Por Alfredo Leuco
El domingo anterior, informé con responsabilidad sobre los problemas anímicos y de salud que tienen la presidenta y su hijo. De las fuertes discusiones entre ambos y sugerí, con prudencia, ciertos descontroles que tienen que ver con la intimidad de las personas. Ella misma se refirió al tema en la cadena nacional de 70 minutos. Se despidió quebrada en llanto y salió rápido de la escena diciendo: “ El dolor (por la muerte de Néstor) afecta mi salud y la de mi familia”. Definió sicoanalíticamente como una “negación” no recordar el nombre de la glándula tiroides y hasta pareció pasarle a Moyano la factura por lo “estimulado” que estaba pese a haber sufrido (el camionero) un dolor similar al de ella con la muerte de su hijo Emiliano. Los pronunciados picos y caídas emocionales y el aislamiento cargado de mal humor descolocan a los pocos funcionarios que hablan con ella. Y ven a Máximo Kirchner, como ausente, desinteresado en la política, esperando que llegue el 2015 para irse a su casa. Ese discurso aportó pistas de desmesuras que no hay que dejar pasar livianamente. Cristina desafió a la justicia a que la procese y se mostró como propietaria de la Gendarmería. Se felicitó porque el G-20 está copiando las medidas que su gobierno tomó hace mucho: “lástima que no nos escucharon antes”. En el extasis de la malversación de la realidad acusó a “Los Dragones”, a los Bulgheroni y al gobernador Martin Buzzi, ultracristinista como buen converso, de haber sido los responsables de la muerte de los gendarmes en un accidente en la ruta a 465 kilómetros del campo petrolero. Incluso ella misma, se contradijo y anunció que se debió a que el chofer se durmió doblado por el cansancio. De todos modos avanzó con su teoría alterada: “querían un muerto, ahí lo tienen”. Fue la primera en sugerir que la protesta moyanista tenía un componente destituyente tipo paraguayo: “no creo en las brujas pero que las hay, las hay”. La medicación impacta en cuerpo y alma.
Lo realmente grave es que uno de los hombres que mas cerca y durante mas tiempo estuvo al lado del matrimonio presidencial teme que Cristina patee el tablero. Que si las turbulencias económicas y sociales siguen aumentando, la presidenta amenace con irse en forma heróica acusando a las corporaciones de no dejarla gobernar o directamente de derrocarla. En ese registro hay que leer las declaraciones de Héctor Timerman de que “quieren voltear a Cristina como hicieron con Lugo y Zelaya”.Tiene un tufillo terrible a expresión de deseo. Una forma de preparar el terreno y abrir el paraguas por si llega la emergencia. Una cosa es confesar incompetencia para pilotear la crisis que se viene y pagar la fiesta que fogonearon durante 9 años y otra, es el relato épico de un presunto golpe institucional. Es muy delicado y peligroso que algunos kirchneristas bobos estén jugando con el fuego de esta irracionalidad. Dicen que durante la 125 estuvieron Néstor y Alberto Fernández (y hasta Lula en el teléfono) para frenar la renuncia de Cristina cuando ella planteaba que “este pueblo no nos merece”. Hoy ninguno de los tres está a su lado. Los que realmente quieren a Cristina deberán fortalecerla para que utilice el inmenso poder que tiene para evitar todo tipo de inestabilidad y consolidar institucionalmente este momento. Solo un grupúsculo de delincuentes y golpistas puede estar pensando en una locura semejante. Es imposible que ocurra, salvo que se desate un proceso de veloz autovictimización desde la cima del poder. Los 12 millones de votos de una paliza electoral legal y legítima, las mayorías parlamentarias, la camiseta partidaria en un sector de la justicia, los gobernadores disciplinados y la ausencia de alternativa opositora, convierten a Cristina en todo lo contrario que representa la fragilidad solitaria de Fernando Lugo. Aunque Timerman haya levantando ese fantasma, que ojalá no sea una forma de lavarse las manos. O una manera de liquidar competidores.
Cristina desató la parte medular del “Operativo Demolición” contra Daniel Scioli. La metodología consiste en el hostigamiento permanente y la intervención virtual y progresiva de la provincia para vaciarlo de poder. El primer paso se concretó en la legislatura. El vice Gabriel Mariotto y los muchachos de La Cámpora pusieron rápidamente a la mayoría de las bancas, en contra del ejecutivo provincial. Esta semana le tocó el turno a la economía. La presienta no anduvo con eufemismos. Todo el mundo político sabe que detesta a Scioli igual que a otros cientos. Pero, en un hecho inédito, Cristina lo acusó públicamente de malgastar el dinero que ella le da. Le recriminó que solo ponga la cara. Fue como anticiparle que no le van a permitir que paute publicidad en los medios no adictos ni que invierta en festivales populares, parte del mecanismo con el que Scioli instaló su figura buena, esforzada y optimista.
La última gota fue que Lorenzino, formalmente ministro de Economía, también retó al gobernador mientras le daba una tercera parte de los fondos que Scioli había pedido y lo convocaba a rendir examen mensualmente para que explique a donde va el dinero cristinista. Lorenzino se autoproclamó auditor e interventor de la contabilidad bonaerense. Fue tragicómico. Daniel Scioli, tiene 75% de imagen positiva, la soberanía popular lo eligió dos veces gobernador y una vicepresidente. Néstor Kirchner lo designó en cinco ocasiones en puestos claves. Hay una gran desproporción de trayectorias. Lorenzino y Scioli son boxeadores de muy distinto peso. Hace unos días recién se conoció la voz de Hernán Gaspar Lorenzino quien solamente militó en “La Gran Makro” pero en la “Unidad Básica Jorge Brito”.
Scioli descansa sobre una encuesta de Julio Aurelio que dice que el 68% de los argentinos cree que la presidenta es la responsable de sus penurias. Lo victimizaron y lo fortalecieron. ¿Terminó la luna de miel del efecto luto? El célebre “vamos por todo” empujo a otros a hacer lo mismo. ¿A quien van a responsabilizar los padres bonaerenses si los docentes hacen una seguidilla de paros para reclamar el cobro unificado del aguinaldo? ¿Van a ir a La Plata o a Balcarce 50 a protestar los beneficiarios de planes sociales con cada vez menor poder adquisitivo? En ese sentido, Hugo Moyano, marcó el camino y dio el primer paso.
Lo realmente grave es que uno de los hombres que mas cerca y durante mas tiempo estuvo al lado del matrimonio presidencial teme que Cristina patee el tablero. Que si las turbulencias económicas y sociales siguen aumentando, la presidenta amenace con irse en forma heróica acusando a las corporaciones de no dejarla gobernar o directamente de derrocarla. En ese registro hay que leer las declaraciones de Héctor Timerman de que “quieren voltear a Cristina como hicieron con Lugo y Zelaya”.Tiene un tufillo terrible a expresión de deseo. Una forma de preparar el terreno y abrir el paraguas por si llega la emergencia. Una cosa es confesar incompetencia para pilotear la crisis que se viene y pagar la fiesta que fogonearon durante 9 años y otra, es el relato épico de un presunto golpe institucional. Es muy delicado y peligroso que algunos kirchneristas bobos estén jugando con el fuego de esta irracionalidad. Dicen que durante la 125 estuvieron Néstor y Alberto Fernández (y hasta Lula en el teléfono) para frenar la renuncia de Cristina cuando ella planteaba que “este pueblo no nos merece”. Hoy ninguno de los tres está a su lado. Los que realmente quieren a Cristina deberán fortalecerla para que utilice el inmenso poder que tiene para evitar todo tipo de inestabilidad y consolidar institucionalmente este momento. Solo un grupúsculo de delincuentes y golpistas puede estar pensando en una locura semejante. Es imposible que ocurra, salvo que se desate un proceso de veloz autovictimización desde la cima del poder. Los 12 millones de votos de una paliza electoral legal y legítima, las mayorías parlamentarias, la camiseta partidaria en un sector de la justicia, los gobernadores disciplinados y la ausencia de alternativa opositora, convierten a Cristina en todo lo contrario que representa la fragilidad solitaria de Fernando Lugo. Aunque Timerman haya levantando ese fantasma, que ojalá no sea una forma de lavarse las manos. O una manera de liquidar competidores.
Cristina desató la parte medular del “Operativo Demolición” contra Daniel Scioli. La metodología consiste en el hostigamiento permanente y la intervención virtual y progresiva de la provincia para vaciarlo de poder. El primer paso se concretó en la legislatura. El vice Gabriel Mariotto y los muchachos de La Cámpora pusieron rápidamente a la mayoría de las bancas, en contra del ejecutivo provincial. Esta semana le tocó el turno a la economía. La presienta no anduvo con eufemismos. Todo el mundo político sabe que detesta a Scioli igual que a otros cientos. Pero, en un hecho inédito, Cristina lo acusó públicamente de malgastar el dinero que ella le da. Le recriminó que solo ponga la cara. Fue como anticiparle que no le van a permitir que paute publicidad en los medios no adictos ni que invierta en festivales populares, parte del mecanismo con el que Scioli instaló su figura buena, esforzada y optimista.
La última gota fue que Lorenzino, formalmente ministro de Economía, también retó al gobernador mientras le daba una tercera parte de los fondos que Scioli había pedido y lo convocaba a rendir examen mensualmente para que explique a donde va el dinero cristinista. Lorenzino se autoproclamó auditor e interventor de la contabilidad bonaerense. Fue tragicómico. Daniel Scioli, tiene 75% de imagen positiva, la soberanía popular lo eligió dos veces gobernador y una vicepresidente. Néstor Kirchner lo designó en cinco ocasiones en puestos claves. Hay una gran desproporción de trayectorias. Lorenzino y Scioli son boxeadores de muy distinto peso. Hace unos días recién se conoció la voz de Hernán Gaspar Lorenzino quien solamente militó en “La Gran Makro” pero en la “Unidad Básica Jorge Brito”.
Scioli descansa sobre una encuesta de Julio Aurelio que dice que el 68% de los argentinos cree que la presidenta es la responsable de sus penurias. Lo victimizaron y lo fortalecieron. ¿Terminó la luna de miel del efecto luto? El célebre “vamos por todo” empujo a otros a hacer lo mismo. ¿A quien van a responsabilizar los padres bonaerenses si los docentes hacen una seguidilla de paros para reclamar el cobro unificado del aguinaldo? ¿Van a ir a La Plata o a Balcarce 50 a protestar los beneficiarios de planes sociales con cada vez menor poder adquisitivo? En ese sentido, Hugo Moyano, marcó el camino y dio el primer paso.
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