viernes, 28 de septiembre de 2012
Alfredo Grande (APE)
“no nos perdones comandante, porque para endurecernos, hemos perdido la ternura por siempre jamás”
(aforismo implicado)
“En una rueda de prensa del pasado martes, el Comité del Patrimonio
Mundial reconoció oficialmente la Brecha Entre Ricos y Pobres como
"Octava Maravilla del Mundo", describiendo la división de la riqueza
global como la "más colosal y duradera de las creaciones de la
humanidad".
"De todas las estructuras épicas que ha ideado el género humano,
ninguna más prodigiosa e imponente que la Brecha Entre Ricos y Pobres",
declaró el presidente del Comité, Henri-Jean Baptiste. "Es un
crecimiento tremebundo, milenario que nos llena de asombro y humildad".
"Es imponente", declaró el presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein,
campeón y benefactor de toda la vida de la conservación de esa falla.
"Después de todo lo que hemos pasado en los últimos años, no hay mayor
privilegio que verla crecer más y más cada día. Puede que haya unos
cuantos detractores que se preocupen por que, de hacerse más grande, el
conjunto se venga abajo, dejando atrapadas debajo a millones de
personas, pero yo por mí estoy dispuesto a correr ese riesgo". añadió
Blankfein: "Además, algo me dice que yo, probablemente, saldría bien
parado". Redacción de The Onion
Cuando Enrique Santos Discépolo inventa la metáfora de la biblia que
llora junto al calefón, nunca pensó en una homilía de Bergoglio. La
cuestión es más directa. El papel higiénico era carísimo y el papel
biblia suave. Además, en esos tiempos, los calefones podían estar en los
baños, lo cual fue prohibido, y luego fue prohibido fumar hasta en los
baños. Por eso usar el papel de la biblia para limpiarse es la mayor
degradación que al libro sagrado puede hacerse. Hasta ahí el genio de
Discépolo. Pero todo cambalache, más o menos problemático, más o menos
febril, degrada la suavidad que termina siendo apta para que los trapos
sucios (podría agregar los culos, pero no voy a hacerlo) se limpien en
casa. Por supuesto, la casa es otra metáfora. La casa donde se lavan los
cu.., digo los trapos sucios es la misma donde nadie saca los pies del
plato. Pies sucios, naturalmente, para no hablar del plato. Los
cambalaches se han multiplicado, aunque ahora se llamen colectoras, o
listas testimoniales, o incluso frentes electorales. Nos manoseamos en
el lodo, y como nos gusta ver la mugre en el cuerpo ajeno, nos pensamos
limpios e inmaculados. El pensamiento de derecha es proyectivo. Jesús
advirtió sobre la necesidad de ver la viga en el propio. Anticipo del
análisis colectivo de la implicación. El pensamiento de izquierda es
introyectivo, tanto que a veces exagera y se melancoliza. Siempre hace
algo para merecer esto. Es necesario un debate sobre Izquierda, Culpa y
Castigo para poder profundizar en uno de las causalidades que terminan
en mesianismo y sectarismo. Pero no quiero melancolizarme. Quiero pensar
en una variante de esa melancolización que es la resignación. A mi
criterio, la marca de esa actitud que tiene un futuro político más
cercano al contra frente y a la calle sin salida, es lo que llamaré el
“teorema de las compensaciones”. El refrán que le puse letras de molde
al imperio de las compensaciones es “roba, pero hace”. Tomar nota del
“pero”. No es “roba y hace”. Lo que de todos modos sería cambalachesco,
porque es obvio que primero roba y con lo que sobra del banquete, hace.
El “pero” es más absoluto. El “pero” es la impunidad. O sea: “como hace,
no importa que robe”. A nadie le importa si robó, cuanto robó, mas allá
de que no huyó y tampoco lo pescaron. Una cinta de Moebius permite
recorren en un eterno devenir “robar-hacer-robar-hacer”, y así hasta uno
de los tantos infinitos posibles. En un aforismo implicado, me permití
invertir la fórmula: “hace para poder robar”. O sea: no hay pero que
valga. El hacer, cuanto más, peor, es sólo una ingeniería del robo sin
mano armada. Apenas es necesario sujetar lapicera o teclado, y estampar
firma hológrafa o digital. Ejecútese. Archívese. Y que la gansa y los
gansos sigan poniendo. En ese sentido, si toda propiedad es un robo,
según enseñó el credo anarquista, toda asignación es una resignación.
Como el robo en su versión mas difundida, la corrupción, es, está, llegó
para quedarse, y siempre irá por más, entonces de ese banquete
fenomenal, que mi mente ni siquiera puede concebir, las sobras son
suculentas. No pensemos en los magros banquetes de los flacos galgos.
Hoy, superávits mediante, los banquetes son pantagruélicos, para usar un
arcaísmo decadente. Por eso las sobras no son nada desdeñables. No se
tira manteca al techo. Lamentablemente, si se tira leche a la tierra.
Pero entre asignaciones, subsidios, prebendas, eximiciones varias,
impuestos al salario, al consumo, etc, parecen los clásicos almuerzos
domingueros donde se inventaba el hambre para poder seguir comiendo. Lo
grave de todo esto, es confundir el alimento conseguido con el sudor de
la frente (y de algunas otras zonas menos evidentes) que aquel que
proviene de voluntades ajenas, y que de tan ajenas, enajenan. Cuantas
veces repetimos que es necesario enseñar a pescar, no repartir pescados.
¿Cómo nos sacamos ahora el anzuelo? El teorema de las compensaciones
pondrá las cosas en su lugar. Sin subsidios, los pasajes se irían a las
nubes, incluso con el cielo despejado. Sin asignaciones, el pobre sería
indigente. Y al indigente, ni el indec le hace justicia. Pero nadie ama
su pobreza. El pobre sólo desea dejar de serlo, y es bueno que así sea.
Pero la clase alta está lejos y sólo se acerca a ella cuando mira
televisión, esa caja nada boba pero muy perversa. En cambio, la clase
media está medio cerca. Alguna vez hasta se codea con ella en la fila
del super del barrio, o en algún subte cuando funciona. Para llegar a la
clase alta sabemos que sólo tenemos dos constantes de ajuste: el azar y
el delito. Lo deportivo y lo artístico lo incluimos en el azar, porque
si bien llegan los talentosos, no todos los talentosos llegan. Para
llegar a la clase media, aunque sea por el momento media baja, no es tan
difícil. Ni en la lógica del consumo, ni en la lógica de la producción.
El ascenso y movilidad social no fue otra cosa que clase media.
Vituperarla es escupir para arriba y para abajo. Infiltrados,
reaccionarios, fascistas, oligarcas, garcas de todo pelaje, también,
insisto, también, están en las clases medias. Pero bastaría un paseíto
por Puerto Madero, la Gran Manzana, los barrios cerrados, los countries
todo servicio, hasta los cementerios totales, para darse cuenta que las
infamias se incuban en clases nada medias, sino totalmente
reaccionarias. Pero, teorema de las compensaciones, con discursos,
bueno, historias, bueno, relatos nacionales y populares, de batallas que
jamás dieron. No es lo mismo un kirchnerista que un menemista
arrepentido. No es lo mismo un luchador por la unidad popular que un
kirchnerista despechado. No es lo mismo, pero el teorema de las
compensaciones explica porque parece como si fuera…más de lo mismo.
Resignarse a las sobras del banquete del Poder es el mejor camino para
convertirse uno mismo en, apenas sobras. Incluso revolucionarias.
Resignarse al capitalismo serio por no haber sabido construir un
socialismo alegre. Me temo que esa resignación es, a esta altura de los
acontecimientos, bastante universal. Y su nombre es re re elección. Y
debo admitir que una de las tantas cosas que le pido y no le pido a Dios
(teorema de las compensaciones) es que la resignación no me sea
indiferente.
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