Por:
Nechi Dorado
Hoy
llegaron los “Reyes Magos” también al país más austral del mundo, en pleno apogeo
de la llamada “década ganada”, donde el turismo explotó las playas de los
centros turísticos.
Llegaron
los “Reyes Magos” trayendo regalitos a los niños cuyos padres tienen la suerte
de mantener sus trabajos; los otros quedaron esperando con sus ojitos buscando
en el cielo las tres imágenes deseando que se arrepintieran y pegaran la
vuelta, porque tal vez se olvidaron de ellos por vivir lejos de la gran ciudad.
Hasta
en los días de más connotación religiosa, el capitalismo genocida sigue
cobrándose víctimas emulando a Herodes, mientras los shopping atestados de
gente dan muestra de una realidad parcial oscurecida, invisibilizada para la
mayor parte de la población.
Mientras
tantos niños, incluidos los dos que tengo cerca –para ser sincera- recibían su
regalito, un niño qom era deglutido por la muerte que hizo uso de algunas de
sus herramientas más espeluznantes para arrancarlo de esta tierra: el abandono,
la miseria, el olvido. Aparatos provistos por ese capitalismo voraz del que
parece tan difícil desprenderse por más discursos bonitos que se empleen y que
no son sino maquillaje para blindar una realidad que hoy nos abofeteó como solo
golpea el odio más cruel.
Néstor
Feminía tenía 7 añitos tratando de pelear contra la desnutrición, la
tuberculosis y kilos y kilos de miseria sobre cada costillita que no hubo carne
humana que las proteja.
Tenía
hambre, mucho hambre y unos ojazos que intuían quién sabe qué paraíso cercano
para él, con la misma conmoción que tendrá quién ve a un demonio próximo a
tragárselo.
El
niño muere en el país conocido como granero del mundo. Muere sin pan dulce en
su pancita, sin escuchar el ruido del papel metalizado que envolvería una
sorpresa. Lo arrancan de esta vida en el paraje Paso Sosa, a 12 kilómetros de
Villa Río Bermejito, en la provincia del Chaco. Era parte de una comunidad
indígena de El Impenetrable y pasó sus últimos meses entre puesto sanitario y
hospitales, antes de entrar a la página donde quedan estampados para siempre
los marginados.
La
injusticia social, eufemismo mediante el cual pretende desfigurarse una
realidad innegable: el capitalismo y sus secuaces, fue cavando una tumba donde
el niño ¿descansará? para siempre.
La
tuberculosis, enfermedad que se proclamaba erradicada marcó nuevamente
presencia, lo cual demuestra ¡que no fue erradicada ni tres carajos! Porque
donde hay hambre, hay enfermedad, bajan las defensas, se instala el parásito de
la muerte y va germinando como metástasis de un cáncer incurable.
Tampoco
figura ese flagelo como elemento causal de esa muerte ya que el certificado de
fallecimiento lleva una sola palabra que indicaría la realidad tapada, muerte
por ENFERMEDAD.
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