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lunes, 12 de diciembre de 2011

"El peronismo hoy se refugia en la estructura sindical"

 Foto: JORGE BOSCH
 Julio Bárbaro
Dirigente histórico del peronismo, el ex titular del Comfer durante el mandato de Néstor Kirchner analiza la nueva etapa que comienza y advierte sobre los riesgos de que el Gobierno no admita un acompañamiento crítico y exija sólo obediencia y lealtad
Por Pablo Mendelevich  | Para LA NACION
Licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad del Salvador, Julio Bárbaro es en el peronismo un hombre de consulta, a la vez que, como acuerdista y polemista, un gran conector de dirigentes y sectores. Sobresale por la forma en que analiza -a voz en cuello- la realidad. Comenzó en los años 70 en la línea Lealtad, cercana a la ortodoxia peronista, y fue dos veces diputado nacional, en 1973 y en 1983. Más tarde se convirtió en el primer secretario de Cultura de Menem, luego en titular del Comfer con Kirchner y hoy tiene una visión muy crítica del kirchnerismo, en particular del estilo personalista de Cristina Kirchner. Dice que al Gobierno le falta elasticidad, que el apoyo crítico no es admitido y le parece improbable un escenario de acuerdos. Critica con severidad a los gobernadores y, sobre La Cámpora, afirma que la bautizaron así "porque el rol que quieren jugar es el de la lealtad", ya que "si fuera el del pensamiento y la militancia" se habrían denominado John William Cooke (por el referente de la izquierda peronista a quien Perón tuvo como representante en los comienzos de su exilio, durante la llamada Resistencia Peronista).
Bárbaro, quien en su momento discutió con Néstor Kirchner sobre la entrega de radios a los intendentes, también habló sobre la ley de medios hoy. "La idea de que si usted distribuye miles de frecuencias va a tener miles de voces es absurda", dijo. "Están confundiendo micrófonos con audiencia."
-¿Cuál le parece que es la perspectiva del segundo gobierno de Cristina Kirchner?
-El triunfo abrió dos miradas, la esperanzada, según la cual la Presidenta va a hablar con la oposición y va a ampliar el espectro de gente que la rodea, y la mirada pesimista, que dice que todos esos votos sirvieron para concentrar más poder en torno de ella. Después del anuncio del gabinete me parece que triunfa la pesimista, un personalismo exagerado que para cualquiera que tiene historia política nunca tuvo buen final.
-¿Cuál es su análisis del gabinete?
-En todo lo que está pasando hay un premio a una idea de lealtad que tiene que ver con la obediencia y con cierta cuota de obsecuencia.
-¿Pero el peronismo no fue siempre vertical?
-El verticalismo de Perón siempre tenía debajo izquierda, centro, derecha. El verticalismo de Cristina debajo tiene cristinistas. No es lo mismo.
-¿Acaso en la coalición gobernante no convivían La Cámpora, la CGT, el PJ??
-Pero no opinan. ¿Qué dice La Cámpora? Aplaude. Cristina no conduce sectores que apoyan y critican. Del apoyo crítico no hay nadie. El apoyo crítico implica la expulsión. Es mi caso. Si yo tengo acuerdos y diferencias me tengo que ir a mi casa. Ser kirchnerista no es ser peronista. Ser kirchnerista es concebir que Néstor y Cristina son, como dicen algunos, la forma superadora del peronismo?
-"El kirchnerismo es la etapa superior del peronismo."
-Será una frase feliz, pero de una concepción muy infeliz. Porque el modelo no sabemos adónde va.
-¿Qué entiende usted por modelo?
-Para mí, lo positivo es recuperar el poder para el Estado y recuperar la voluntad de distribución por encima de la voluntad del mercado. Lo negativo es la necesidad de un enemigo, sea Scioli, Macri, la CGT o Clarín. La idea de que todos los que no pensamos como ellos somos de derecha. Entonces los que vendieron YPF son de izquierda y los que pensamos que opinar es imprescindible en una democracia seríamos de derecha. Más que con una concepción del peronismo histórico tiene que ver con una concepción izquierdista. Esta idea del progresismo? ¿qué es un progresista? Un individuo al que le fue bien y siente cierta culpa con el que le fue mal. Yo me acuerdo de que en mis charlas con Néstor Kirchner él me decía: "No uses esa palabra que no me gusta".
-¿Usted considera que la reconciliación con Estados Unidos y con la Iglesia, el sinceramiento de los subsidios, el acercamiento a los empresarios y el distanciamiento de la CGT que la Presidenta realizó después de las elecciones indican un giro a la derecha?
-No. Hay una sensación de realidad por parte del Gobierno. Lo de los empresarios es propio de la Argentina. Nunca tuvieron conciencia de nada, aplauden a todos los gobiernos. El movimiento obrero ocupa el lugar de la burguesía industrial y se planta cuando hay diferencias y ve que hay crisis. Pasó con Menem. ¿Quién se plantó con Menem? Las estructuras sindicales. Esa burguesía industrial que en Brasil permitió un Lula, acá no está.
-¿Aun así cree posible un pacto social o alguna clase de acuerdo entre el capital y el trabajo en los próximos tiempos?
-Veo complicado todo sistema de acuerdo con los sectores -llámense Macri, Scioli o la CGT- que quedan con algún matiz de poder propio y de diferencias de concepción. En la medida en que la idea del poder de Cristina es absolutamente personal y los que están en torno de ella son aquellos que aceptan y aplauden esa concepción me parece muy difícil un pacto. Este es un gobierno que no formula una concepción de estabilidad, ni política ni económica. En ambos elementos hay contradicciones que están a la vista.
-¿Entonces descree de un acuerdo?
-En un gobierno sectario, personalista, rodeado de un entorno que en alguna medida pone a la presidenta como único fijador de rumbos y los demás son como actores secundarios, los ministros no opinan y el poder se fue centralizando cada vez más, los acuerdos son complejos porque no hay respeto por el otro.
-¿Y entonces cómo piensa que hará el Gobierno para los tiempos que vienen, con la necesidad de controlar la inflación, contener los precios, moderar las demandas salariales, es decir, llevar a la práctica lo que la Presidenta dice en sus últimos discursos?
-Buena parte de la sociedad no imagina que este gobierno transite con calma las dificultades. Por la forma en que está parado, uno se atemoriza frente al conflicto. Es un gobierno que no tiene elasticidad para incorporar conceptos y adaptarse a la coyuntura.
-¿Qué supone que piensa hacer Cristina Kirchner con Moyano?
-Espero que con Moyano, con Macri, con Scioli y con los que pensamos distinto lo que haga sea respetarlos y saber que ella puede tener una parte de la verdad, pero está lejos de tenerla toda.
-Usted pensará distinto pero no tiene camiones. Me resulta más inquietante el futuro de Moyano. ¿Usted cree que hay intenciones de correrlo o de sostenerlo hasta que complete su mandato, a mediados de 2012?
-Me cuesta contestarle porque no estoy en la mente de Cristina ni de la CGT, pero creo que la sindical no es una estructura que sueñe con aplaudir todas las variantes del poder. El peronismo hoy se refugia en la estructura sindical. Ahí hay un pensamiento que no se podrán llevar por delante.
-¿Tiene cohesión ese pensamiento sindical? ¿Ve juntos a Moyano y a "los Gordos"?
-Ante la dificultad, sí. La cohesión que pueden no tener ante las diferencias de miradas políticas la tienen frente a la dificultad del movimiento obrero. Cuando se ve afectado el salario de los humildes por determinadas políticas esa estructura sindical es una sola.
-¿Cuál es la razón por la que el peronismo histórico no discute en los hechos la concentración de poder en manos de Cristina Kirchner?
-Porque no tiene poder.
-¿Los gobernadores peronistas no tienen poder?
-El rol que ocupó Néstor Kirchner contra Menem, el de ser un gobernador digno, no lo ocupa ninguno de los que están hoy. Usted tiene en la Argentina gobernadores en provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza y en Capital: cinco. El resto, cada vez más va retrocediendo al espacio de las estancias, son los que se adaptan a todos los gobiernos. El mismo aplaudidor de Menem fanatizado con las privatizaciones hoy aplaude la estatización. No hay "gobernadores", no son políticos sino individuos que sobreviven a partir de adaptarse. Hay un retroceso. A lo que era Insfrán o lo que es Gioja hoy se suma Alperovich en Tucumán. No hay una opinión sino una adhesión a la opinión ajena. Entonces no hay estructura política. Es muy difícil imaginar una democracia tan personalizada como la actual.
-¿Qué papel le asigna en este escenario a La Cámpora?
-Es bueno que los jóvenes se enamoren de la política. Pero me parece que si eligieron el nombre de Cámpora y no el de John William Cooke es porque el rol que quieren jugar en la historia es el de la lealtad y no el del pensamiento y la militancia.
-El Congreso, con control oficialista, promete un comportamiento disciplinado. Sin embargo, da la impresión de que desde sus escasas nueve bancas La Cámpora igual podría desarrollar un papel protagónico. Hasta se supone que va a confrontar con el peronismo histórico.
-Creo que el 54 % de los votos llevó a algunos a avanzar para terminar con los que pensábamos distinto. Desde la crisis de los subsidios al tembladeral del dólar hay una asunción de la realidad que los lleva a darse cuenta de que no es el momento de avanzar sobre los supuestos adversarios sino de tener cierta cordura.
-Sin embargo, contra Scioli La Cámpora ya avanzó fuerte en la Legislatura.
-Scioli es el peronismo y es el que tiene los votos. Esta eterna idea que viene de los setenta, cuando la izquierda nos iba a iluminar? Yo me quedé en la Plaza y los expulsados pueden ser parte de mi generación, lo que no pueden es ser los que tenían razón. Al lado de Scioli lo ponen a Sabbatella; en la medida en que avance Sabbatella se pierden los votos. ¡Esta supuesta izquierda! Mire, para los peronistas el mayor nivel de conciencia está en la gente. Para la izquierda está en los libros. Son dos miradas distintas.
-En el período que empieza ahora, ¿qué papel le asigna a la cuestión de la sucesión?
-La obligación de gobernar en la dificultad va a superar y sacarse de encima el absurdo tema de tratar la sucesión hoy. Si cuatro años antes, con los conflictos que hay por delante, a alguien se le ocurre hablar de la sucesión, es porque está fallando la cuota de cordura.
-Ya varias voces del oficialismo hablaron del asunto y es probable que lo sigan haciendo, pero hay que reconocer que el mito del pato rengo, es decir, el debilitamiento progresivo de quien ya no puede ser reelegido, está muy difundido en la Argentina.
-En la vida de los pueblos hay épocas de bonanzas y épocas de dificultades. En la bonanza la teoría del pato rengo permite que se imagine quién va a venir, pero en las dificultades te volvés pato rengo si te obsesionás con el futuro.
-¿En qué medida se está aplicando la ley de servicios audiovisuales?
-Es una ley de izquierda. Una ley peronista les hubiera dado cable al 30 por ciento de los argentinos que no lo tienen. El peronismo siempre resolvía las necesidades del pueblo. La izquierda resolvía su necesidad, que era enojarse con los otros para sustituir ese poder.
-La Presidenta culpa a la Justicia de tener frenado el artículo 161 de la ley. Aparte de las desinversiones, ¿en qué medida la ley está siendo efectivamente aplicada?
-Se aplica en muchas cosas, lo que pasa es que la idea de que si usted distribuye miles de frecuencias va a tener miles de voces es absurda. Están confundiendo micrófonos con audiencia. Igual que darles radios a los intendentes, a lo que yo siempre me opuse. El intendente tiene que conducir la realidad, no competir con la realidad. Si un intendente tiene diez radios privadas no puede necesitar una ley para comunicarse con la sociedad. ¿Si no cómo llegó a intendente?
-El concepto es que las radios privadas son el enemigo.
-Entonces hagamos el socialismo o pensemos que algo nos falla. La idea de que para que adhieran al Gobierno tienen que ser de su propiedad implica una pobreza enorme. ¿Los ricos fueron los dueños de los medios toda la vida y eso determina los votos? Eso es falso. El peronismo ganó todas las elecciones sin ser el dueño de los medios. La audiencia siempre va a ser privada.
-Usted fue funcionario de Kirchner en esta área.
-Y discutí mucho con él. No le quise dar una radio a ningún intendente.
-Por entonces Clarín no era el enemigo.
-Yo me peleé mucho con Clarín, más que Néstor y que Alberto Fernández, porque creía que había que poner limitaciones. Pero entre discutir la expansión y hacer un enemigo hay una distancia enorme. Cuando se le dice a la gente que el enemigo es éste o aquél se está lastimando la convivencia de los argentinos. Hay lugares donde yo no puedo hablar de política, incluso con familiares, porque el kirchnerismo, que no dio una riqueza de pensamiento, sí dio una mirada fanática que no permite la discusión. En eso marca un retroceso. Expresa rencores, odios y resentimientos que dividen a la sociedad.
-Evidentemente hay un sector de la sociedad que está complacido con ese sistema.
-Sí, es muy importante. En segundo lugar, no hay alternativa.
-¿Cómo se explica que los opositores estén tan fragmentados y hasta parecen tener el monopolio de la inoperancia?
-La politización de mi generación fue absoluta y los candidatos que sobreviven, como Scioli o Macri, no provienen de una formación política sino de otras áreas. A los que dedicamos la vida a la política nos queda el supuesto rol de ser asesores de quienes no se ocuparon de esto. Hay una decadencia que es fruto de la entronización de la viveza. Buena parte de la lealtad al Gobierno es viveza: la sobrevivencia de los pícaros que sostienen las prebendas a partir de supuestas lealtades. Hay gente que cree en serio, pero no es la que marca el rumbo.
MANO A MANO
No se lo ve a Julio Bárbaro como un hombre de setenta años (y en realidad todavía no lo es: los cumple el 29 de enero). Además de jovial, su potente voz y su pasión resuenan tan enfáticas que de a ratos parece un fogoso dirigente universitario a punto de tomar el rectorado. De su época de estudiante de Ciencias Políticas, justamente, es su pasaje del humanismo católico al peronismo, seducido por Raimundo Ongaro.
Su veteranía en las tejedurías de trastienda de las primeras ligas peronistas no sólo incluye la historia del importante papel que tuvo en el acuerdo de Menem con Bunge & Born, en 1989. Durante la década siguiente, a la misma mesa del living de su departamento donde lo entrevisté se sentaron actores protagónicos, incluida unas cuantas veces Cristina Kirchner. La política real: "Acá nos reunimos Kirchner, Kunkel, Alberto Fernández, Alberto Iribarne y yo con Duhalde y lo convencimos de que lo pusiera a Iribarne como su jefe de campaña", evoca.
Separado, con dos hijos (su hija Carmela está casada con el periodista Gerardo Rozín), Bárbaro tiene amistades en los más diversos sectores de su partido, un capital quizás más robusto en su currículum que el haber sido diputado nacional en 1973 y en 1983. Pensar y discutir, dice el ex funcionario, le atrae mucho más que ejercer cargos..

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