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sábado, 17 de marzo de 2012

UNA CARTA QUE DESNUDA NUESTRA REALIDAD

Señor Director:
Mi nombre es Celeste, tengo 32 años y escribo esta carta con el único propósito de sumarme a lo que lamentablemente es la realidad de hoy, para ser un número más que se une a un reclamo…
Antes que nada quiero agradecer la oportunidad de hacerlo a través del medio público, agradecer a la persona que la tomará en sus manos y procederá a leerla, a los que de alguna manera se tomarán su tiempo para escucharla, pero principalmente para acompañar a las personas que hoy en día atraviesan por la misma situación que me tocó vivir hace poco tiempo.
A mediados de noviembre tuve que viajar acompañando a mi madre a la ciudad de Córdoba, precisamente al Sanatorio Allende, llevando a mi padre que se encontraba con problemas de salud. La decisión de llevarlo surge luego de estar 4 meses buscando un diagnóstico a los síntomas de hipo y tos que presentaba.
Llegamos a la ciudad el día 9 de noviembre de 2011, somos atendidos tipo 11 de la mañana por la Dra. María Iglesias, luego de examinarlo y para una atención más rápida en cuanto a estudios y análisis decide pedir su derivación.
Al segundo día de su internación nos dan el diagnóstico, mi padre padecía un cáncer de pulmón muy avanzado. Ha sido muy devastador tanto para mí como para mi familia recibir un diagnóstico tan grande, no tan solo porque uno empieza a preguntarse ¿por qué? ¿cómo fue? ¿cuándo?, sino porque la pregunta que más me daba vuelta por mi cabeza sería ¿por qué en Catamarca no pudieron ver semejante diagnóstico? En fin, hasta el día de hoy me lo sigo preguntando.
Habíamos viajado buscando respuestas, y en el momento de tenerlas no sentíamos otra cosa más que no sea que el mundo se caía de nuestras manos.
Permanecimos en la ciudad durante 10 días, período en el cual mi papá estuvo asistido por un gran equipo de médicos como cardiólogos, nutricionistas, oncólogos, neumonólogos, sumado a esto enfermeras y enfermeros que en todo momento se desempeñaron con una gran predisposición hasta el último día que permaneció internado. Debíamos regresar el día 12 de diciembre para empezar con su tratamiento oncológico.
Y por esas circunstancias de la vida, un día antes de viajar, sufre un ACV, motivo por el cual es internado en el Sanatorio Pasteur.
Desde el primer momento de su internación, mi madre había solicitado su derivación, ya que allá se encontraban sus médicos de cabecera, nos dijeron que debíamos esperar de 48 a 72 horas por su estado que era muy delicado. Gracias a Dios durante ese lapso mi papá pudo despertarse, si bien su estado neurológico había quedado muy afectado, igualmente él buscaba la manera de hacerse entender. Era una alegría inmensa para mi familia ver que en el transcurso de los días comenzaba a mejorarse. Transcurridos los 3 días, volvemos a solicitar su derivación, y para nuestro asombro la respuesta fue negativa.
Ahora tenían que pasar entre 3 y 5 días más, o esperar que pase a sala común, faltaban por realizar unos estudios que, según ellos, debían hacerse sí o sí. Así transcurrieron desde 48 a 72 horas, 3 a 5 días y por último estuvo una semana en terapia, semana en la cual ningún médico quería hacerse cargo, porque ellos estaban de guardia en el momento de su ingreso. El médico a cargo de la terapia es una persona que no escuchó nada de todo lo que le decíamos, era imposible sostener un diálogo con él, eso sin contar que el oncólogo lo vio solo una vez, argumentando que si nosotros estábamos solicitando su derivación “para qué lo iba a ver, si ya nos íbamos a Córdoba”, agregando también que primero estaba su ACV, que debían recuperarlo primero de eso. O sea, mi papá empezó a ser una pelotita que iba y venía en manos de los médicos.
Así estuvimos durante 19 días más, y entre todo esto seguíamos insistiendo con pedir su derivación, de lo cual obviamente no obtuvimos solución alguna.
Recurrimos a la misma OSEP y la verdad fue una pérdida de tiempo, fue tanta la impotencia al ver cómo hacían oídos sordos a nuestro reclamo y lo único que dijeron es que ahora hay un comité médico encargado de analizar cada caso antes de dar una derivación, y recalcaban para qué queríamos llevarlo si el tratamiento es el mismo aquí que en la China. Yo me decía: “Sí, quizás el tratamiento sea el mismo, ¿pero podrán decir lo mismo en cuanto a calidad de atención?”. Realmente soy una convencida de que desde aquí a la China, como ellos dicen, ésa es la diferencia que hay para que puedan compararse en cuanto a contención y atención se refiere.
El día 30 de diciembre le dan el alta, después de tanto insistir y no lograr nada, decidimos empezar aquí con su tratamiento, y fue una gran sorpresa ver que no contábamos con fonoaudiólogos, ni kinesiólogos a domicilio, porque ya estaban de vacaciones.
Una semana después, el día 4 de enero, mi padre es internado nuevamente, pero esta vez no tuvimos que esperar ni 48 ni 72 horas: falleció el día 5 a las 21.50.
Quizás algunos se preguntarán quién era, o cómo se llamaba mi padre; su nombre era Aldo, él era el profesor Aldo Páez, el artista plástico, una persona con una trayectoria tanto a nivel provincial, nacional y hasta internacional, docente de alma en la Escuela de Artes Plásticas, un amante del arte y de la cultura, formador de docentes.
El profe Aldo, como solían llamarlo, nunca hizo alarde de sus logros y de su trayectoria, manteniendo siempre su bajo perfil, maestro de pinceles y acuarelas, creador de figuras y de colores. Ése era mi padre, quien expresaba sus ideas a través de su arte, que durante muchos años dejó plasmadas sus ilusiones y sus sueños en sus cuadros.
Ya han pasado 2 meses de su partida, 2 meses en los cuales todavía sigue rodando por mi cabeza una pregunta: quiero saber qué hubiera pasado si conseguíamos esa derivación. Por desgracia me quitaron el derecho de saber la respuesta, no logro comprender por qué a un paciente oncológico en estado muy avanzado se le niega una derivación.
Por qué OSEP, siendo una de las obras sociales que cuenta con la mayor cantidad de afiliados, debido a que todo empleado público está obligado a tenerla, no puede contar con el servicio de internación al 100%. Debido a eso se tuvo que pagar por cada estudio, por cada análisis, para el kinesiólogo una orden a la mañana y una a la tarde.
Cuando acudimos a ellos para solicitar que nos ayuden con la derivación, fue muy fácil la respuesta: “Para eso está el comité médico”, como si uno estuviera solicitando una derivación para irse de vacaciones. OSEP también nos dio la espalda.
De qué le ha servido a mi padre aportar durante tantos años, de qué sirve si uno no tiene el derecho de elegir a dónde puede o quiere ser atendido. La verdad, dejan mucho que decir.
Ojalá esta carta sirva de alguna manera para que aquellos que deben velar por la salud de cada ser humano, sin importar cuántos años tengan, dejen de pensar en sus honorarios y hagan valer su juramento de salvar vidas.
Que sirva para aquellos casos en los cuales la enfermedad es terminal y puedan brindar calidad de vida para el paciente y contención a la familia, y no que tengamos que esperar sentados en una sala a que parta de este mundo porque el cuadro es crítico. Para eso nos quedamos en nuestras casas esperando el momento, en lugar de tener que dejar este mundo en un lugar frío, solitario, de paredes blancas, que carece de corazón y que sus profesionales lo son por obligación y no por vocación.
Que estas líneas lleguen a quienes dirigen la obra social para que vean la manera de brindar un buen servicio, para que se den soluciones a los que necesitan largos tratamientos, para que los que tienen que retirar remedios lo puedan hacer en tiempo y forma, y no tengan que darse con la novedad de que no hay.
En estos días he escuchado que ahora no se dan derivaciones para que “se vayan de paseo”. Yo me pregunto si los que solicitaban la derivación se fueron de vacaciones de quién es la culpa. ¿Del que se fue o del que autorizó la derivación? Ahora le tiran la pelotita al gobierno anterior, pero mi padre estuvo internado durante el viejo y nuevo gobierno y hasta el día de hoy sigue siendo igual, así que por favor dejen de echar culpas y empiecen a preguntarse por qué nadie quiere ser atendido aquí. Es más que claro que nuestro sistema de salud es un completo desastre.
Agradezco a todos por escucharme, esta bronca e impotencia son muchas veces más grandes que el dolor, pero quiero que esto cambie. Porque si esto no hubiera pasado quizás hoy yo podría abrazar a mi padre y decirle: Te quiero mucho, papá.
Alda Celeste Páez
DNI 26.804.723

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