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domingo, 7 de diciembre de 2014

Reveladora cumbre con Cristina Kirchner a los gritos

 Muchos creen que estoy agradecido con el kirchnerismo porque pude comprar casa, quinta, auto y barco. Pero agradezco poder asistir a encuentros como el del miércoles en Olivos.

Por Carlos M. Reymundo Roberts

Muchos creen que estoy agradecido con el kirchnerismo porque en un par de años pude comprar casa, quinta, auto y barco. No se equivocan. Pero mi gratitud tiene también otras raíces. Soy un afortunado no por mi fortuna, sino por poder asistir a encuentros como el del miércoles a la mañana en Olivos. Habría que grabar esas cumbres, esosrelatos salvajes. Estoy dispuesto a contar lo que escuché, aunque tengo el mismo síndrome que Capitanich: esa horrible sensación de que no me van a creer. Coqui lo tiene merecido. De él se comenta que en una ocasión, hace muchos años, por primera y última vez, dijo algo que era cierto. Inmediatamente se disculpó.

Volvamos a la quinta presidencial. Ver a Cristina en acción, en la intimidad de un despacho de trabajo, es como una tesis doctoral de alta política. Y también de política baja, casi de zanja, porque ése es otro atributo de la señora: si hay que embarrarse, ella es la primera. Olvídense de estéticas y cuidados. Ahí, sólo rodeada por su equipo, la señora se deja ser: grita, patalea, insulta, amenaza. Una deliciosa dictadora. La mejor Cristina no es la que vemos detrás de un micrófono. Es la que, sin más testigos que sus incondicionales, exhibe la fuerza movilizadora del odio.

En la reunión también estaban Máximo, Zannini, Kicillof y, para mi sorpresa, Capitanich. La convocatoria había sido de urgencia, por el cariz que habían tomado las cuestiones judiciales, económicas y sindicales. Antes de reproducir lo hablado, déjenme que les cuente algunas conclusiones que saqué: a la señora le encanta escuchar a Máximo, a Máximo no le gusta escuchar algo distinto de lo que dice él, Zannini hace como que le encanta escuchar a Máximo y a la señora, a Kichi le encanta escucharse y a Capitanich le encantaría que lo escuchen.

Cristina. Estoy rodeada de inútiles: todos los días abro los diarios y me encuentro con Bonadío y Hotesur. ¡No conseguimos instalar otro tema! ¡Hagan algo!

Zannini. Intentamos con lo de las 4000 cuentas en Suiza y no funcionó. Era un mamarracho. No nos
creyó nadie.

Máximo. Me preocupa que en la lista no aparezca Lázaro. ¿Qué hizo con la guita?

Capitanich. En la conferencia de prensa de mañana puedo insistir con el tema... OK, OK, era sólo una idea, no me miren así.

Kichi. Yo hoy, en la UIA, voy a cambiar la agenda con una clase magistral: voy a decir que no hay recesión, ni inflación, ni aumento del gasto público.

Zannini. Por qué no hacés algo para que salgamos de la recesión y baje la inflación.

Cristina. ¡No quiero peleas, quiero propuestas! Temas que distraigan. Seguramente debe quedar mucha merca del caso Ciccone que podemos filtrar a los medios. Todo lo de Boudou vende bien.

Yo. Propongo más cadenas, más patios. Tapar las denuncias con nuestra mística.

Zannini. Propongo que Roberts sólo escuche y tome nota.

Máximo. Concentrémonos en Bonadio. Para mañana quiero un menú de 40 o 50 acciones contra él. Todo lo que no sea rápido, efectivo y cruento será descartado.

Zannini. Bueno, hoy en el Consejo le vamos a recortar el sueldo.

Máximo. No entendiste lo de cruento. Hay que pulverizarlo. Que nunca más a un p... juez de este p... país [perdón por los puntos suspensivos, pero al pibe conviene editarlo] se le ocurra meterse con nosotros.

Cristina. ¡Sos el único que me entiende!

Capitanich. No puedo más que coincidir. En una síntesis que nuclea lo central y desecha lo circunstancial, en beneficio ya no de metáforas, de subterfugios, de lo vacuo, digo, reflexiono, lo sutil del mensaje está dado, prima facie, por la universalidad del decir en la encrucijada de los hechos...

Zannini. ¡Basta! No somos periodistas: no hace falta que nos duermas.

Kichi. Otro problema es Ganancias. Caló nos apura, Moyano va al paro, y necesitamos esa guita. Puedo cazar el micrófono y dibujarla, pero la verdad es que estamos en la lona.

Cristina. A ver qué propone mi profesorcito de la UBA, mi keynesiano, el que se las sabe todas. Porque algo tengo que darles.

Kichi. Si va a darles algo, que sea poco.

Zannini. Si es poco, vendámoslo como que es muchísimo.

Capitanich. Please, pásenme lo que tengo que decir en la conferencia de prensa.

Máximo. Para mañana quiero 40 o 50 ideas sobre cómo compensar el bache presupuestario que nos van a provocar estos p... sindicalistas.

Yo. Creo que estamos atrapados en la dinámica del dinero: lavado de dinero, cuentas en Suiza, impuestos... Propongo que apelemos a valores inmateriales. Como Scioli, que sonríe y habla de paz y amor.

Se pudrió todo. Kichi dijo que con las sonrisas no llegamos a fin de mes. Zannini, que el que le da risa es Kichi. A Capitanich no lo dejaron hablar. Máximo destrozó a Scioli, a Zannini y me parece que también a mí. Cristina, bajo un estado de perturbación profunda, echó fuego por la boca y dio un portazo. Qué jugadora: horas después la vimos en la UIA y era otra. La tribuna la reanima. La tribuna, el combate, las crisis. Como que funciona a problemas. Son su combustible.

Tranqui, tranqui, argentinos: el tanque está lleno.

FUENTE: La Nación

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