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domingo, 18 de marzo de 2012

Cristina K. pierde el rumbo en Argentina

El caudal político de la mandataria se evapora, al mismo tiempo que se esfuma el poder adquisitivo de los asalariados

BIENVENIDA. Cristina Fernández de Kirchner es recibida por su par chileno, Sebastián Piñera, en el Palacio de la Moneda, en Santiago. (Foto: MARCELO HERNÁNDEZ DPA )
Sábado 17 de marzo de 2012José Vales / Corresponsal | El Universal
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BUENOS AIRES.— Al cumplir 90 días de su nuevo mandato, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner bien podría calificar de tormentosa esta primera etapa de su segundo acto presidencial.
Desde la toma de posesión, el 10 de diciembre, cuando rondaba el 70% de aprobación popular, hasta ahora, su gobierno se ha visto sacudido por la dudosa muerte de un funcionario, Ivan Heyn (durante la Cumbre del Mercosur en Montevideo), una operación a la presidenta por un cáncer de tiroides que no fue tal, un ajuste fiscal que no da los resultados que su gabinete esperaba y un vicepresidente, Amado Boudou, sobre el que pesan acusaciones de presunta corrupción. Eso, sin contar con que pueblos enteros del interior del país rechazan su proyecto de seguir impulsando la megaminería.
Pero todo esto no fue nada más que el prólogo a la tragedia ferroviaria que le costó la vida a 51 personas y dejó más de 700 heridos el 22 de febrero y que marca un antes y un después en la gestión. De hecho, el miércoles 7 de marzo, rodó la primera cabeza. La del secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, el único que se había apersonado en la estación Once, el día de la tragedia, pero no para reconocer la responsabilidad en la falta de controles a la empresa prestataria de servicio, sino para opinar que el alto número de muertos se dio porque no era día festivo y porque “los argentinos tienen la costumbre de viajar en el primer vagón para ganar ventajas de salir primero…”.
Hay aroma y rumores de nuevas renuncias, mientras las encuestas muestran que la imagen presidencial está por debajo del 43%, según la socióloga Mariel Fornoni.
Demasiado caudal político evaporado, mientras el gobierno sigue sin hablar de las verdaderas causas que provocaron la tragedia. Se esfuma el apoyo de la misma manera que se esfuma el poder adquisitivo de los asalariados a causa de la inflación, lo que tiene a los docentes de todo el país en pie de guerra luego de realizar la primera huelga desde el 2003.
Las críticas por el rumbo del gobierno no salen de la oposición, sino del propio kirchnerismo. “Se necesita una perestroika”, disparó el piquetero oficialista Luis D’Elia, mientras varios ministros ya muestran su descontento con la falta de coordinación y “de sentido común” dentro del gabinete. “Si los diputados se aumentan el salario un 100% cómo le explicas a (el líder de la CGT, Hugo) Moyano o a los maestros que el aumento es nada más que del 22%”, sostiene en privado una de los principales figuras del gobierno, quien confiesa que hace semanas que no habla con la jefa de Estado.
Ese desgaste, para un liderazgo que lo controla todo, y donde hasta los jueces se mueven muchas veces al compás del Ejecutivo, quedó de manifiesto justamente en los tribunales. El juez Norberto Oyarbide, el más funcional al gobierno, se declaró incompetente en la investigación contra Boudou y otro magistrado, Claudio Bonadio, que suele medir cada paso con la tabla de la política, ordenó la prohibición para salir del país al renunciante Schiavi y a los propietarios de Trenes de Buenos Aires (TBA), los hermanos Cirigliano, empresarios afines a los Kirchner.
No obstante, por primera vez el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, lanzó hace unas semanas una inusual advertencia a los jueces y al poder Ejecutivo: “La justicia deber ser imparcial. Hay que tener madurez política e institucional para encontrar soluciones de fondo a los problemas”.
La mandataria, como cada vez que algo no anda bien, ha optado por atacar a la prensa. “Discriminador” y “nazi”, fueron los calificativos que lanzó días pasados contra dos periodistas que “osaron” escribir un perfil del secretario de Economía, Alex Kicillof, y cuestionar los manejos de La Cámpora, la agrupación que lidera el hijo de Cristina, Máximo.
En materia económica, el ajuste fiscal lanzado en noviembre, días después del triunfo electoral; la suspensión de los subsidios a las tarifas de gas, electricidad y transportes, entre otros, no permitieron hasta ahora el ahorro esperado.
El anuncio en el Congreso de que enviaría el proyecto de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central fue visto como lo que es: abrir la puerta para cubrir el déficit del Tesoro con reservas monetarias. “Este año se podría dar un déficit de más de 8 mil millones de dólares, más los 9 mil millones que se deben pagar por deuda externa”, dice el economista Juan Carlos Martínez.
Hasta la presidenta lo admitió en su cuenta de Twitter, cuando prometió que la reforma del Central “no es para hacer cualquier zafarrancho…”. Todo esto sucede mientras se prevé que la inflación marque los próximos conflictos laborales, como lo anticipó Moyano, un ex aliado, cuando dijo que ”el gobierno perdió el rumbo…”
Perdido o no, lo cierto es que el rumbo elegido por la presidenta para esta nueva etapa presenta problemas difíciles, mientras su gobierno va quedando al desnudo en sus decisiones económicas, en la transparencia de algunas de sus principales espadas y en su política ferroviaria, que ya marcó un antes y un después en la historia presidencial de los Kirchner.



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