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jueves, 10 de septiembre de 2015

María Soledad Morales. Cuando la Violencia de Género no tenía nombre.



Un femicidio que conmocionó hace 25 años a la opinión pública nacional e internacional, sólo le hizo cosquillas menos de una década al feudalismo catamarqueño.
Las raíces de un orden social concebido en la colonia fueron lo suficientemente fuertes como para resistir el golpe que puso en jaque a un gobierno provincial y a toda la corporación del poder hasta rozar al recientemente sentenciado ex presidente Carlos Menem.
Era el medieval uxoricidio que antes usaba un marido contra su esposa en la privacidad del hogar, que había osado atravesar las paredes del mundo privado llevando su saña por poder y por impunidad al espacio público.
En tiempos de María Soledad las víctimas tenían la culpa por haber estado justo en el peor momento en el peor lugar, tal vez como los desaparecidos de la dictadura.
Ha de ser por eso que fue enviado como especialista investigador a Catamarca el criminal otrora subcomisario -actualmente preso con cadena perpetua por los crímenes de la época de “reorganización nacional”- Luis Patti.
Como siempre el patriarcado poniendo al lobo a cuidar las gallinas.
25 años después, #Niunamenos mediante, todavía jueces y juezas “pattistas” advierten a las mujeres violadas que la causa de sus violaciones son sus conductas promiscuas.
25 años después las fuerzas prístinas de una cultura basada en la naturalización de todas las inequidades sigue siendo el signo identitario de una nación dónde no es lo mismo ser un criminal hijo del poder, que un criminal sin marca en el orillo.
25 años después, como cuando María Soledad tenía 17 años -aquel 10 de septiembre que se fue a un baile organizado con sus compañeras para recaudar dinero para el viaje de fin de curso- las chicas y los chicos hacen lo mismo y corren iguales riesgos.
25 años después ese mundo provinciano de clases bien diferenciadas dónde la democracia no ha logrado desmontar la cultura del abuso y del despojo, gestadas en la filosofía evangelizadora de los tiempos de la conquista, siguen siendo las fuerzas de ordenamiento moral para los sistemas políticos y religiosos.
25 años después tal vez  sus matadorxs piensen que una piba que salía de noche y podía enredarse en una relación con un señor mayor que ella, era considerable puta, ligera o promiscua.
25 años después lxs autorxs intelectuales del crimen seguramente aún creen que es bueno educar hijos varones en la convicción de que el cuerpo de las mujeres - no sólo es el patio trasero de su casa, dónde pueden hacer tropelías con total privacidad e impunidad– sino un estandarte de exhibición pública de poderío masculino destinado a poner en tela de juicio la moral femenina.
25 años después todavía encontramos a diario mujeres destrozadas en zanjas, ríos, playas, patios, contenedores de basura y descampados…
25 años después ante cada femicidio nos fijamos en el largo de la pollera que llevaba, si estaba de novio con alguien mayor, si hacía trompita en las fotos que ponía en las redes sociales…
Y mientras estamos distraídxs con esos detalles, 25 años después, los únicos condenados del crimen de María Soledad, las bestias que usaron su cuerpo como receptáculo del odio a su ser mujer -Guillermo Luque y Luis Tula- andan caminando libremente entre usted y yo… y nuestras hijas… tan hijas y tan jóvenes, como María Soledad.
25 años después la Violencia de Género tiene nombre, lo que no tiene es razón y aún espera justicia.
María Laura Razzari 
Prof.  de Historia y Filosofía.
Presidenta y fundadora de Maltratocero Asociación Civil.
www.maltratocero.org

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