Powered By Blogger

Visitas

domingo, 16 de febrero de 2014

Hace cien años, la Argentina representaba el futuro. ¿Qué le pasó?


Cada vez que los residentes de Buenos Aires desean cambiar sus pesos -en los que no confían- por dólares, tienen que entrar en una cueva, que así las llaman y que no es otra cosa que una pequeña oficina que actúa como un frente detrás del cual opera un exitoso mercado cambiario ilegal. En una de esas cuevas ubicadas a pasos de la peatonal calle Florida, en pleno centro de la ciudad, se ven pilas de pesos provenientes de transacciones previas sobre una mesa. Y hay un hombre que hace de correo que se prepara para llevar esos fajos de billetes hasta una caja de seguridad para ser depositados.
En esta pequeña cueva se realizan transacciones por unos 50.000-75.000 dólares por día. El temor a la inflación y a la devaluación del peso, que durante Enero solamente cayó en más del 20%, mantendrá la demanda por dólares en alza. El dueño de una de estas cuevas nos comentó que en esta “Argentina moderna, no te ofrece lo que podrías llamar una carrera institucional”. Son pocas las formas de hace buen dinero como esta.
Los hombres-correo que transportan los fajos de dinero por Buenos Aires, pasan por bellos edificios como el del Teatro Colón, inaugurado en 1908, o la Estación Retiro de ferrocarriles, que se terminó de construir en 1915. Tanto estos dos edificios como tantos otros, son emblemas de una “belle époque” argentina, que transcurrió justo antes de comenzar la primera guerra mundial cuando el país podía autoproclamar ser la nación del mundo que era la tierra de la oportunidad. Durante 43 años, hasta llegar a 1914, el PBI argentino había crecido a una tasa anual del 6%, que resultó ser el crecimiento en el mundo que más creció. El país era un “imán” de atracción para la inmigración Europea, que llegaba a esas tierras en enormes manadas porque allí hallarían trabajo en sus tierras fértiles, donde las cosechas y el ganado estaban impulsando intensamente la expansión Argentina. En 1914, el 50% de la población de Buenos Aires había nacido en el extranjero.
El país marchaba entre los diez países más ricos del mundo, después de Australia, Gran Bretaña y los EEUU, pero por delante de Francia, Alemania e Italia. El ingreso per cápita ya era el 92% del promedio de las 16 economías más poderosas del mundo. Desde esta supremacía, podía mirar a todos sus vecinos: por ejemplo Brasil tenía entonces una población que apenas contaba con la cuarta parte de una población acomodada.
01-20140215_FBC282
Pero Argentina nunca pudo estar mejor que entonces. A pesar de que Argentina ha atravesado por períodos de crecimiento robusto durante el siglo XX -o por lo menos sin contar con el boom de los commodities de los últimos diez años- y de que su población sigue siendo económicamente más acomodada que la de la mayoría en América Latina, su permanencia como una de las economías más vibrantes ha pasado a formar parte de un recuerdo de memorias distantes. Su ingreso per capita es apenas el 43% de esos mismo 16 países más ricos. Marcha por detrás de Chile y Uruguay, que están ahí cerquita de ella.
Los síntomas de retroceso político también se notan claramente. Si durante la pre-guerra la Argentina gozaba de una gran estabilidad, su historia desde entonces se ha visto marcada por una sucesión de golpes militares. El primero, se produjo en 1930; a los que le siguieron los de 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Las elecciones presidenciales de 1989 marcaron la primera vez en más de 60 años que un presidente civil le pasó la banda presidencial a otro sucesor electo por el voto.
02-20140215_FBC288
Han pasado ahora más de 30 años desde que terminó la última dictadura militar, pero la democracia todavía no ha sido portadora de estabilidad.
Es así que los argentinos aplican la metáfora del “péndulo” para describir los cambios producidos durante los últimos treinta años: que van desde la total libertad de políticas económicas en los ’80 hasta el otro extremo, del consenso de Washington que les trajo la liberalización de 1990, para nuevamente volver al otro extremo bajo la presidencia de Néstor Kirchner y ahora la de su viuda, Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo la imagen del movimiento pendular no le hace justicia a los cambios de tipo “latigazo” que se han producido en la economía repetidamente durante las recesiones de los ‘70 y ‘80, la hiperinflación de 1989-90, y la crisis económica de 2001, como así también la ahora posible nueva crisis que podría llegarle. Se debe reconocer que la Argentina está lejos del desastre que la azotó en 2001, aunque hoy el “mix”de precios que se espiralizan, las presiones salariales y la desconfianza en el peso traen para la población muy feas reminiscencias dolorosas del pasado. (ver los gráficos 2 y 3).
03-20140215_FBC287
Pero además, internacionalmente la Argentina ha perdido su rumbo. Se ha aislado totalmente del mercado global de capitales, si bien aunque está en medio de negociaciones para reestructurar sus deudas con acreedores internacionales con el Club de París. Brasil, no es precisamente un virtuoso del libre comercio, está presionando a la Argentina para que abra sus fronteras; en otros tiempos esto habría sido todo lo contrario: que Argentina presionase a Brasil. Una broma que pinta de cuerpo entero a los Argentinos que se las dan de ser “especiales” y que corre en boca de los Brasileros, dice: “Para producir un desastre tan grande hace falta tener gente muy sofisticada”.

Cien años de ineptitud

La dramática declinación del país resulta ser, desde hace mucho, un verdadero enigma insoluble para muchísimos economistas. Simon Kuznets, laureado con un Nobel, supuestamente opinó que: “En el Mundo hay cuatro clases de países: países desarrollados, países sin desarrollar, Japón y Argentina”. Desde entonces, otros países han podido copiarse de Japón, obteniendo una rápida industrialización; pero Argentina permanece siendo una clase de país sólo, único. Si algo NO les falta, son candidatos culpables de cuando el país comenzó a andar mal. Está el shock de la Primera Guerra Mundial y la Depresión hasta la apertura del intercambio comercial; o el golpe militar de 1930; o la actitud neutral que adoptó la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial, que la dejó mal parada ante los EEUU, que por entonces ya era una superpotencia. Sobrevino luego el surgimiento de Juan Domingo Perón, que tomó el poder en 1946. Posteriormente son muchos los que reconocen que las cosas verdaderamente se desbarrancaron entre 1975 y 1990.
Pero no existe una única teoría que resuelva este rompecabezas. Al decir de Rafael Di Tella, co-autor de un libro próximo a salir a la venta: “Si a un individuo lo perforan con 700.000 balazos será muy difícil cual de todos lo mató”. Sin embargo existen tres razones muy profundas que ayudarán a iluminar el porqué de la declinación del país. En primer lugar, la Argentina puede haber sido muy rica hace 100 años, antes de la Primera Guerra Mundial, pero no le había llegado el modernismo. Eso hizo que el ajuste le resultase difícil cuando fue alcanzada por los distintos shocks en el exterior. La segunda teoría señala con fuerza el papel que jugaron las políticas comerciales. Y la tercera, que cuando fue necesario que cambie, la Argentina no contaba con instituciones capaces de crear o producir políticas exitosas.
Tomemos una teoría por vez. La primera explicación es que la Argentina era muy rica en 1914 por sus commodities; sus industrias eran muy básicas y apenas débilmente desarrolladas. Filipe Campante y Edgard Glaeser de la Universidad de Harvard compararon Buenos Aires pre-Primera Guerra Mundial con Chicago, que por entonces era otro gran puerto de salida para carnes granos. Y hallaron que ya por 1895 el índice de alfabetización en Chicago llegaba al 95%, mientras que los residentes de Buenos Aires, o “porteños”, apenas tenían las tres cuartas partes de ellos que podían leer y escribir.
Los terratenientes que convirtieron a la Argentina en país rico no se preocupaban en educarlos: lo único que tenía importante por entonces era contar con mano de obra barata. Y esa actitud prevaleció hasta bien entrada la década de 1940, cuando la Argentina si bien tenía la más alta tasa de alumnos que asistían a la educación primaria, por el otro lado tenía la más baja tasa de egresados de la secundaria. La escuela primaria era muy importante porque les creaba esa sensación de ser “ciudadanos”, según opina Axel Rivas, miembro de CIPPEC. Además, solamente los integrantes de la elite o alta sociedad necesitaba tener una buena educación.
Pese a no contar con un buen sistema educativo, la Argentina se esforzaba tenazmente por crear industrias competitivas. Se había beneficiado tecnológicamente durante su período de la “Belle Époque”. Los ferrocarriles transformaron su economía y los cargueros refrigerados hicieron posible que pudiese exportar carnes a escalas sin precedentes: entre 1900 y 1916 las exportaciones argentinas de carnes congeladas crecieron de 26.000 toneladas hasta 411.000 tons./año. Lamentablemente la Argentina empleó tecnología mayoritariamente traída desde el exterior en lugar de inventar su propia tecnología.
Todo lo que sea innovación tecnológica requiere contar tanto con gente educada como con acceso a capitales. La época dorada de la Argentina se cimentaba en gran medida en el exterior. No menos de la mitad del capital accionario del país estaba en manos extranjeras en 1913, que la dejaba más expuesta a los shocksexternos. Los bajos niveles de ahorro doméstico o local, podría explicarse en su demografía: enormes cantidades de inmigrantes con hijos dependientes por la edad, gastaban mucho dinero antes que poder ahorrar.

Comerciantes de un pasado perdido

Argentina se hizo rica apostando a tres cosas: la agricultura, los mercados abiertos y a Gran Bretaña, que por entonces era la potencia eminente del mundo y su mayor socio comercial. Si esa apuesta se agriaba, requeriría hacer un ajuste muy severo. Con el tiempo, dichos shocks externos se materializaron, lo cual llevó a la segunda teoría sobre la declinación de la Argentina: política comercial.
La Primera Guerra Mundial le aplicó el primer golpe a su comercio. Pero también le puso las primeras trabas -perdurables- a los niveles de inversión. Cuando ya se hacían evidentes las crisis financieras de 2007-2008, los capitales extranjeros optaron por regresar a sus países de origen, al tiempo que los bancos locales lucharon todo lo posible por reemplazarlos. Inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial llegó la Depresión, que terminó por aplastar a todo el sistema comercial del cual dependía la Argentina; entonces es cuando Argentina incrementó sus impuestos a las importaciones, llevándolos del 16,7% en 1930 hasta el 28.7% en 1933. Su dependencia de Gran Bretaña, que también comenzaba a retroceder, y que había sido el mercado preferido de Argentina donde enviar sus exportaciones, favoreció que prefiriese firmar acuerdos preferenciales con países del Commonwealth.
Ciertamente que, una de las maneras de pensar en la Argentina durante el siglo XX era la de verla como desincronizada con el resto del mundo. Era el modelo perfecto del crecimiento guiado por la exportación justo cuando el sistema de comercialización abierta colapsó. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo más rico recomenzó lentamente su regreso al libre comercio a través de la negociación del Acuerdo General de Tarifas y Comercio de 1947, la Argentina ya había entrado en su etapa del cierre de su sistema económico -y continuó dentro de ésa dirección bajo el gobierno de Perón. En 1946, se creó un instituto ideado exclusivamente para controlar todo el comercio exterior (IAPI); se profundizaron todas las políticas de substitución de importaciones; el porcentaje de comercialización de importaciones respecto del PBI siguió cayendo.
Todas esta políticas autarquiítas tenían raíces muy profundas. Muchos vieron y consideraron que los intereses de los exportadores de alimentos de la Argentina chocaban con los intereses de los trabajadores. El alto precio que se pagaba por los alimentos se traducían en grandes ganancias para los agricultores pero significaban estómagos vacíos para el común de los ciudadanos argentinos. Las fronteras abiertas incrementaban la llegada de agricultores pero al mismo tiempo dificultaba la competencia extranjera en la industria local. Las “pampas” se dividieron de modo menos igualitario que las tierras en lugares como los EEUU o Australia: el ingreso de tan sólo el 1% de los argentinos más ricos estaba directamente relacionado con las exportaciones de productos agrícolas o de carnes. A medida que fue creciendo la población urbana de las clases trabajadoras, también crecieron los votantes subyugados por las promesas de Perón, que les pedía que apoyen la industria nacional y a cambio les fortalecía las leyes que defendían los derechos de trabajadores y obreros.
Desde aquellos días ha habido períodos de liberalización, pero el intervencionismo sigue teniendo un gran poder de “seducción”. Sergio Berensztein, analista político actual, opina que “Un tercio del país -la industria de los commodities, ingenieros e industrias regionales como lo son la vitivinícola y el turismo.. están prestas a competir, pero los DOS TERCIOS restantes no lo están”.
Aun hoy, perdura la división entre los agricultores y los trabajadores. Por medio de fuertes tasas que se cobran sobre las exportaciones a la producción agrícola (llamadas retenciones) el Estado logra reforzar sus reservas tambaleantes de monedas extranjeras; la limitación a las exportaciones de trigo permite la creación de excedentes para que no aumente el precio de venta local. Al tiempo que hacen lo imposible por disuadir a los agricultores para que no incrementen la cantidad de hectáreas sembradas, que está permitiendo que otros países les vaya robando mercados. Los efectos de estas intervenciones perversas se han notado mucho más durante la era de los Kirchner: según las cifras publicadas por el Departamento de Agricultura de los EE.UU., hasta el año 2006 la Argentina figuraba CUARTA entre todos los países exportadores de trigo del mundo entero. Ya en 2013 había caído al puesto numero diez. “Aquel modelo Argentino de hace 100 años -que era el de producir todo lo posible- es el que están implementando ahora otros países”, se lamenta Luis Miguel Etchevehere, presidente de la Sociedad Rural Argentina, que representa el importante lobby de los agricultores.

Centro de Distribución

Algunas economías también muy ricas en commodities han podido resolver estas tensiones. Por ejemplo Australia, con quien la Argentina compartía muchas similitudes a principios del siglo XX como ser: muchas commodities, una larga historia de inmigraciones diversas y la gran distancia con los mayores centros industriales del mundo. Sin embargo logró desarrollar una economía con una base muchísimo más amplia que la de Argentina y además creció mucho más rápido que Argentina. Entre los años 1929 y 1975, el ingreso per capita de Australia creció a una tasa anual del 0.96%, mientras que el de Argentina lo hizo a solo el 0.67%.
Australia tuvo algunas ventajas muy importantes: el precio de los minerales no afecta al consumo interno del mismo modo que sí lo hace el costo de los alimentos, por ejemplo. Pero al mismo tiempo contó con las instituciones capaces de equilibrar los intereses que competían: una democracia en la cual la clase obrera está representada; un sistema de carreras cortas especializadas; un Comité de Impuestos independiente que asesora al gobierno en materia de comercialización. La Argentina no se ha modernizado en nada de todo esto en su aparato político, aun cuando ya en 1912 introdujo en su constitución el sufragio universal para todos los hombres. La tercera teoría para explicar la declinación de la Argentina apunta a la falta de instituciones que permitan el desarrollo de políticas de estado perdurables en el tiempo -lo que el ciudadanos argentino llama “políticas de Estado”.
Las constantes interrupciones del sistema democrático no son las únicas manifestaciones de estas debilidades institucionales. Mismo la Corte Suprema de Justicia de la Argentina ha debido padecer varios embates, comenzando cuando Perón decidió cambiar su composición en 1946. Los presidentes tienen esa mala costumbre de toquetear la Constitución para permitirse poder ejercer varios períodos: la Sra. Fernández no quiso ser diferente y ya antes del revés sufrido en las elecciones de medio término realizadas en 2013, que debilitó decididamente su posición, también quiso hacerlo.
Los derechos de propiedad están muy debilitados actualmente: y si no, pregúntenle a Repsol, la petrolera española que fue despojada de su participación accionaria en la sociedad petrolera argentina YPF, que fue “nacionalizada” en 2012. Las estadísticas no son confiables: la Argentina debía introducir un nuevo sistema para medir la inflación esta semana porque así lo solicitó FMI, caso contrario harían publico una medida de censura por que los índices desde 2007-2008 no reflejaban la verdad. A tal punto que el Poder Ejecutivo puede, y de hecho lo hace, modificar el Presupuesto Nacional a gusto. El ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, viene solicitando y quisiera, que todas las modificaciones el Presupuesto Nacional que se introduzcan cuenten con la aprobación parlamentaria.

El próximo siglo

Primero y necesariamente la Argentina debe salir de todo este berenjenal en que se ha metido. En un intento por preservar las reservas en monedas extranjeras con que cuenta el BCRA, en un intento por acercar en algo la diferencia entre la cotización oficial y la no-oficial, el banco central permitió que sea devaluado en algo la cotización del peso a fines de enero pasado. Para evitar que esta depreciación fogonee las expectativas inflacionarias, el banco central decidió subir la tasa de interés. Pero con esta medida no alcanza, otras deberán introducirse. En términos reales, las tasas siguen siendo negativas; se acercan la paritarias durante las cuales se negociarán los aumentos salariales de los gremios reconocidos, y cualesquiera resulten ser los porcentajes negociados serán una verdadera puesta a prueba acerca de cuán seria es la determinación del gobierno por controlar el gasto.
Es probable que la Sra. Fernández logre llegar a los tumbos hasta las elecciones presidenciales de 2015, que según opinan los optimistas, será cuando se produzca el punto de inflexión. Tal vez en medio de muchos inconvenientes económicos que se podrían producir antes de las elecciones del año próximo se desacrediten las teorías del Peronismo según las cuales ellos dicen que es el partido de mayor fuerza para gobernar. Pero el Peronismo no es sino un concepto político extraordinariamente maleable, capaz de producir por igual, políticas neoliberales como en la época de Carlos Menem en los ’90 y las políticas de redistribución de los Kirchner. Daría la sensación de que la idea de una partido que pagará el precio por sus malas políticas no parecería ser de aplicación.
Todo su sistema está infectado por el cortoplacismo. En su punto central está concentrado el dinero, y su camino al poder va por el lado de los subsidios y lo espurio: los Kirchner representan apenas los últimos culpables, que han logrado la destrucción del excedente del PBI, que en el 2005 era del 2%, para llegar al 2013 con un déficit estimativo en el 2% del PBI.
“Hace 50 años que venimos pensando en cómo hacer para mantener el gasto oficial, en lugar de pensar en qué invertir para crecer” declaró Fernando de la Rúa, el ex presidente que debió renunciar durante la crisis del 2001.
Este cortoplacismo que tanto diferencia a la Argentina de otros países de América Latina que también han sufrido quiebres institucionales es lo que la hace distinta. La dictadura militar de Chile produjo un quiebre catastrófico con la democracia, pero sin embargo introdujo reformar que han perdurado muchos años. El PRI de México gobernó durante casi 20 años seguidos durante el siglo XX. En la opinión de Daron Acemoglu del MIT, (Instituto de Tecnología de Massachussets), “La creación de instituciones en la Argentina ha tomado el típico formato de sistemas de redistribución veloz con fines clientelistas”.
Para que Argentina modifique sus instituciones tendrá que tener al mando, un presidente realmente fuera de lo común, especialmente si la naturaleza la bendice con un nuevo período climático que afloje la presión por reformar. Por otra parte, se calcula que el yacimiento descubierto recientemente, llamado Vaca Muerta, en el sur del país, tendría una posible producción de petróleo y shalegas estimado en el tercero en importancia a nivel mundial. Suponiendo que la Argentina logre atraer capitales extranjeros, entonces se estima que el dinero en grande comenzaría a ingresar dentro de la próxima década. En la opinión del Sr. Lavagna, “Vaca Muerta nos brinda una enorme capacidad de recuperarnos y una tremenda oportunidad de no volver a cometer errores”.
Pero también los argentinos deberán cambiar. Las políticas redistributivas de los Kirchner han ayudado a muchos pobres, pero ciertos ‘regalos’ como son los subsidios al consumo de energía eléctrica para uso domiciliario han beneficiado principalmente a personas que realmente NO los necesitaban ni necesitan. Será muy difícil convencer a la población en general que la obtención de beneficios futuros conllevan algunos dolores para el bolsillo. Y en gran parte, esto se debe a la mala experiencia por la que se atravesó en los ’90 que desacreditaron todas las reformas liberales a los ojos de muchos argentinos. No se conoce de ningún otro país en el mundo entero que haya estado tan cerquita de unirse al mundo desarrollado y económicamente rico, para caer nuevamente en el retroceso. De ahí que sea tan importante la elección del primer paso a dar hacia un futuro mejor.
Traducción de Irene Stancanelli para el Informador Público

No hay comentarios:

Publicar un comentario