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sábado, 8 de septiembre de 2012

¿Por qué un pibe de 16 o 17 no debe votar?

SÁBADO, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2

"Mientras escibo, mi hija de 17, organiza su valija con el fin de cumplir con "su" sueño del viaje de egresados a Bariloche... Sin dudas, mirarla sirve para seguir escribiendo..."

En línea casi directa con mi post anterior surge en el horizonte político de la Argentina un nuevo debate: el voto a los 16 y 17 años. Con una pasmosa liviandad parece surgir un colectivo de “argumentadores” en contra y a favor de la propuesta. Sobrevuela en todos ellos el recelo por una nueva movida del actual gobierno buscando garantizar futuros triunfos electorales. El camino elegido para el debate, como en muchos otros temas, anula o esconde, con o sin intención, perfiles constructivos: todo es disputa, riña, pugna, lucha, batalla, contienda…
En el tema remite a la postura que cada uno de nosotros tenga sobre la adolescencia. La adolescencia ese tiempo de cambios, esa etapa que marca el proceso de transformación del niño en adulto, un período de transición que tiene peculiares características. Posiblemente, para algunos habría que renombrar ese trayecto denominándolo por la positiva y no “por lo que falta”… Aún así, sus protagonistas seguirán siendo jóvenes que aún no son adultos pero que ya no son niños en una época de descubrimientos de la identidad, en trayecto a la de autonomía individual.
Han sido pocas o nulas hasta el momento las fundamentaciones de profundidad dadas por el todo el espectro político argentino. Es como si el debate sobre el voto a partir de los16 años (lamentablemente no es el único tema) pareciera demostrar cierta inconsistencia, falta de estudio y/o improvisación de gran parte de nuestra clase dirigente.
Según algunos especialistas, existe un prejuicio cultural que pone una vara muy baja a los adolescentes. Hay quienes creen que es precisamente esta postura la causante del bajo rendimiento de los adolescentes. El psicólogo Thomas Lickona afirma que en realidad los jóvenes no hacen más que aquello que se espera de ellos. Padres y sociedad se conforman con poco (que no sean delincuentes, que no sean atrapados por las drogas, etc). Este especialista en psicología evolutiva advierte que a esta mentalidad se suma un nuevo peligro que es el mito del “cerebro adolescente inmaduro”, el cual afirma que antes de los 25 años es muy improbable que un joven tenga la capacidad de controlar sus fuertes impulsos.
Por eso coincido con esta nota de Luciana Vázquez publicada en La Nación en la que afirma que “Desacreditar el debate instalado por el kirchnerismo -y no por los adolescentes- en torno a bajar la edad del voto a los 16 años con el argumento de la inmadurez estructural de la adolescencia no es la mejor estrategia”. Ante la falta de argumentaciones disociadas de discursos coyunturales recomiendo la lectura reflexiva de esta nota. Posiblemente, aporte algunas puntas que hasta el momento han estado ausentes en el debate.
De allí en más y ante la falta de profundidad en el debate surgen incógnitas que me llevan a pensar, como mínimo, que la dirigencia argentina tomará en unos días decisiones de insospechadas consecuencias. Debo reconocer mi pesimismo, en este sentido…
No me meteré en cuestiones constitucionales y legales que existen y otros podrán profundizar mejor que yo. Sólo intentaré hacerme preguntas... Incógnitas que lleven el límite del debate a aquellos lugares que muchos se niegan a circular...
¿Qué tiene de progresista posibilitar voto optativo a un pibe de 16 años? ¿Por qué utilizar falazmente el argumento de la “ampliación de derechos” a los jóvenes? ¿No existe cierta subestimación en aquellos que promueven este voto de la capacidad de elegir y discernir de los mismos adolescentes? ¿No es una forma de creer que la adolescencia como etapa de la vida puede clausurarse a los 16? ¿Por qué no pensar que el voto a los 16 puede ser un atentado a la adolescencia? ¿Cuáles serán las consecuencias en un adolescente, futuro adulto, escindir el derecho del deber del sufragio? Cierta argumentación dada ¿no "cosifica" a los adolescentes convirtiéndolos en “mercancía del sistema político”? ¿No le estaremos cargando una mayor responsabilidad por “renuncia tácita” de los adultos? ¿Por qué no dejar de cargar la mochila del adolescente con nuevas responsabilidades (es un derecho pero también una obligación) en todo caso mal o no resuelta por los adultos? ¿Por qué obligarlo en pleno proceso de diferenciación de sus padres?
Por eso creo que no hay proyecto alternativo posible que mejore la propuesta.
Un pibe de 16 y 17 años puede participar, organizarse, formar parte de actividades pensadas todas ellas como acciones de práctica formativa, mientras estudia, mientras se informa, mientras se "forma"… ¡Qué bueno es que se asocie con otros jóvenes para intervenir en su escuela, en el barrio, en su ciudad, "haciendo política" en su Centro de Estudiantes, participando de las actividades en su club de barrio, etc, etc...
En síntesis, creo que sería bueno abstenerse de complicar ese tramo de la vida y todavía mejor sería que los adultos nos hagamos cargo (sin renuncia) de nuestra originaria función: acompañarlos, ayudarlos, corregirlos en ese segmento de la vida por la que todos hemos transitando...
¿Qué apuro hay?
¿Quiénes están más apurados?
¿Adultos o adolescentes?

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