Lo que ya habíamos apuntado como una
truchada inexplicable, el Parlasur, quedó en carne viva, luego que Jorge
Lanata hiciera una descripción fantástica de que este organismo
supranacional, no sirve para nada. Si no sirve para nada, se hace
difícil entender que haya candidatos para un organismo inútil. Y si a
eso le sumamos que quienes se proponen suelen venir con el discurso de
“la nueva política”, nos encontramos al poco andar, que estos y aquellos
son lo mismo. Solo falta la oportunidad para conocerlos y el Parlasur,
es como la miel para las abejas. Los que lucen más ahuyentados de las
transas y componendas políticas, resultan ser los primeros que se
inscriben para tener una banca en el Parlaverso. (Por Rubén Lasagno)
Están los que construyen la democracia y quienes la usan. Los que
construyen la democracia, son aquellos que realizan aportes, la
engrandecen, saben aceptar las reglas éticas, hacer renunciamientos y se
oponen a las otras o rechazan los execrable que produce el mismo
sistema, que por imperfecto, permite la aparición de los que usan la
democracia, entre otras cosas y crean engendros ineficientes,
inservibles y vacíos, como el Parlasur.
Los que usan la democracia, son aquellos que sin mediar palabras se
suben al primer colectivo que pasa, como este patético pseudo-organismo
regional, argumentando, desde una premisa absolutamente falaz y mal
intencionada, que si el enjendro existe, deben subirse, porque, de todas maneras, lo harán otros. Un verdadero demócrata, en todo caso, deja que al engendro se suban “los otros” y no duda en criticarlos, desde la diferencia, que es lo que el ciudadano común espera.
Pero si toma el mismo colectivo, se nivela con quienes hacen de la
democracia un remanso de oportunistas, un nicho para los aprovechadores,
los usurpadores de la fe pública, que medran por un cargo, sea el que
fuere, porque este inútil engendro de burócratas inútiles y desechables,
no tiene ninguna aplicación práctica y solo le sirve a sus
utilizadores, para sacar chapa política y estar colgado allí por varios
años, además de, sin hacer nada, alardeando sobre una condición de “legislador del Mercosur”, que a estas alturas está visiblemente devaluada.
Después de ver el programa de Jorge Lanata el día domingo, nos queda
en claro una cosa: nunca estuvimos equivocados cuando renegamos de este
invento con nombre de actividad escolar, creado a imagen y semejanza de
los políticos de esta parte del mundo. PPT le sacó el velo a este mamarracho populista, típico de países bananeros. Quedó demostrado, en las declaraciones que realizaron en Uruguay, que quienes tienen “mandato cumplido” ni siquiera saben para qué pasaron por allí y los que están hoy en funciones y fueron entrevistados en el programa, no pudieron dar una explicación convincente de cuál es su función. Llegaron al colmo de reconocer públicamente, que no sirve para nada.
Por lo tanto y volviendo al principio, cuando hablamos de quienes
construyen la democracia y quienes la usan, el Parlasur o “Parlaverso”
como lo definió el periodista, es, desde la construcción ética de una
persona que seriamente elija la política para construir democracia: inviable, detestable y despreciable.
Ninguna persona de bien que abrace la política como medio para cambiar a
la sociedad en la que se desenvuelve y pretenda volcar en ella su
esfuerzo y sacrificio para conseguir logros superiores en beneficio de
la sociedad (objetivo altruista de la política), puede
pensar en ser parte de esta caricatura tercermundista, en este carísimos
juego de roles, donde cada uno simula que es lo que en realidad no es,
pero por lo cual cobran importantes sueldos, viatican, ganan inmunidad y
lo peor de todo, status político, lo cual les permite cimentar otras
campañas locales o nacionales, otros lanzamientos, opinar sobre temas
internos y darse un vuelo (imaginario) de super legislador, cuando en
realidad, es un muñequito de torta, parte de un cascarón hueco, sin
sentido práctico y disfuncional, que insume un presupuesto con
el cual se podrían atenderse problemáticas urgentes de los países pobres
que allí se ven representados. Si la ética de estos “legisladores”
fuera genuina, esto es lo que debieran resaltar en sus discurso, en vez
de sumarse a este latrocinio latinoamericano que en Argentina alimentará
43 bocas desesperadas de notoriedad y algo de reconocimiento, aunque no
haya hecho nada para merecerlo.
Es tanta la vergüenza y autoculpa, que algunos candidatos sienten,
que rápidamente se han adelantado a explicar que si asumen, harán
renunciamientos a dietas y fueros, sin embargo, con eso no basta.
El hecho de aceptar ser parte de una estructura inservible e impopular,
donde sus funciones comenzarán recién en el 2020, sin objetivos y sin
fines prácticos, porque no es ni la sombra del Parlamento Europeo, quien
sí puede convalidar leyes y marcar posiciones e imponer agendas en los
países del orbe, ya los coloca a cada uno de ellos como parte de esta
farsa donde la sensación es que se postulan para ser “diputados caretas”
de un organismo supranacional que carece de todo prestigio y
reconocimiento.
El Parlasur, forma parte de esas anomalías que tiene la democracia
mal concebida, donde la clase política se siente con el poder suficiente
para imponer cualquier cosa y consagra todo su esfuerzo a blindar sus
privilegios. Pero lo peor aún, son aquellos Partidos y personas,
que, montados en la excusa de lo establecido y como si a lo instituido
no pudieran oponerse, forman parte de esa misma estructura tratando de
guardar algún decoro en las formas, pero aceptando el fondo de la
cuestión, que los acerca al estereotipo estándar de político chanta,
abusivo, aprovechador y oportunista.
Una lástima, porque nos perdemos otra oportunidad de ver un cambio de
paradigma en esta sociedad aletargada, tan bastardeada por una clase
dirigente, en gran parte, indigna de hecho y en otros casos éticamente
indignos, quienes antes de pedir sus votos a la gente, deberían
someterse a un “examen de vergüenza”, una especie de
evaluación retrospectiva que les ayude a conocerse mejor y descubran que
en el llano de la política, donde se cuecen los más grandes y cruentos
intereses partidarios y personales, ellos (los “puros”, “castos” y “angelados”) no son diferentes y hasta podríamos calificarlos de peores, porque
teniendo la posibilidad de concebir una democracia más transparentes,
se suman al oscurantismo y al curro de la propia corporación política de
la que dicen diferenciarse.
En lo personal y a modo de protesta individual, en las próximas elecciones he
decidido cortar la boleta en donde se ofrece el candidato a diputado
del Parlasur, tirarla en el cesto de los residuos y negarme a votar este
engendro.
Tal vez no sea una solución, pero al menos, será una voz de protesta ante tanto atropello y desvergüenza de quienes discursean por izquierda y facturan por derecha, faltándole el respeto a la misma gente que dicen representar. (Agencia OPI Santa Cruz)
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