Por SERGIO PALACIOS (*)
Tomé contacto con la obra de Jean Baudrillard (1929-2007) al
leer el libro de Rodolfo Terragno “La Simulación”, (2005). En el capítulo cinco
narra su experiencia personal con el filósofo francés en un encuentro académico
en Venecia. Cuenta que, luego de las conferencias conversaron en el almuerzo y
ante una defensa que intentara Terragno de “la política”, Baudrillard le
contestó “que el oficio del político es seducir; esto es, abolir la realidad
para sustituirla por la ilusión”, agregando que “la política ha sido sustituida
por la transpolítica, que no articula intereses sociales sino que se limita a
dirimir conflictos entre políticos”.
Desde ese instante, fui “seducido” por un concepto que es
clave en la filosofía de Baudrillard, el de “simulación”, y me lancé al intento
de comprender algunas de sus obras donde aborda esa idea. Pero la principal
sensación que se apoderó de mi mente fue la inevitable asimilación del concepto
de simulación con la vida de los argentinos.
DEFINICION
En “Cultura y simulacro”, de 1977, Baudrillard dice que la
simulación “no se trata ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia,
sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real, es decir, de una
operación de disuasión de todo proceso real por su doble operativo, … que
ofrece todos los signos de lo real ... Disimular es fingir no tener lo que se
tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una
presencia, lo otro a una ausencia. Pero la cuestión es más complicada, puesto
que simular no es fingir: Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente
meterse en cama y hacer creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad
aparenta tener algunos síntomas de ella. Así, pues, fingir, o disimular, dejan
intacto el principio de realidad: hay una realidad clara, sólo que enmascarada.
Por su parte la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo verdadero y
de lo falso, de lo real y de lo imaginario”.
Al leer estas citas surge espontánea la relación con
nuestras vidas como sociedad, como comunidad que pertenece a un país, nuestro
país.
El proceso populista en que vivimos ha exacerbado la “suplantación
de lo real por los signos de lo real”, dificultando así la distinción entre lo
verdadero y falso; lo real y lo imaginario. Esto se advierte en temas como:
precios e inflación; indicadores de pobreza; Derechos Humanos vinculados a lo
sectorial y no universales; medios y libertad de prensa; independencia del
Poder Judicial; concepto de “democratización”; transparencia y corrupción;
protección del medio ambiente; equidad tributaria; crisis energética;
transparencia electoral, entre otros temas vinculados a la políticas públicas.
Y principalmente, la sustitución de la “cultura del trabajo y esfuerzo”, por
los signos de una aparente “igualdad” que simula derechos sin responsabilidades
individuales y colectivas. Esto último está formando generaciones que creen que
lo de uno sólo puede ser accesible sacándole a otro. Esto es todo lo contrario
a la idea de distribución aún del peronismo 1945/1955. Las palabras ahorro e
inversión fueron sustituidas en la actual cultura por la palabra “consumo” como
único “signo” de “desarrollo”. La síntesis del simulacro se presentó ante todos
hace muy poco tiempo cuando el gobierno nacional, sin temblar, afirmó que en
Alemania la pobreza era “mucho mayor” que en nuestro país.
LA REALIDAD
Pero ante determinados hechos el simulacro se desintegra y
la realidad recupera su presencia: el choque de un tren en la estación de Once;
una lluvia de tres horas que sumerge a una ciudad y su población debe
autoevacuarse sin plan estatal de emergencia; una factura anual por importación
de energía que ronda los U$S 13.000 millones; adolecentes de 15 años que matan;
adolecentes de 15 años que mueren por la droga; un desafiante informe del
Observatorio de la Deuda Social mostrando que el 28,7 % de los argentinos son
pobres; una elección en Tucumán con urnas en llamas y locales donde los votos
cuestan bolsones de comida; una provincia donde los votantes son paraguayos que
viven en Paraguay; el asesinato de un joven por la espalda en Jujuy; un jugador
de fútbol con popularidad que mira tras el paredón que separa un hotel 5
estrellas de la pobreza extrema. Todos cachetazos que esfuman momentáneamente
el simulacro y vacía de contenido a la palabra desarrollo.
El simulacro encierra a dos sectores. Por un lado los actores
que estimulan y se benefician de la simulación. Y, por otro lado, el resto de
la sociedad. Esta última, fue seducida y atrapada. Pero, hablando del todo, la
sociedad, la Nación como identidad colectiva, solo heredará pérdidas y un
fatídico destino de desintegración.
La única forma de evitar la desintegración social es
emprender una operación inversa que consista en “sustituir la simulación por la
construcción de lo real”, respecto a una democracia participativa y de
inclusión social; un Estado Federal con fuerte descentralización; y un modelo
de desarrollo sostenible. Sin la realización colectiva y democrática de
“sustituir la simulación por lo real” en los tres niveles apuntados, será
imposible contener primero y erradicar después los flagelos que actúan como
agentes difusores de la desintegración social: la anomia, la marginalidad
económica, la violencia y criminalidad, la droga, la corrupción.
LUCIDEZ EN LUGAR DE MILAGROS
Para sustituir el simulacro no hacen falta milagros, sino
lucidez y actitud para inaugurar una etapa de audaces consensos que terminen
con la hegemonía populista. Una institucionalidad que garantice igualdad y
máxima trasparencia, descentralización del Poder, universalidad de los DH, un
nuevo modelo de educación que entienda que debe “socializar y formar seres
humanos”, no sólo trasladar información técnica. En la “sociedad del
conocimiento” como etapa actual del siglo XXI, el tren vuelve a pasar como a
fines del XIX, y en 1945 al iniciarse una nueva etapa internacional. De todos los
pasos anteriores, este es el tren que más rápido podría llevarnos a una nueva
oportunidad de desarrollo -como palabra con contenido y no vaciada- pero,
lamentablemente, el populismo lejos está de conseguir un boleto.
(*) Abogado. Profesor de Economía Política (UNLP)
FUENTE: http://movil.eldia.com/opinion/la-democracia-ante-el-simulacro-de-la-politica-78957
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