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domingo, 15 de julio de 2012

Maniatados por la insignificancia


Diario El Ancasti - EL MIRADOR POLÍTICO

EDICIÓN IMPRESA | EL MIRADOR POLÍTICO. El mes pasado, durante un acto realizado en el Polideportivo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner...  

El mes pasado, durante un acto realizado en el Polideportivo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ascendió post mortem al grado de general al caudillo Felipe Varela. Los elogios a la figura de Varela se enfatizaron entonces y se elucubraron líneas históricas para tratar de emparentar su lucha por el federalismo y la unión americana con las circunstancias políticas actuales. Obviamente, el Gobierno nacional se postula no sólo como heredero de las montoneras del interior, sino también como ejecutor exitoso de los ideales federales que en el siglo XIX se frustraron. Es inofensivo hacerlo, pues ya no hay ni Felipes Varelas, ni Chachos Peñalozas, ni Facundos Quirogas, ni mucho menos montoneras alzadas en las provincias que amenacen al poder central.
La Presidenta consignó en su discurso que Felipe Varela había formado en bando contrario al restaurador Juan Manuel de Rosas y consideró que esto había sido una equivocación. No dijo por qué, aunque la razón es clara: Rosas nunca nacionalizó la renta del puerto de Buenos Aires, y el usufructo exclusivo por parte de los porteños de esta renta fue el motor de las guerras civiles argentinas hasta la organización nacional, que se hizo a sangre y fuego. Lo de Varela, lejos de una equivocación, fue pura consecuencia política.
Hay que tener cuidado cuando se establecen paralelos históricos, pero también se podría, si interesa, recordar ahora la traición final de Justo José de Urquiza a Varela, factor que contribuyó en forma determinante a la derrota definitiva del caudillo. También de esa traición podrían extrapolarse conclusiones: Urquiza pactó con los porteños cuando Buenos Aires se avino a favorecer sus particulares intereses económicos, vinculados a las vacas entrerrianas.
Lo dicho son puntos de vista que pueden o no compartirse. Es indiscutible, no obstante, que la complejidad de la historia y de los intereses que la traman conspira contra los intentos de relatarla como una simple y folletinesca lucha entre héroes y canallas. Sin ir más lejos, la renta del puerto de Buenos Aires se nacionalizó recién cuando avanzaron al interior los ferrocarriles financiados por capitales británicos, con la conocida estructura en embudo hacia el Río de la Plata. Es decir que la renta porteña se nacionalizó cuando el país, con los ferrocarriles, se convirtió en una extensión del puerto, en un puerto ampliado que transportaba los productos a exportar por vías férreas. También es decir que el país se integró y las rentas se federalizaron, pero al precio de que el transporte dependiera de los británicos, que eran los principales compradores de la exportación argentina. Así de contradictorio es todo. Pocas cosas admiten la clasificación sin matices. Y entre ellas no está la relación entre provincias como Catamarca y la Nación.
En estos momentos, las economías regionales, y Catamarca como tal, atraviesan una difícil coyuntura por la caída de los precios internacionales de sus productos, el incremento de los costos de producción, el dólar “planchado”, la competencia de la Europa en crisis que subsidian a sus productores y, últimamente, las disposiciones aduaneras del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, tendientes a restringir importaciones, que generaron represalias de los países afectados y redujeron o cerraron mercados internacionales a productos argentinos. El caso más conocido y cercano fue el de Brasil, que dejó de comprar olivos argentinos como respuesta a las restricciones de Moreno. La disposición brasileña fue un golpe brutal para la olivicultura, que ya venía en crisis, y la Casa Rosada inició negociaciones para que se revirtiera cuando cerró la riojana Nucete.
Es notorio cuando reacciona el Gobierno nacional: recién cuando la crisis olivícola, que lleva al menos cinco años, se lleva puesto al gigante Nucete. Es la envergadura de Nucete lo que desencadena la inquietud oficial, no la crisis olivícola.
De ahí: hay que tener volumen y fuerza para obtener respuestas del puerto. Esté a cargo Rosas, Mitre o Cristina Fernández de Kirchner.
Los límites a la gestión
Alguien podría sentirse decepcionado por la poco combativa posición que asumió el Gobierno local sobre la crisis de las economías regionales. Los opositores de hoy se la enrostran, aunque olvidan muy fácil sus propias conductas sumisas cuando estaban a cargo de la administración.
El Gobierno provincial ha decidido aminorar la insistencia por la prórroga de la Promoción Industrial y sondear salidas y alternativas a la crisis productiva que sean fruto de su adhesión a la Casa Rosada, premios o contraprestaciones a su posicionamiento político, y no de planteos o insubordinaciones. En este marco, es ingenuo suponer que la Provincia vaya a embarcarse en alguna disputa que afecte la sintonía con la Presidencia, aunque sea de modo tangencial.
Antes de reprocharle esto, habría que analizar cuáles son las posibilidades de éxito que tendría una estrategia distinta. Los antecedentes indican que no demasiadas.
En Catamarca, el olivo viene en picada desde hace un lustro y el Gobierno nacional recién se inquietó cuando la crisis golpeó a Nucete; fue más efectivo Nucete para lograr una reacción que la Provincia. Y tampoco es que el Gobierno nacional se haya convertido en olivícola: las retenciones al olivo se mantienen tal y como estaban.
Habría que medir qué fuerza tiene la Provincia para sostener un planteo inconveniente para la Casa Rosada.
Como el 100 por ciento de lo que recibe en concepto de coparticipación va al pago de sueldos, el resto del gasto debe afrontarse con recaudación propia –mínima- y aportes nacionales cuya asignación no es automática. La economía catamarqueña colapsaría si estos aportes que dependen del arbitrio nacional no ingresaran. En las circunstancias actuales, polemizar con el Gobierno nacional incuba el riesgo cierto de entrar en cesación de pagos. Y basta ver lo que le pasa al gobernador bonaerense Daniel Scioli para pronosticar el destino que tendría una aventura por el estilo.
Una cosa es ascender post-mortem a Felipe Varela y otra muy distinta aceptar veleidades federales contemporáneas.
El cordón de la dependencia
Ocurre que el país sólo es federal de la boca para afuera. La administración de los recursos se concentra cada vez más en la Presidencia, en un proceso que se inició en la década del ‘90 y que no ha cesado. Hasta 1993-94, la renta nacional se repartía en mitades entre la administración nacional y las provincias. La participación de las provincias fue retrocediendo en forma sostenida desde entonces. En la actualidad, reciben menos del 30% de los recursos.
Además, a los convencionales constituyentes que participaron de la reforma constitucional de 1994 no se les ocurrió pensar -o se les ocurrió, pero prefirieron no decir nada- lo que implicaba la eliminación del Colegio Electoral como mecanismo de elección presidencial y su reemplazo por la elección directa.
La consecuencia de esto fue equiparar la importancia de las provincias con el volumen de su padrón electoral. El Colegio Electoral era ámbito propicio para todo tipo de enjuagues, pero también compensaba los desequilibrios demográficos con la posibilidad de negociaciones. Desaparecida esta institución, la incidencia de las provincias resulta directamente proporcional a su cantidad de votantes.
En este marco, Catamarca vale por lo que tiene: un 0,2% del padrón electoral nacional.
Ninguna voluntad combativa es suficiente para remontar semejante insignificancia política, y mucho menos cuando las organizaciones empresariales, productivas y sindicales catamarqueñas se caracterizan por la falta de contundencia en sus gestiones y una tibieza refractaria a cualquier reyerta con quien ejerza el poder.
El cordón de la dependencia es demasiado fuerte. Hubo momentos en que las condiciones objetivas permitían soñar con al menos debilitarlo, pero los actores políticos, económicos y sociales catamarqueños optaron por mantenerlo y ceñirlo. Esos momentos no son éstos. Estos momentos, estas condiciones, sólo dejan margen a un alineamiento sin matices.
 
 
El Gobierno provincial ha decidido aminorar la insistencia por la prórroga de la Promoción Industrial y sondear salidas a la crisis productiva que sean fruto de su adhesión a la Casa Rosada, y no de planteos o insubordinaciones.

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