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jueves, 27 de agosto de 2015

LA DEMOCRACIA, ANTE EL SIMULACRO DE LA POLÍTICA

La democracia, ante el simulacro de la política
Por SERGIO PALACIOS (*)





Tomé contacto con la obra de Jean Baudrillard (1929-2007) al leer el libro de Rodolfo Terragno “La Simulación”, (2005). En el capítulo cinco narra su experiencia personal con el filósofo francés en un encuentro académico en Venecia. Cuenta que, luego de las conferencias conversaron en el almuerzo y ante una defensa que intentara Terragno de “la política”, Baudrillard le contestó “que el oficio del político es seducir; esto es, abolir la realidad para sustituirla por la ilusión”, agregando que “la política ha sido sustituida por la transpolítica, que no articula intereses sociales sino que se limita a dirimir conflictos entre políticos”.

Desde ese instante, fui “seducido” por un concepto que es clave en la filosofía de Baudrillard, el de “simulación”, y me lancé al intento de comprender algunas de sus obras donde aborda esa idea. Pero la principal sensación que se apoderó de mi mente fue la inevitable asimilación del concepto de simulación con la vida de los argentinos.

DEFINICION
En “Cultura y simulacro”, de 1977, Baudrillard dice que la simulación “no se trata ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real, es decir, de una operación de disuasión de todo proceso real por su doble operativo, … que ofrece todos los signos de lo real ... Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia. Pero la cuestión es más complicada, puesto que simular no es fingir: Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente meterse en cama y hacer creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad aparenta tener algunos síntomas de ella. Así, pues, fingir, o disimular, dejan intacto el principio de realidad: hay una realidad clara, sólo que enmascarada. Por su parte la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo verdadero y de lo falso, de lo real y de lo imaginario”.

Al leer estas citas surge espontánea la relación con nuestras vidas como sociedad, como comunidad que pertenece a un país, nuestro país.

El proceso populista en que vivimos ha exacerbado la “suplantación de lo real por los signos de lo real”, dificultando así la distinción entre lo verdadero y falso; lo real y lo imaginario. Esto se advierte en temas como: precios e inflación; indicadores de pobreza; Derechos Humanos vinculados a lo sectorial y no universales; medios y libertad de prensa; independencia del Poder Judicial; concepto de “democratización”; transparencia y corrupción; protección del medio ambiente; equidad tributaria; crisis energética; transparencia electoral, entre otros temas vinculados a la políticas públicas. Y principalmente, la sustitución de la “cultura del trabajo y esfuerzo”, por los signos de una aparente “igualdad” que simula derechos sin responsabilidades individuales y colectivas. Esto último está formando generaciones que creen que lo de uno sólo puede ser accesible sacándole a otro. Esto es todo lo contrario a la idea de distribución aún del peronismo 1945/1955. Las palabras ahorro e inversión fueron sustituidas en la actual cultura por la palabra “consumo” como único “signo” de “desarrollo”. La síntesis del simulacro se presentó ante todos hace muy poco tiempo cuando el gobierno nacional, sin temblar, afirmó que en Alemania la pobreza era “mucho mayor” que en nuestro país.

LA REALIDAD
Pero ante determinados hechos el simulacro se desintegra y la realidad recupera su presencia: el choque de un tren en la estación de Once; una lluvia de tres horas que sumerge a una ciudad y su población debe autoevacuarse sin plan estatal de emergencia; una factura anual por importación de energía que ronda los U$S 13.000 millones; adolecentes de 15 años que matan; adolecentes de 15 años que mueren por la droga; un desafiante informe del Observatorio de la Deuda Social mostrando que el 28,7 % de los argentinos son pobres; una elección en Tucumán con urnas en llamas y locales donde los votos cuestan bolsones de comida; una provincia donde los votantes son paraguayos que viven en Paraguay; el asesinato de un joven por la espalda en Jujuy; un jugador de fútbol con popularidad que mira tras el paredón que separa un hotel 5 estrellas de la pobreza extrema. Todos cachetazos que esfuman momentáneamente el simulacro y vacía de contenido a la palabra desarrollo.

El simulacro encierra a dos sectores. Por un lado los actores que estimulan y se benefician de la simulación. Y, por otro lado, el resto de la sociedad. Esta última, fue seducida y atrapada. Pero, hablando del todo, la sociedad, la Nación como identidad colectiva, solo heredará pérdidas y un fatídico destino de desintegración.

La única forma de evitar la desintegración social es emprender una operación inversa que consista en “sustituir la simulación por la construcción de lo real”, respecto a una democracia participativa y de inclusión social; un Estado Federal con fuerte descentralización; y un modelo de desarrollo sostenible. Sin la realización colectiva y democrática de “sustituir la simulación por lo real” en los tres niveles apuntados, será imposible contener primero y erradicar después los flagelos que actúan como agentes difusores de la desintegración social: la anomia, la marginalidad económica, la violencia y criminalidad, la droga, la corrupción.

LUCIDEZ EN LUGAR DE MILAGROS
Para sustituir el simulacro no hacen falta milagros, sino lucidez y actitud para inaugurar una etapa de audaces consensos que terminen con la hegemonía populista. Una institucionalidad que garantice igualdad y máxima trasparencia, descentralización del Poder, universalidad de los DH, un nuevo modelo de educación que entienda que debe “socializar y formar seres humanos”, no sólo trasladar información técnica. En la “sociedad del conocimiento” como etapa actual del siglo XXI, el tren vuelve a pasar como a fines del XIX, y en 1945 al iniciarse una nueva etapa internacional. De todos los pasos anteriores, este es el tren que más rápido podría llevarnos a una nueva oportunidad de desarrollo -como palabra con contenido y no vaciada- pero, lamentablemente, el populismo lejos está de conseguir un boleto.

(*) Abogado. Profesor de Economía Política (UNLP)

FUENTE:  http://movil.eldia.com/opinion/la-democracia-ante-el-simulacro-de-la-politica-78957

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