Desnutrición K – 10 de septiembre 2015
Por Alfredo Leuco.
La periodista Diana Baccaro puso a Cristina en su lugar. Escribió
que “Oscar Sánchez murió ahogado de pobreza en las costas del abandono
de los pueblos originarios ante un mar de indiferencia”. El chico Qom,
piel y hueso y con la tristeza eterna en su mirada, fue ocultado en el
discurso de la presidenta de la Nación. De la misma manera en que el
INDEC esconde a los desocupados en el Chaco y dice que hay desempleo
cero y con la misma cara dura del gobernador Jorge Capitanich que
asegura haber erradicado la pobreza y el hambre de su provincia. Los
desocupados, los pobres, los indigentes y los desnutridos son los nuevos
desaparecidos. Los borran del relato oficial. No los registran. Los
castigan dos veces: cuando los condenan a la marginalidad y cuando miran
para otro lado.
Es que la patria está enferma de desnutrición infantil. Lo dice el
máximo experto que tenemos en la Argentina. Un pediatra santo que es una
suerte de prócer solidario llamado Abel Albino que vive denunciando
este flagelo que no es producto de un terremoto o una tormenta que cayó
del cielo. La desnutrición infantil, es una construcción de la ausencia y
la falta de capacidad y sensibilidad del estado. Los gobiernos
nacionales, provinciales y municipales son los victimarios. Son los
principales responsables o irresponsables de que ocurra esta suerte de
genocidio por goteo en la profundidad más cruel de nuestra Argentina más
pobre.
La opinión pública se conmueve con los casos concretos que tienen
nombre y apellido. Pero hay miles a lo largo del territorio de la
exclusión social.
Insisto con el tema que me parece clave para entender la magnitud del
drama. Se van a cumplir 12 años de la familia Kirchner en el poder
nacional. Jorge Capitanich fue elegido tres veces gobernador del Chaco.
No son recién llegados que se encuentran de golpe con semejante horror. Y
reconozco que vienen mejorando la situación. Sería el colmo que no
hubieran hecho nada pese al crecimiento tan importante del país y a los
años que dispusieron para fijar prioridades. Y aquí está la crítica más
importante. Los gobernantes no pueden permitir que esto ocurra. Está en
sus manos resolverlo. Tienen todos los recursos necesarios. No hay otro
tema más importante: evitar que los chicos más pobres se mueran por
desnutrición o sean condenados de por vida a no tener el cerebro
desarrollado en todas sus potencialidades. Eso es exclusión y
marginación.
Una democracia debe igualar las posibilidades desde la cuna. Y
combatir esta verdadera patología social, este escándalo ético que
debería tener preocupados y ocupados a los gobernantes las 24 horas de
todos los días.
¿No hay un liderazgo político que convoque a todos los argentinos a
una epopeya sin distinción de banderías para combatir este enemigo de
todos que mata hermanitos argentinos?
Argentina produce alimentos para más de 400 millones de personas. Y
se calcula que dentro de 8 años vamos a poder alimentar a 650 millones
de personas, es decir al 10% de la población mundial. Sin embargo,
todavía tenemos el flagelo del hambre y la desnutrición en nuestra
patria. En estos momentos podemos fabricar comida para 10 veces nuestra
población y todavía hay chicos que se mueren de hambre.
Semejante nivel de inequidad social es intolerable.
La lucha contra la pobreza, la marginalidad y la exclusión debería
ser un tema de agenda de estado. Un tema de todos. Los irresponsables
que deben hacerse responsables son los gobernantes. Para eso fueron
elegidos. Pero cada uno de nosotros debe aportar su granito de arena desde su lugar.
Los argentinos que solemos ponernos la camiseta celeste y blanca y que
agitamos las banderas nacionales durante los acontecimientos deportivos
deberíamos pelear para lograr este piso mínimo de convivencia y
civilización.
Para que nunca más ningún argentino sufra hambre o desnutrición. Es
la tarea de las tareas. Son los cimientos de una sociedad de nuevo tipo.
De ahí en adelante podemos discutir muchas cosas. Pero esto es
indiscutible, ¿No le parece? Es un compromiso de honor, patriótico, y
solidario.
El estado no puede estar ausente en ese desarrollo que soñamos. Debe
asegurar lo mínimo, el acceso al agua potable, las cloacas, buenos
hospitales y mejores colegios. Estamos hablando de un sueño colectivo
que funciona como utopía porque motoriza la esperanza pero que es
claramente realizable. No es una quimera inalcanzable. Es un desafío
para todos.
Está científicamente comprobado que hay 1.000 días que son decisivos
en la vida de todos. Son los que transcurren desde la gestación hasta
los primeros dos años de vida del niño. En ese momento se configuran sus
capacidades de aprendizaje y se diseña gran parte de su futuro. Ese es
el momento de igualar las oportunidades para todos. De rodear al chico
de los cuidados intensos que garanticen su crecimiento en armonía. De
efectuar los controles médicos correspondientes. De monitorear su peso,
las condiciones de higiene en las que se desenvuelve, las vacunas
necesarias, el acompañamiento en su motivación. Es sembrar ciudadanía en
la tierra que más lo necesita. Plantar humanismo y fortaleza de los
lazos familiares para recoger jóvenes que estén más cerca de la cultura
del esfuerzo en el estudio y el trabajo y mucho más lejos de la droga y
la delincuencia. Es construir una sociedad mejor desde el pie. Volar
bajo porque abajo está la verdad, como propuso Facundo Cabral. Con esos
cimientos vamos a edificar una mejor comunidad para todos. “El hambre es
un crimen. Ni un pibe menos”. De eso se trata. Ni un pibe menos. Hambre
cero. Desnutrición cero. La patria está enferma y hay que curarla.
Hasta que eso no ocurra se nos debería caer la cara de vergüenza.
Oscar Sánchez fue asesinado por un estado bobo que dilapida fortunas
en el Fútbol que Pagamos Todos o en mandar el avión presidencial a
llevarle los diarios a Cristina a su lugar en el mundo, en El Calafate. A
Oscarcito lo mataron los criminales de lesa insensibilidad. Los que se
apropian del estado en su propio beneficio. Los que no se ocupan de los
más pobres de los pobres aunque se llenen la boca con un discurso
presuntamente progresista y Cristina llore en cámara por un chico sirio
muerto en las playas de Turquía. Hay algo peor todavía, mienten en los
certificados de defunción y en lugar de poner que murieron de hambre
hablan de una enfermedad sin especificaciones o de un paro cardíaco.
Todo el tiempo tratan de ocultar los dolores que no atienden en lugar de
atenderlos. Las caritas suplicantes de esos argentinitos son una
pesadilla social que no debería dejar dormir a los gobernantes. Pero la
cosa es peor porque los agentes sanitarios que tienen el coraje de
denunciar las atrocidades que allí pasan, muchas veces son perseguidos
por las autoridades y en algunos casos despedidos de su trabajo.
Primero, por acción u omisión matan al pibe. Después, matan al
mensajero. Y nos condenan a todos a la humillación colectiva. Y a poner
el grito en el cielo. Para dinamitar el silencio y la censura.
FUENTE: http://www.alfredoleuco.com.ar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario