Ocho años de mentiras ¿Quién las va a pagar?
16/10 – 17:30 – A pesar del riesgo a ser considerado “clarinete”, “defensor del monopolio” e integrante de la “cadena del desánimo”,por lectores simpatizantes K, quiero dejar en claro lo único que me preocupa: ¿Quién se va a hacer cargo de los costos que va a generar la demanda que la dueña del diario Clarín y sus hijos, le van a iniciar al gobierno? ¿Todos nosotros? ¿Por qué?. Creo que es hora de que el pueblo tome en cuenta que no podemos pagar la fiesta de la mentira y las guerras personales de nuestros gobernantes. A partir del fallo de la justicia y las pruebas incontrastables de que los hijos de Herrera de Noble, no pertenecen a desaparecidos, se viene un gran juicio cuyas costas, como ciudadano argentino, no quiero enfrentar. Que paguen los ofensores con sus propios bienes, sus acusaciones infundadas, sus delitos de injurias y falsedades. No debemos permitir que nos carguen las costas de sus impericias y sus desatinos.(Por: Rubén Lasagno)
Hace 8 años que el kirchnerismo viene agitando el pañuelo blanco y cargando contra la familia Herrera de Noble, solo
porque está enfrentado con el Grupo Clarín, a partir de negocios que no
pudieron compartir (no es que no lo hayan intentado). Bien,
durante este tiempo hemos asistido a todo tipo de barbaridades,
disparadas contra la dueña del multimedios y su familia, hecho que no
debe entenderse como una defensa, sino como una razón objetiva, en vista
a los resultados obtenidos.
A los hijos, supuestamente, era a quienes decían “proteger” y
sobre ese argumento, tanto la presidenta y sus acólitos, como Bonafini y
Carlotto, usaron todos los medios oficiales, para-estatales, opositores
y no opositores, para enlodar una causa que era falsa, armada y falaz.
Las dos pruebas de ADN indicaron irrebatiblemente que los hijos de
Herrera de Noble no pertenecen a las familias que los reclamaban, ni son
compatibles con ninguna de las muestras que existen en el banco de
muestras de desaparecidos en la época de la dictadura.
Es incalculable la cantidad de estupideces que hablaron desde la
presidenta (y el difunto ex presidente) para abajo. Es incalculable las
aberraciones que se hicieron y dijeron desde el poder, arrastrando por
el piso a los dos jóvenes que pretendían vivir en paz y cometieron el
pecado de haber sido acogidos en una familia enemiga de los Kirchner.
Los tapes que se han reproducido en estas últimas horas con
declaraciones de la propia presidenta, de Néstor Kirchner, de Aníbal
Fernández, Víctor Hugo Morales, Bonafini, Timermann, D`Elìa, los
“panelistas” de 6,7,8 con el impresentable de Barone a la cabeza.
Programas como TVR o Duro de Domar, que le han dedicado horas de edición
y armado de guiones inculpando a la dueña de Clarín de cuanto delito
estuviera a mano; en fin, un ejército K al servicio de una mentira
sostenida en el tiempo (doblemente mentira), comienza ahora a callarse
la boca o a decir pavadas, tratando de exculparse, perdiendo la poca
dignidad que les queda.
Y una de las más perjudicadas en esta insensible ofensiva política contra Clarín, ha sido la hasta hace mucho respetada Estela de Carlotto,
una mujer que sumó a la dignidad de su reclamo, la centralidad, el
pensamiento reflexivo, una mujer que concitaba la atención de todos por
su mesura y su humildad para vivir, allí por el año 2004. La Sra
de Carlotto, supo subirse al carro de triunfo, tirados por los caballos
volátiles del kirchnerismo y asociarse a la mentira de una pareja
enferma de poder y cegada por la revancha y la venganza, que
nos les permitió (como en otras tantas ocasiones) ver que se estaban
equivocando. Y Carlotto, respetable y con honores genuinos, ganados en
el campo del sufrimiento, entregó todo su prestigio para
sostener un relato falaz y construido sobre la base de la especulación,
la mentira, el odio por negocios inconclusos y la ignorancia.
En las últimas horas, me dio lástima ver a la Sra de Carlotto,
desencajada, con la cara visiblemente consternada, tratar de decir que
no dijo lo que dijo, pretender cambiar los tiempos verbales de sus
múltiples discursos donde acusó directa y formalmente a la señora Noble de criminal, apropiadora de hijos de desaparecidos, diciendo, ahora, que ella en realidad expresó que “podría ser” pero que nunca dijo “que fue”, cuando basta ver los tapes para saber que está mintiendo y ahora por segunda vez.
El Kirchnerismo destruye todo lo que toca, es casi una verdad de
Perogrullo. Corrompió a sectores inmaculados de los Derechos Humanos,
los arrastró por el fango de la corrupción y los usó como ariete de los
negocios sucios de funcionarios alienados por el dinero fácil. Y la
espada más solvente que tenían las “Abuelas”, luego del descrédito en la
que el poder K sumió a la otrora referente de la lucha de los pañuelos
blancos, Hebe de Bonafini, era Estela de Carlotto, respetada y admirada.
También la destruyó.
Ahora viene la contrapartida. Seguramente la familia Noble actuará en
consecuencia y como corresponde, por los daños y perjuicios ocasionados
por estos personajes en 8 años de embestida brutal y sin códigos y por
la guerra que supo hilvanar el kirchnerismo contra el multimedios;
entonces la pregunta que me hago es ¿Quién va a pagar la fiesta de la
mentira? ¿El Estado nacional? O sea, ¿Todos nosotros?. Es hora
de que los juicios a futuro que se desprendan de esta verdadera farsa
kirchnerista, vayan contra los bolsillos de quienes dilapidaron la
verdad en cientos de programas de televisión, usando dineros públicos
para engendrar la ignominia.
Que pague la presidenta Cristina Fernández, de su propia
fortuna, que embarguen salarios y bienes de quienes hablaron hasta por
los codos, denigrando, insultando, acusando sin fundamentos, en el marco
de la impunidad que les brindó el propio gobierno. Ojalá, las
acciones judiciales se encaminen a sacarle a cada uno de ellos, las
ganancias obtenidas por prestarse a la infamia de usar un elemento tan
sensible a la sociedad argentina, para corromper la verdad en aras de
vaya a saber qué intereses ocultos.
Esperemos que la justicia vaya contra estos verdaderos
voceros de la mentira; estos operadores del oficialismo y los haga
económicamente responsables y solidarios, de todas las barbaridades que
dijeron y la destrucción de las familias que produjeron en estos años.
No sería justo que el pueblo argentino termine pagando la fiesta de
cuatro mentirosos que nos quieren hacer creer que luchan por el derecho
de los demás cuando en realidad promueven solo sus derechos particulares
y políticos, entre los cuales está el de enriquecerse, mentir, ensuciar
a cualquiera, amenazar, amedrentar y destruir familias enteras.
Es fácil hacer politiquería barata con la plata pública, lo difícil es
hacerse cargo de los costos que demandan nuestras palabras y
enfrentarlas con el patrimonio de cada uno. Si así lo decidiera algún
día un justo juez, tantos charlatanes se callarían la boca, entes de
emitir un juicio y atacar a los ciudadanos comunes, solo por intereses
mezquinos o porque no piensan como ellos.
Sabido es que Herrera de Noble no es una ciudadana común; pues su
posición dominante en el mercado de los medios la hace poderosa y con
espaldas suficientes para soportar éstas y otras embestidas, sin
embargo, las atrocidades que se dijeron de su familia y lo que le
hicieron a sus hijos, no merece ser mensurado por la distinción social,
ni tiene estatus: lo abarca, simplemente, una visión humana.
Porque esta misma tarea brutal y descalificadora (con distintas facetas
y otras metodologías), el gobierno la aplica con todos y cada uno de
sus “enemigos” y la mayoría no tiene ni la décima parte del
poder que posee la dueña de Clarín, para enfrentar tanta bajeza
disparadas desde un poder impune y omnipresente.
Yo no quiero pagar los costos de la irracionalidad. Que el 54% del
padrón electoral la haya votado a la presidenta para administrar el
país, no es suficiente carta de presentación para que involucre a
la ciudadanía en una aventura inconsulta y nos haga cargo de los gastos
que generan sus caprichos, cuando las cosas le salen mal,
mientras preparaba los discursos para saborear la victoria política y
personal, si acaso las pruebas y contrapruebas le resultaban favorables.
Por lo tanto, es de esperar que ese costo recaiga en los responsables
de los varios delitos que pueden ser tipificados en todo este tiempo y
en los que han incurridos. El Estado nacional, como tal, no tiene nada
que ver con la guerra sórdida del gobierno y sus socios. (Agencia OPI
Santa Cruz)
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