La norma implica un severo desmedro a la iniciativa privada y la libertad económica,
constituyendo un serio condicionante para las tan necesaria inversiones
y, por ende, un desincentivo para la generación de empleo.
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Por: Aldo Norberto Bonaveri
@AldoBonaveri
@PregonAgro
En un paso más al intervencionismo a ultranza y de la chavización de la economía,
el Gobierno nacional obtuvo del Congreso la sanción de la polémica
modificación de la ley de abastecimiento; la mayoría circunstancial del
Frente para la Victoria logró imponer el número, ante el generalizado
rechazo de la oposición y, férrea resistencia de los sectores
productivos.
La norma implica un severo desmedro a la iniciativa privada y la libertad económica, constituyendo un serio condicionante para las
tan necesaria inversiones y, por ende, un desincentivo para la
generación de empleo, problema que se está agudizando desde los últimos
meses del año pasado.
Como es de práctica, el
kirchnerismo para justificar sus avances emplea leitmotiv demagógicos,
en este caso el pretexto es defender los intereses de los consumidores,
soslayando que precisamente esos derechos están preservados expresamente
en la reforma constitucional de 1994, de la quela propia actual
presidente era convencional constituyente. En consecuencia el argumento
esgrimido es tan sólo una mera falacia.
La denominada Ley de “Nueva regulación de las relaciones de producción y consumo”,
además de acentuar la interposición sobre los diferentes procesos
productivos nacionales y, su posterior comercialización, no hace otra
cosa que generar más incertidumbres sobre una economía plagada de
perplejidades; lo que en consecuencia traerá aparejado reducción en la
oferta de bienes y servicios,
con el consabido impacto nocivo que recaerá en los consumidores. Cada
vez que en el país se aplicaron políticas de precios máximos la
derivación fue la escasez, la caída de la producción y el posterior
aumento de los precios relativos.
El dictado de la nueva Ley de Abastecimiento, además de ser contraindicado para resolver los problemas
que socavan la economía argentina, conculcar legítimos derechos y,
desatar una ola de pedidos de inconstitucionalidad, constituye un
salvoconducto para que un funcionario de segunda línea (Secretario de Comercio Interior)
ostente prerrogativas para cometer abusos y arbitrariedades
inadmisibles. También la norma prevé que los gobernadores puedan aplicar
precios máximos.
El empresariado en general y el
ruralismo en particular, ven seriamente amenazado el desarrollo de sus
actividades. Las facultades concedidas por el reciente instrumento
posibilitan a entrometerse en los asuntos internos de las empresas,
obligar a vender mercaderías a valores despóticos o, fijar precios
antojadizos.
Con presunción justificada, la dirigencia agropecuaria ve en la reforma de marras que el campo es el principal
destinatario de conjeturales atropellos. Frescas están las presiones en
estos últimos años al sector para que vendan sus granos, en el momento
que el Gobierno lo requiera. En el mismo sentido convergen los
condicionantes en los mercados ganaderos o las intromisiones en
lechería. La dilapidación de recursos y la creciente persistencia por
acrecentar el insostenible gasto público, pretenden encubrir
transitoriamente con presurosas liquidación de divisas por parte de
productores y exportadores.
Las evidencias de
inquina oficialista hacia el sector más dinámico de la economía
nacional, hace maliciar que mediando una norma que ahora faculta al
Poder Ejecutivo, la intromisión en el mercado concentrador de Liniers,
en las Bolsas de Cereales o en los mismísimos establecimientos agropecuarios, tienen alta probabilidad.
La letra de la legislación recientemente votada, estipula que “Frente
a la situación de desabastecimiento o escasez de bienes que satisfagan
necesidades básicas, la autoridad de aplicación puede disponer la venta,
distribución o realizar prestación”. No es necesario ser
muy perspicaz para automáticamente pensar cuales pueden ser los
productos más tentadores de incautar: Pan, carne y leche. Ineptitud,
obstinación y ceguera, hacen que no hayan aprendido de las consecuencias
de errores cometidos: La menor siembra de trigo en 100 años, 10
millones menos de cabezas de ganado, igual producción de leche que hace
más de una década atrás.
Más que una ley de abastecimiento, es un salto al vacío
FUENTE: www.pregonagropecuario.com
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