No caben dudas: esto no es “sustentable”. El “modelo” no puede resistir tanto desorden de las variables económicas.
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Por: Héctor Blas Trillo
Nadie puede dudar de que en estas horas la
Argentina esté pasando por un momento cargado de dificultades, especialmente
por las derivaciones del fallo de la justicia norteamericana en el caso de los
llamados fondos buitre. La actitud del gobierno de enfrentarse a la justicia
norteamericana en lugar de buscar la manera de cumplir la sentencia del juez
Griesa sólo podrá sumar más daño al que ya está hecho.
Pero es importante analizar brevemente lo
ocurrido en materia económica en los últimos años, por lo menos. Porque en
ellos ha transcurrido la mayor parte del enorme daño que ha estado haciéndose.
Pareciera que hubiera un cierto adormecimiento, especialmente de la dirigencia
que debería enfrentar los hechos de alguna manera más o menos contundente y no
lo hace.
El daño viene de mucho antes, claro está.
Desde los congelamientos de tarifas de servicios públicos hasta el cierre de
exportaciones de carnes; desde el anquilosamiento de los impuestos a las
exportaciones, hasta el sostenimiento de un tipo de cambio mediante la emisión
monetaria; desde la proliferación de subsidios y controles de precios, hasta el
incumplimiento de contratos de la mayoría de las concesiones otorgadas en la
década anterior.
Pero, es bueno recapitular lo ocurrido
desde la reelección de la señora de Kirchner en la presidencia; porque ha
significado a nuestro juicio la aceleración de un deterioro que ya veníamos
sufriendo.
Empezamos con la instauración del
determinado “cepo cambiario” que inició el triste derrotero de la prohibición
de compra de moneda extranjera. Esta triste página comenzó con el surrealista
argumento de que había que evitar vender divisas a quienes no tuvieran
adecuadamente declarado su patrimonio. En lugar de capturar a los evasores, se
los alertaba.
Muy pronto quedó claro que la causa del
“cepo” no era otra que la carencia de dólares suficientes para hacer frente a
la creciente necesidad de importar energía, entre otras razones.
Recapitulemos algunas de las medidas
tomadas en muy poco tiempo:
Incremento notable de la cantidad de
subsidios de todo tipo y color.
Aceleración del ritmo de emisión monetaria
con incremento de la tasa de inflación
Importaciones crecientes de energía (gas,
gasoil, fueloil, naftas)
Multiplicación de los controles de precios.
Establecimiento de pedidos de permiso de
importación con la consiguiente limitación del ingreso de insumos.
Confiscación de los fondos jubilatorios de
las AFJP
Apropiación de las reservas del Banco
Central.
Incremento pavoroso del déficit fiscal (se
proyecta para 2014 una cifra del orden de los $ 140.000 millones a nivel
nacional. Si sumamos los déficit provinciales la cifra superará los $170.000
millones)
El gobierno contabiliza como ingresos los
recursos provenientes de los títulos y acciones en poder de la ANSES
confiscados a las AFJP. También cuenta como ingresos las supuestas ganancias
del Banco Central por devaluación de la moneda, en lo que se ha dado en llamar
“contabilidad creativa”. Incrementa cada día más la presión tributaria, no sólo
aplicando nuevas gabelas (como lo hizo recientemente con el impuesto a las
ganancias sobre la venta de acciones o el pago de dividendos), sino también no
reconociendo la pérdida de valor de la moneda, que lleva a gravar ganancias
ficticias y a hacer que paguen impuestos a las ganancias cada vez más
trabajadores.
Si en el año 2003 el gasto público
consolidado (Nación y provincias) giraba en torno del 28% del PBI, en el
corriente año llegará al 46%, y seguramente en 2015 superará el 50% del total
del PBI.
El país tenía los famosos “superávit
gemelos”. Ingresaban muchos más dólares de los que salían. Esto ya no ocurre
hoy.
En 2010 las reservas del Banco Central
habían superado los 50.000 millones de dólares habiendo pagado al contado,
incluso, al FMI en el año 2006 unos 10.000 millones. Hoy, tales reservas no
llegan a 30.000 millones.
La Argentina no tiene hoy por hoy ningún
plan antiinflacionario, excepto esa rémora de los años 50 que se conoce como
“precios cuidados” y que de alguna manera es presentada como un plan. Sin
embargo, tenemos una de las más altas tasas de inflación del mundo, junto con
Venezuela, Irán y Sudán.
Luego de la intervención en el INDEC en el
año 2007, se ha mentido sistemáticamente en el índice de inflación. Y se llegó
al absurdo de multar a las consultoras privadas por difundir cifras de
inflación mayores. En promedio, en los últimos 5 años, la inflación fue del 25%
anual. Y en 2014 probablemente arañe el 40%.
Mientras tanto, la salida de capitales del
país ha sido muy elevada. 22.000 millones de dólares en 2011. Y entre 2012 y
2013, unos 10.000 millones. Ello sin contar años anteriores, como por ejemplo
2008 donde salieron 23.000 millones.
Las empresas proveedoras de servicios
públicos han sido destruidas por la política de congelamiento de tarifas. La
desinversión en el sector es elocuente. Y es consecuencia.
En 2011, y nuevamente ahora, se intenta la
quita de subsidios, la cual en sí misma no modifica el ingreso de las empresas
proveedoras, sino simplemente cambia de agente pagador, por así decirlo. En
lugar de pagar el Estado en forma de subsidio, pagan los consumidores. También
se han aceptado algunos ajustes de tarifas, mínimos en comparación con lo que
hace falta. La tarifa del gas domiciliario, por ejemplo, es hoy en Buenos Aires
la décima parte de la que rige en Uruguay, Brasil o Chile.
El incremento de los costos en dólares es
otra realidad. En los últimos 5 años la inflación acumulada ronda el 200%,
mientras que el valor del dólar creció de $ 3,81 en junio de 2009, a 8,30 que
es el valor de hoy. Apenas un 117%.
Con estos valores resulta imposible
competir con el mundo a nivel industrial.
En materia de producción primaria, la
situación no es tan diferente. Los mercados de carnes, trigo, maíz, lácteos y
sus derivados, han sufrido las consecuencias de la política de retenciones,
prohibiciones, controles de precios y trabas de todo tipo invocando la defensa
de “la mesa de los argentinos”. Nuestros vecinos, con políticas absolutamente
diferentes, no solo no han afectado la mesa de sus conciudadanos, sino que se
han encargado de proveer de estos alimentos a todos los países a los que
anteriormente proveíamos nosotros.
La oleaginosa estrella, es decir la soja,
está bajando su precio a nivel mundial como consecuencia de las buenas cosechas
en los EEUU. Y puede llegar a traspasar el piso de 400 dólares la tonelada
hacia fin de año.
En la Argentina no existe seguridad
jurídica, no se respeta el derecho de propiedad, no se permite el giro de
dividendos al Exterior, se pretende que se comercialicen dólares a un valor muy
inferior al real, se imponen percepciones de impuesto a las ganancias a la
compra de moneda extranjera y a gastos (siendo un impuesto sobre las
ganancias), y se fijan tasas de interés por debajo de la tasa de inflación.
Al mismo tiempo, la propia presidenta
pretende que gastemos y no ahorremos, como nos enseñaron nuestros padres y abuelos.
No caben dudas: esto no es “sustentable”.
El “modelo” no puede resistir tanto desorden de las variables económicas.
Entonces, qué puede pasar. Qué va a pasar.
En estos momentos la economía está en
recesión. Y la recesión se acelerará con la inflación creciente, con las
restricciones cambiarias, con el default, con las prohibiciones de
importaciones, con los controles de precios, con la creciente presión
tributaria y varios etcéteras.
Sólo cabe esperar más devaluaciones, más
inflación, más recesión, más deterioro de salarios, más miseria, más desastre.
Es muy doloroso pero es así. Y pensamos que
alguien tiene que decirlo y con todas las letras. Es el inexorable final de un
nuevo ensayo populista.
FUENTE: www.pregonagropecuario.com
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