El resultado electoral del 23 de octubre, la equivocada lectura del proceso, los errores en la toma de decisiones y la consecuente situación que esto trajo hacia el interior de nuestras filas, marca quizá el punto límite de una situación que se ha vuelto largamente prolongada en el seno de la UCR. El debate que hoy nos ocupa, debe significar, no solo una marcada autocrítica acerca de la situación actual de nuestro centenario partido, sino también un profundo análisis sobre el cambio de ciertos paradigmas políticos en la Argentina de nuestros tiempos.
La Argentina que asoma aguarda expectante la irrupción de fuerzas innovadoras, renovadas y coherentes con las demandas de su tiempo. La claridad en el rumbo y el norte de toda causa que representamos no debe poseer fisuras, no solo a la hora de exaltar nuestras virtudes republicanas, sino también a la hora de demostrar que somos una organización política capaz de interpretar las problemáticas cotidianas de los habitantes de la nación.
No creemos que los problemas profundos y fuertemente arraigados en nuestra cultura militante, puedan ser corregidos mediante meros cambios en los textos o el reemplazo de figuras en los estamentos partidarios, y así dar solución a una patología que no supimos curar. Está claro que la solución es algo más dificultosa que un rápido trámite que simula cambios, para que en esencia nada cambie.
El progresivo distanciamiento de aquellos estratos sociales que representaron nuestra histórica base electoral, la responsabilidad de sucesivas generaciones de dirigentes que a casi tres décadas del retorno democrático, no pueden exhibir otra cosa que la imagen nostálgica de un gran partido que hoy nada tiene de lo que nos enseñaros aquellos grandes hombres, y su dolorosa realidad, la de ser una expresión poco clara en sus posiciones políticas, sus lineamientos ideológicos y poner de manifiesto la inexplicable falta de coherencia de sus figuras destacadas.
La renovación no solo se entiende como un recambio generacional. Eso sin dudas es necesario en un partido que hoy no representa a los jóvenes pero la renovación también se debe dar en las prácticas y en la conducta política. Nuestro centenario partido se encuentra alejado de la gente lo que lo lleva a una incapacidad manifiesta para interpretar e interpelar al ciudadano común. Es para esto necesario volver a nuestras bases ideológicas y reconciliarnos con los sectores más postergados de la sociedad. El radicalismo debe volver a ser la causa de los desposeídos. Para dar este paso es imperioso primero reconocer nuestros propios errores.
Esos desposeídos que nos dieron origen no solo no se ven reflejados hoy en la UCR, sino que por el contrario, apoyan la causa kirchnerista. Nuestra respuesta debe ser contundente y acertada: el único camino posible es volver a la senda de la socialdemocracia y el progresismo para reencontrarnos con los sectores populares de nuestro país y abandonar el camino que venimos tomando que es negarnos a dar la batalla al kirchnerismo y, por el contrario, tratar de seducir a los sectores pudientes, al empresariado, a las grandes corporaciones y a las oligarquías terratenientes.
Este acercamiento a los desposeídos no puede darse solo en los discursivo: hay que llenarse de barro, recorrer los barrios, empaparse de las necesidades de la gente y generar una alternativa política seria que enfrente a los que hoy, disfrazados de progresistas, han tenido la habilidad de robarnos el lugar que nos pertenece por nuestra propia historia. Esa alternativa, lejos de alianzas que solamente respondan a necesidades electorales y coyunturales que nos conduzcan a los sectores más conservadores de nuestro de país, representados en personajes como De Narvaez o Macri, nos debe conducir a sumar esfuerzos con partidos afines como el PS, GEN y la Coalición Cívica.
La coherencia entre el decir y el hacer ha sido siempre una gran virtud de nuestro partido, heredada de nuestros grandes antecesores como Alem e Yrigoyen. No nos resignemos tan fácilmente a tirarla por la borda con la liviandad con la que lo hemos hecho en los últimos años.
Nuestra democracia interna, motivo de orgullo a lo largo de nuestra historia, ha derivado en un internismo irresponsable y por momentos descarnado, que significo sumergir en las prácticas mas aborrecibles a miles y miles de afiliados de buena voluntad, para luego exhibir como un éxito lo que muchas veces fue una ilegitima medición de fuerzas internas. Una picadora que se tragó a vastos sectores partidarios y a una infinidad de radicales de bien a los que se les fueron cerrando las puertas sistemáticamente.
Nos jactamos de esa democracia interna que se expresa en nuestros órganos de conducción colegiados, con un profundo carácter federal y plagado de instancias de debates y reflexión. El problema no reside en las instituciones partidarias, el problema reside en las prácticas y en a conducta política y en el pisoteo constante a nuestras instituciones partidarias. Cuanta contradicción reside en el seno de este partido centenario que aboga por el bienestar y el sostenimiento de las instituciones en nuestro país, pero se esmera cada día en destruir las propias.
La ausencia absoluta de debate político en el seno de la UCR tuvo las consecuencias tristes pero inevitables que hoy padecemos: la falta de un proyecto político nacional transformador para la Argentina y la pérdida, cada vez más notoria, de nuestra identidad de partido nacional.
Hoy las dirigencias locales desconocen, de manera más o menos publica, las decisiones nacionales cayendo de esta manera en la inevitable inorganicidad que nos ha llevado al corte de boleta, a acompañar otros candidatos presidenciales, a desdoblar elecciones o a ni siquiera fiscalizar el proceso electoral. Repudiamos estas prácticas que se han llevado a cabo en muchos lugares, pero con las mismas fuerzas repudiamos la ausencia del debate, la toma de decisiones por fuera de las estructuras formales del partido por parte de aquellos, que sin haberse sometido a la elección popular de los afiliados, han encontrado los vericuetos para adueñarse de las decisiones de la peor manera que se puede hacer en un partido democrático: a puertas cerradas, sin debate, sin consulta, sin participación.
Difícilmente quien no ha sido parte de la toma de decisiones se haga carne de la misma como así también es casi imposible que las decisiones que toman unos pocos que se abogan la representación partidaria posea la legitimidad que si tienen las decisiones tomadas como producto del debate interno de todos los representantes legítimamente electos en sus distritos y en sus organizaciones partidarias. El partido es el todo que contiene a las partes y solo mientras las partes se reflejen y formen parte del todo podremos seguir hablando de un partido de carácter nacional, federal y con democracia interna.
Una gran contradicción interna es la ausencia en los espacios de representación, conducción y toma de decisiones de actores fundamentales y preponderantes en la construcción, el desarrollo, el mantenimiento y el crecimiento de nuestro partido: los jóvenes, las mujeres y los trabajadores.
Como dato de una realidad incontrastable, en épocas de renacer juvenil en el ámbito político, han sido otras fuerzas y lideres - sin distinción de tendencia ideológica- quienes han capitalizado a la nueva masa joven que permite incrementar sus estructuras de militancia y su base de sustento electoral en esa franja de la población, que aporta un millón de nuevos votantes cada dos años.
En la UCR, la juventud, el sector más dinámico y activo de las sociedades, no ha sido siquiera una parte pequeña en las decisiones de estos años de recorrido en la arena política nacional. La falta de mensaje de nuestros voceros ante la sociedad y el nulo interés mostrado respecto de la juventud al diagnosticar los problemas de actualidad, hablan claro del modelo de partido que conciben quienes conducen actualmente.
Los jóvenes radicales nucleados en sus organizaciones: la Franja Morada y la Juventud Radical están prácticamente ausentes en las estructuras visibles partidarias. ¿Por qué en la Honorable Convención Nacional cada organización juvenil tiene la escasa representación de seis convencionales cada una? ¿Por qué en el Comité Nacional poseen solamente 2 delegados cada una cuando cada distrito es representado por 4? Parece que este partido olvida que ambas poseen un desarrollo territorial nacional con presencia en cada rincón de la Argentina y en todas las universidades públicas.
La JR posee un nivel de institucionalidad tal que bien debería ser imitado por las instancias de mayores. Es la única juventud política organizada de todos los partidos políticos de nuestro país, elige autoridades en tiempo y forma, tiene espacios concretos de debate interno que los ha llevado a reformar sus estatutos para modernizarlos y sus dirigentes recorren la Argentina de punta a punta como muchos mayores no lo han hecho nunca.
Por su parte, su brazo estudiantil, la Franja Morada, con origen ideológico basado en aquella gesta histórica de los estudiantes de Córdoba de 1918, la Reforma Universitaria, acompañada por el Presidente Hipólito Yrigoyen conducen desde hace décadas el mayor movimiento de masas estudiantil: la FUA.
Esta batalla que se retoma cada dos años es cada vez más dura. La inserción del kirchnerismo en las universidades, con apoyo político y económico del gobierno, hace que contra todos los pronósticos la Franja se consolide año a año como conducción del movimiento estudiantil mas allá de los vaivenes electorales de nuestro partido y sigue siendo una fuente inagotable de cuadros técnico-políticos que este partido se esmera por seguir ignorando.
La clase trabajadora, que iba conformando la clase media naciente en la Argentina de principios del Siglo XX, nos dio origen. Por primera vez un presidente electo por el pueblo hablaba de los derechos de los trabajadores y de la justicia social. ¿En qué momento nos alejamos de ellos? En el mismo momento que bajamos los brazos ante un sindicalismo corrupto que abandono la prescindencia política y hasta nuestros días funciona como un apéndice del peronismo. No todos bajamos los brazos. Los trabajadores radicales agrupados en la OTR siguen dando la batalla en cada uno de los gremios, en cada uno de los sindicatos, levantando las banderas históricas de los orígenes del radicalismo que la dirigencia partidaria de hace mucho tiempo a esta parte decidió abandonar.
¿Cómo es posible dar esa batalla en un territorio tan adverso y tan contrario cuando no hay decisión política de acompañamiento, apoyo y contención de un partido político como la UCR que hoy está más cerca de las patronales que de los trabajadores argentinos? Con escasa representación en los órganos de gobierno partidario la OTR nos sigue dando un ejemplo de compromiso en el convencimiento permanente de que la única lucha que se pierde es la que se abandona.
Qué decir de la inmensa masa de mujeres militantes de todas las edades y de todo el país que participan en las filas de la UCR. Son tantas, tan capaces, formadas, preparadas política y técnicamente y que nos introducen siempre desde el compromiso militante a los debates que conlleva generar mayor igualdad de derechos para la sociedad toda. Temas de debate como el matrimonio igualitario, el aborto, la discriminación en todas sus formas, la violencia de género, la trata de personas, las desigualdades laborales, los derechos del genero en general solo por nombrar algunos temas ponen a nuestro partido a la vanguardia de debates nuevos y antiguos pero sin dudas comprometidos en el proceso de transformación de la Argentina hacia un país más justo e igualitario para todos y todas.
¿Por qué son tan pocas o ninguna en los espacios institucionales o en los de la toma de decisiones? Hombres y mujeres militamos de igual a igual, codo a codo en esta lucha constante de la militancia en las filas de la UCR, pues entonces la igualdad que tanto pregonamos para la sociedad debe ser practicada al interior de nuestro partido. Exigimos la igualdad de género en todas las instancias partidarias, como así también en los lugares expectantes para que nadie les robe a la compañeras mujeres lo q con su esfuerzo y militancia cotidiana han sabido construir por el bien de nuestro partido y la sociedad toda.
El cambio significa mucho más que reformas de artículos y vanas autocríticas. La historia nos demanda un profundo cambio cultural que permita al radicalismo ir en busca de la reconciliación definitiva con los argentinos que reconocen en nuestros principios, nuestra doctrina y nuestra historia las bases para lograr la grandeza de la patria, pero ha sido el propio partido radical y su dirigencia quienes se han encargado de perder la credibilidad y la confianza hasta límites insospechados.
La mística de los jóvenes, los trabajadores y las mujeres sigue intacta. Hoy venimos a renovar, una vez más, el compromiso inquebrantable, la lucha irrenunciable y el convencimiento intransigente es post de la reconstrucción de un partido nacional y popular que vuelva a ser una alternativa seria para la sociedad toda y convierta a la Argentina en ese país con el que siempre soñamos
FRANJA MORADA
JUVENTUD RADICAL
ORGANIZACIÓN DE TRABAJADORES RADICALES. |
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