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miércoles, 22 de abril de 2015

La renovada "Maldición de Malinche"

POR: Enrique Guillermo Avogadro


"... hoy les seguimos cambiando 
oro por cuentas de vidrios 
y damos nuestra riquezas 
por sus espejos con brillos" Amparo Ochoa

Los daños que el kirchnerismo ha infligido a la Argentina son innumerables, pero esa vocación destructora parece no tener fin. Después de haber desperdiciado, miserablemente, la mejor década que deparara el escenario internacional en los últimos setenta años, dejarán al país, al igual que sus mentores venezolanos y cubanos, con un cuarto de la población sumida en la pobreza, con la corrupción rampante, con la educación en decadencia, con la salud deteriorada, inmerso en el narcotráfico y la violencia, con un nivel de inflación desconocido en el planeta, con una sociedad agrietada y fracturada al extremo, con empresas y capitales que huyen aterrados, sin instituciones y sin Justicia, sin agua corriente y sin cloacas, sin caminos, sin energía, sin reservas monetarias, sin fuerzas armadas y con su administración pública con cientos  de miles de empleados superfluos e impagables.

Pero, tal vez, lo peor de la herencia serán los monstruosos pactos que la Presidente, sin dar ninguna cuenta de ellos y manteniéndolos en secreto, continúa suscribiendo con China y con Rusia, porque ellos significarán -si no son revisados de inmediato- el sojuzgamiento de la Argentina y su transformación en una colonia, una factoría meramente extractiva.

El Gobierno, siempre movido por su afán de latrocinio y saqueo, ha decidido seguir adelante con la construcción de centrales nucleares e hídricas de generación eléctrica, sobre las cuales no se ha hecho estudio de factibilidad ni ambiental alguno. El mejor ejemplo de ello son las represas rebautizadas como "Kirchner" (¡cuándo no!) y "Cepernic", ambas sobre el río Santa Cruz, que figuraban atrás de treinta proyectos prioritarios, y a cuya dudosa capacidad efectiva de producción habrá que sumarle el enorme costo de su conexión a la red troncal de distribución.

Los tiempos de construcción y puesta en marcha de esos proyectos excederán en lustros, como mínimo, al mandato del actual gobierno, y dejarán al país con monstruosas deudas con ambos países, siempre dispuestos a financiar locuras a cambio del suministro de las materias primas indispensables para sus propias economías, o para concesiones soberanas que rozan el vasallaje. Venezuela y Ecuador han entregado a los chinos, por décadas futuras, su petróleo, y muchos países del África sub-sahariana están haciendo exactamente lo mismo con alimentos, energía y minerales.

La matriz es muy similar a la que Cristina y sus cuarenta ladrones están implementando para nuestro futuro inmediato. A Rusia le interesa enormemente el abastecimiento de alimentos para sortear el embargo internacional por su invasión a Ucrania y la posibilidad de enriquecer uranio en la Argentina para triangularlo a Irán -¿recuerda el memorandum y el asesinato de Nisman?- amén de los acuerdos políticos, que le permitan participar en la mesa donde se juega el control del Atlántico Sur y de la Antártida, y militares, para el suministro de material.

China, también con apetitos en esos escenarios geopolíticos -como lo prueba la instalación de la base científico-militar en Neuquén-, requiere alimentos para su creciente clase media, cada vez más demandante por mejor comida, energía para su enorme industria, y mercado para sus empresas de infraestructura de todo tipo.

Ante ambos gigantes, la Argentina debe negociar inteligentemente, para agregar cada vez más valor -y más trabajo- a sus productos exportables, pero sin por ello ceder soberanía ni posición geoestratégica. Ello nos permitirá dejar de ser intrascendentes espectadores para comenzar a ser actores en el escenario global.

En el caso chino es peor aún, porque se encomendará la construcción de los proyectos a empresas de esa nacionalidad, sin licitación alguna ni control de precios, y traerán para ello trabajadores asiáticos que laborarán bajo legislación extranjera y hasta con las normas ambientales de ese país, uno de los más contaminantes del planeta; sus productos -trenes, etc.- nos serán vendidos sin transferencia de tecnología y llave en mano.

El Gobierno, en cambio, motorizado por su angustiosa necesidad de divisas para mantener la ficción encarnada en el "relato" y por su sempiterna apetencia por dineros mal habidos, está entregando en ambos casos las joyas de la tatarabuela; la "maldición de Malinche" se reitera siglos después, pero los espejitos de colores son, en el fondo, los mismos.

Por nuestra parte, luego de haber cedido la soberanía sobre los terrenos patagónicos donde se está construyendo la base militar china, abriremos indiscriminadamente las puertas a productos originados en ese país, que terminarán de destruir la golpeada industria nacional. El colmo, y como simple botón de muestra, ha sido la importación de ¡durmientes de cemento! para el ferrocarril Belgrano Norte. Y todo ello por un miserable intercambio de monedas para respaldar, artificialmente, a nuestro quebrado Banco Central.

Cuando digo que existe otra manera de negociar con esos países, me refiero, claro está, a una concepción del mundo totalmente reñida con el imaginario kirchnerista, que lo observa con anteojos que atrasan más de medio siglo. El Gobierno, después de romper todas las alianzas regionales que hubieran sido ideales para negociar con el mundo, cree que la guerra fría sigue vigente, y ha decidido embanderarnos con uno de los imaginados polos contendientes. Pero la realidad es otra.

China y Estados Unidos son competidores políticos y, a la vez, los mayores socios comerciales; el mayor proveedor de patentes para el gigante asiático es Israel, amenazado por las monarquías sunitas respaldadas por los norteamericanos que, a su vez, están amenazados por los chiítas iraníes, a los cuales Rusia suministra material nuclear para incomodar a Europa y a Estados Unidos. El subsidio al shale petróleo y al shale gas producido en su propio territorio, apoyado en avances tecnológicos enormes, ha permitido a los Estados Unidos golpear a sus competidores violentos, como Venezuela, Rusia e Irán, y hasta a sus propios aliados, como Arabia Saudita o Brasil, o excesivamente optimistas, como Argentina con Vaca Muerta.

Todo ese complejo panorama, y el crecimiento enorme que ha registrado China en las últimas décadas, que le permite soñar con llegar a ser la primera economía del mundo, han diseñado un sistema multipolar determinado por alianzas y competencias económicas y políticas, todas ellas tendientes a mejorar la situación de la población de cada uno de los jugadores. Argentina, en cambio, bajo el mando de esta pandilla de incompetentes e ignorantes, con una mentalidad cortoplacista determinada por las urgencias de caja y de saqueo y con una secreta vocación de su jefa por suceder a Fidel Castro como líder de la izquierda latinoamericana, ha renunciado a cualquier actitud inteligente y patriótica -no patriotera-, nos ha dejado sin carne y sin trigo, y está condenando a las generaciones futuras a ser émulos de los tan falsamente exaltados pueblos originarios.

En estas condiciones, y como ha sucedido con éstos en todas las latitudes, terminaremos siendo expulsados de nuestra propia tierra, probando ante el mundo que no merecíamos tantos dones.

Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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