No
hay casualidades ni destinos implacables, o condenas conspirativas a
las que culpar por la coyuntura que no ofrece caricias. Lo que hay es
cosecha de lo que se ha sembrado en los últimos diez años.
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Por: Gabriela Pousa
A la luz de los acontecimientos, puede verse que la Argentina, se halla
en un proceso de deterioro permanente, sin pausa y sin prisa. No parece
haber un solo ámbito que no esté afectado por el virus del
estancamiento. En este contexto, la economía es solamente un
dato. Ahora bien, lo que urge interrogar es hasta qué punto, esta
última, es determinante
Es decir,
si los argentinos estamos confinados a guiarnos y dejarnos llevar
únicamente por el bolsillo, o si aún subsiste algún valor perdido en la
noche de los tiempos.
De ser así, podría imaginarse en qué categoría obtendríamos un nuevo récord: el Guiness del disimulo.
La evidencia es mínima, y difícilmente alguien descubra dónde radica la
valorización argentina. Hoy en día, cotiza lo mismo la honestidad que
la porfía.
Consideremos que si la
respuesta es afirmativa, la decadencia continuará con su crecimiento
inalterable pues, ésta, es mucho más rentable para un gobierno que
reduce la política al clientelismo y, consecuentemente, se ve favorecido
por la ignorancia y el servilismo.
¿A qué viene este planteo? Lo explicaremos sin demasiado rodeo. Los primeros años de las presidencias del kirchnerismo se caracterizaron, según las crónicas de la época, por un crecimiento económico medido en orden de tasas chinas. Eran
momentos agraciados en los cuales comprar un plasma, adquirir un nuevo
electrodoméstico, huir a la costa durante un feriado, se convertían en
el paradigma del progreso ciudadano.
Era feliz aquel que, para el Mundial 2010, ya tenía colocado un LCD en su domicilio.
Como cierto porcentaje de la clase media logró hacer realidad el sueño
argentino, es decir, observar cómodamente a través de la última
tecnología, como derrotaban a un seleccionado de fútbol embebido de
egocentrismo e idolatría (Diego Maradona lo conducía), no había en el país “sensación de inseguridad”, preocupación institucional, ni ninguna de esas “rarezas” que existen hoy en día.
A
veces, parece que los males crónicos afloran de la noche a la mañana
cuando, si bien se mira, se puede ver su origen enquistado en la raíz
misma. Lo cierto es que, al amparo de algunas memorias, la
Argentina de las primeras presidencias kirchneristas, era un vergel
digno de repetirse hasta el fin de los días. Así se explica, al menos,
la reelección del kirchnerismo en la figura de Cristina.
Más
engorroso resulta analizar, sin duda alguna, la segunda victoria de
aquella, pero eso lo hemos hecho en su momento, de manera que mejor
regresar a lo nuestro: el perenne “aquí y ahora”. Cuando no se
ha cumplido todavía un año del último comicio, la sociedad, como si
hubiera sido tocada por un Harry Potter nacional y popular, comienza a
vislumbrar que hay “cosas” que no funcionan, aún cuando nunca antes
funcionaran de la manera adecuada.
¿De dónde emerge esa magia ciudadana?
Más que de una madurez, esperada como Vladimir y Estragón esperaran a
Godot, en la obra de Samuel Beckett, posiblemente emane del oscuro
objeto del deseo: el dólar, secuestrado por la “teoría económica Kicillofiana“, y mantenido gracias a San Cepo,
santo argentino del progresismo. Pero claro, este sería un detalle no
conveniente de revelar si quiere mantenerse la ilusión de una sociedad
finalmente emancipada. ¿Será…?
Lo
cierto es que, la perspicacia de un escenario viciado, y de una
decadencia inflacionaria no revela un alto grado de inteligencia. No hay
novedades a ser develadas. Desde hace casi diez años, el país
viene sufriendo los embates de una política concebida como una batalla
permanente donde medir fuerzas, aún cuando no hubiese oponentes ni
adversarios a la vista.
Nada se ha
modificado sustancialmente desde el año 2003. Al menos, nada de lo que
debiera ser evaluado, a la hora de considerar otorgar un cheque en
blanco a una Presidencia. El desmantelamiento institucional comenzó a
menos de un mes de asumir Kirchner al poder. En Mayo de 2003, a
días del desembarco santacruceño, las Fuerzas Armadas fueron diezmadas
sin explicación y sin causa. El kirchnerismo mostraba de ese modo cuál
serían sus armas.
Desde entonces, el escenario político continuó siendo un circo romano: entreteniendo al pueblo, desangrando instituciones y ciudadanos, y jaqueando impunemente todo lo que se presente. El jefe ganaba popularidad no por hacer sino por disimular la destrucción cotidiana.
A dos años de su asunción, hasta la Iglesia había sido cuestionada y
limitada. El 25 de mayo de 2005, los Kirchner lograron, por primera vez
en la historia, que el tradicional Tedeúm no se oficiara en la Catedral
Metropolitana,
No escaparon a la guerra
kirchnerista ni los medios de comunicación, ni los dirigentes de la
década del 90 (salvaguardando excepciones, y midiendo el “quiénes”, con
una memoria moldeada convenientemente…) Tampoco quedaron fuera de
contienda, la clase media y la Justicia. Hasta el mismísimo Movimiento
Justicialista fue agredido y dispuesto para batirse a duelo con una
transversalidad que, más que fuerza política, era otra entelequia
oportunista.
Quizás, la única diferencia
entre este ahora y aquel entonces, radica en la caja que, desde el
primer día, se convirtió en alfa y omega de la gestión kirchnerista.
A través de la inolvidable “pesificación asimétrica”, Eduardo Duhalde y
Roberto Lavagna le dejaron al santacruceño, las arcas suficientemente
preparadas para la gesta que se iniciaba. Luego, las lágrimas de
aquellos, fueron vanas.
El resto no varió un ápice
si se analiza tanto el modus operandi como las consecuencias que fueron
surgiendo, a medida que el oficialismo se afianzaba en Balcarce 50.
Esto incluso es válido para entender el cómo, el cuándo y el por qué,
Néstor Kichner, se fue…
No hay
casualidades ni destinos implacables, o condenas conspirativas a las que
culpar por la coyuntura que no ofrece caricias. Lo que hay es cosecha
de lo que se ha sembrado en los últimos diez años. Cristina ni siquiera
inventó la sistematización de la mentira ni mucho menos, el incordio al
que estamos sometidos sin hallar salida.
Ahora bien, tampoco los argentinos fuimos ajenos a este proceso. Nuestra colaboración fue necesaria, y en la mayoría de los casos, es dable reconocer que, también fue tristemente, voluntaria.
Por lo dicho, es tan importante saber la respuesta a la pregunta primera: ¿Hasta
qué punto la economía es determinante para la ciudadanía? Si el
bolsillo satisfecho, permite que todo lo demás sea avasallado sin que
movamos un dedo, entonces sepamos que, el mundo, puede otorgarle a la
Presidente una nueva oportunidad para ser perdida, y un renovado viento
de cola, asido de la “madre soja”, puede llevarla hasta el cuarto oscuro
donde se vota.
Obnubilados así por la
tecnología 3D, es factible que los argentinos, esperemos el mundial 2014
cómodamente sentados en nuestro domicilio, mientras en el Congreso, la Carta Magna vuelva a ser impunemente manoseada, violada.
En
ese caso, la complicidad también habrá que pagarla, pero probablemente,
el costo sea la libertad y con ella, la propiedad privada…
Qué
los políticos peleen por el 2015 y el sillón de Rivadavia, pero,
simultáneamente, que el pueblo se ocupe del 2013. De lo contrario, ni un
televisor que permita hablarle en forma directa al árbitro, hará la
felicidad de los ciudadanos.
Fuente: PERSPECTIVAS POLÍTICAS
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