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domingo, 19 de enero de 2014

"Illia y la Democracia Social del Radicalismo"

Por  J.R. Vanossi:
La concepción de democracia social que adopto el radicalismo e hizo suyo su gobierno reposa en fundamentos propios de la concepción democrático tradicional, pero doblemente adaptados a la temática social contemporánea y a las peculiaridades del fenómeno político argentino en función de nuestro grado de desarrollo y de la prioridad de nuestras necesidades. En sus raíces ultimas, podría afirmarse —por comparación y distinción con el famoso "perro del hortelano"— que la concepción democrático-social se nutre de la idea solidarista, en virtud de lo cual se diferencia claramente de las otras ideas o tendencias que animan a las demás posiciones posibles. Así, mientras —siguiendo con el "perro del hortelano"— los reaccionarios se limitan egoístamente a "comer", los totalitarios "a veces comen pero no viven ni dejan vivir", y los liberales clásicos "comen y dejan comer"; en cambio, los solidaristas tienen por objetivo "comer, dejar comer y ayudar a comer" al prójimo. Esta postura entronca a la democracia social con el perfeccionamiento de la democracia política tradicional, alejándolo por completo de los modelos de democracia marxista-leninista denominados "democracias populares". La democracia social se diferencia de la vieja democracia política en cuanto ya no es individualista, pero se diferencia de los modelos totalitarios en tanto rechaza las pretensiones monocraticas de estos y reclama el mantenimiento del pluralismo como cauce adecuado para la confrontación del consenso y la búsqueda del juego entre mayorías y minorías. También podría decirse, en este intento de perfilar la línea de democracia social, que su adopción implica la apertura de un tercer camino, por rechazo a las ofertas que intentan polarizar el proceso sociopolítico y económico entre los términos de una despiadada alternativa: el no-cambio, es decir, la postura conservadora del statu-quo, por un lado; y el impulso hacia el cambio sin ningún cauce, o sea, la postura revolucionaria de los planes maximalistas. La democracia social aspira a viabilizar los cambios con cauce, es decir, a través de instituciones y de fuerzas que no solamente se someten al derecho sino que —además— admiten que la elaboración de esas normas o reglas del juego se lleve a cabo a través de la expresión libre de todos los grupos o sectores que conforman la sociedad. En cuanto al programa radical, ha considerado que esta pretensión es la mas acorde con la composición argentina, la de menor costo político-social, y la que no esta reñida con el alto grado de crecimiento alcanzado por el país en diversos niveles de actividad (verbigracia, renta per capita  índice de alfabetismo, participación social en el producto bruto, movilidad social, etcétera).
Esta concepción de la democracia social, adoptada por el gobierno del doctor Illia, difería filosóficamente —y  por ende, políticamente— de la idea '"desarrollista" propulsada por otros sectores y, especialmente, por el partido creado por el ex presidente Frondizi (cuyo ideólogo es Rogelio Frigerio). La democracia social apunta a la eliminación de la opresión, pero a diferencia de otras concepciones, no unilateraliza la visualización de esa opresión. Así, avanzando por sobre las viejas concepciones liberales, no   limita el problema de la opresión a la existencia de formas de opresión política; pero tampoco reduce la cuestión de esa lucha a una actitud contra la opresión económica reclama, en vez, la "libertad contra la opresión", comprendiendo en este termino a todas las formas de opresión que puedan perturbar o distorsionar la existencia de la persona humana. Es un pronunciamiento contra la opresión política y contra las diversas formas de opresión económica, pero también contra cualquier manifestación opresiva proveniente del piano cultural, educativo, religioso, sexual, social, etcétera. Por lo tanto, la democracia social  abraza resueltamente la idea de liberación, pero no como un mito o un slogan, sino como decidida ampliación de la idea de desarrollo: este concepto resulta parcial, mientras que la liberación a que aspira la democracia social es una noción total, amplia, extensiva, que pretende captar en su integridad e integralidad la sabia afirmación de Paulo VI cuando recomienda alcanzar no solamente el desarrollo de todos los hombres sino principalmente el desarrollo de todo el hombre.
En esa línea de pensamiento, la democracia social en función de programa político sostiene diversas postulaciones conducentes al aseguramiento —en la mayor medida humana y concreta posible— de un régimen sociopolítico y económico de igualdad de oportunidades. No se conforma con la proclamación de la igualdad legal como igualdad formal, sino que brega por la toma de decisiones que favorezcan gradualmente la creación de condiciones generales en las cuales prospere el mayor grado posible de igualdad real de oportunidades. No pretende que todos sean iguales ni que todos tengan o hagan lo mismo, pero aspira a que las transformaciones sociales •—a las que el Estado no es ajeno— se orienten hacia la remoción de todos aquellos obstáculos, de hecho y de derecho, que impiden ese acceso del mayor numero a las mejores oportunidades. La enorme importancia que la democracia social asigna a este punto esta representada en el seno del programa radical por el cúmulo de reivindicaciones basadas en el rol del Estado como agente promotor y regulador de esa transformación evolutiva y pacifica: esto ha posibilitado que el programa electoral del partido radical (UCRP) y que las medidas consiguientes del gobierno del doctor Illia fueran atacadas desde los sectores liberal-conservadores, clásicos por su tendencia al estatismo y al crecimiento del aparato gubernarnental. Mas aun, los grupos de presión pertenecientes al sector productivo han estimado en diversas oportunidades que desde este punto de vista el programa radical es mas avanzado —y, por lo tanto, mas peligroso— que el programa del peronismo o justicialismo, con la circunstancia agravante —según esos sectores económicos— de que los gobernantes radicales acreditan mayor empeño y fidelidad en el cumplimiento integral de esas postulaciones, resultando así difícil que modifiquen el rumbo por obra de la "presión" o de otros intentos de suavizar la concretación de tales medidas de gobierno (soborno, corrupción, etcétera, cuya presencia en la gestión del doctor Illia fue casi totalmente inexistente, al punto de que en la actualidad es ampliamente reconocido el carácter sano e irreprochable de la administración del gobierno radical).  
 
Fuente: Jorge Reinaldo Vanossi "El Gobierno de Facto de Guido y la Presidencia de Illia"

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