6 o 7 años atrás, en consecuencia como no se trazó ningún plan para revertirlo, el cuadro de situación seguirá agravándose.
Con todo lo que ello implica, la caída de producción no es el problema mayor que expresa la energía argentina, ya que más grave aún es la disminución de reservas efectivas de hidrocarburos, consecuencia directa de la falta de exploración y desarrollo. Semejante contexto requiere efectuar cuantiosas inversiones hasta ahora soslayadas, pero aun cuando ello se concretara, los resultados no son inmediatos, cada paso de los procesos de investigación, extracción e industrialización requiere cumplimentar tiempos que son ineludibles.
Para cualquier país que se precie de soberano, la independencia energética es vital. Recuperar dicha condición debería ser una cuestión de estado, que a la luz de los acontecimientos presenta mayores complejidades, en función de los precios internacionales de los combustibles fósiles, los que han trepado a valores muy elevados, producto componentes económicos y políticos en el resto del planeta.
El suministro de energía barata ha sido una marca registrada K, lo que hasta antes de las elecciones se mostraba como una obstinación, constituye en la actualidad una “bola de nieve” que la presidenta da señales de querer morigerar. El desafío es muy grande y el costo a pagar ineludible.
La tremenda diferencia entre las tarifas locales y los precios internacionales de la energía eléctrica y el gas natural, no puede menos que causar perturbaciones a la hora de corregir desfasajes. Los miles de millones de dólares que no se invirtieron para aumentar las reservas en los últimos años, finalmente debieron ser destinados subsidiar la importación de combustibles.
En virtud del cuadro de situación imperante, a esta altura de los acontecimientos, la crisis energética resulta el punto más vulnerable de la economía argentina
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