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martes, 27 de marzo de 2012

Sobre Mitos, minería y estrategias

Antoine de Saint Exupery, por medio de su Principito, nos ilustro  que “lo esencial es invisible a los ojos”….y si, es verdad…. en todo aspecto de la vida, muchas cosas salen de nuestro eje focal, muchas cosas de las cuales, son determinantes en nuestra vida. Nos golpean de un lado a otro, nos afectan en algún momento de la vida, pero, tal cual expresa la frase…no las vemos, están ahí, acechando, son invisibles…o al menos eso creemos. La política tiene esa misma función…sabemos que está, sabemos que nos afecta, sabemos que en algún momento nos va a golpear por algún lado, pero no sabemos cuando ni como…al parecer es invisible…sabemos los actores que la juegan, pero no sabemos como la juegan, sabemos que se toman decisiones, pero no sabemos cuales… y los que saben, la gran mayoría de ellos, reproducen ese secreto.
El secreto, el misticismo, lo oculto se ha transformado en el eje ordenador de las políticas publicas, o al menos de las importantes, las que nos afectan a absolutamente a todos, las mal nombradas de “Estado”; si es que dicha política existe. Una de ellas es la política ambiental.
La construcción de un mito surge a partir de la necesidad de instaurar dentro de una comunidad una verdad, comprobada o no, cierta o no, pero que sea funcional para una determinada construcción comunitaria. El mito cobra realidad cuando esa historia, relato, o verdad revelada se traslada al  orden de las creencias y se la cree dotándola de explicación, que bien es una explicación, no es una explicación racional, sino cultural. 
Desde la construcción de los virreinatos en América Latina, se ha intentado constituir una determinada verdad, un mito, esa verdad relativa que pese a cientos de años no ha podido ser desarticulada porque nos la han constituido como una verdad cultural, una culturización de la servidumbre, nos hemos constituido como una región prestadora de recursos naturales justificado bajo la concepción monetarista de la economía. Una explotación de la riquezas de nuestra tierra a cambio de una devolución acorde a valor de mercado de dicho bien (si dicho valor es real y sin contar la explotación de personas). Primero los minerales, después los bosques, luego los campos, los ríos, los lagos, glaciares y volvemos a los minerales, cual circulo sin fin, claro, no precisamente un circulo virtuoso.
Uno podría decir, bueno, constituyamos un sistema de desarrollo donde se evite el éxodo de recursos, constituyendo formas nacionales de explotación; pero de nada vale que evitemos el éxodo de nuestros recursos naturales si seguimos aferrados a métodos de desarrollo preconizados por visiones de desarrollo que significan la negación de un uso racional de aquellos recursos.
Se nos ha intentado colocar en el ideario cultural que la constitución de minería en la Argentina es una política beneficiosa para la ciudadanía porque ella brindaría los recursos necesarios para dotar a las administraciones de activos para la implementación de políticas publicas beneficiosas. Se nos ha intentado colocar en el ideario cultural que no genera contaminación porque mediante controles sanitarios y biológicos, los riesgos de intoxicación son mínimos y el agua no es contaminable. Nuevamente, verdades aparentes.
Quienes se proclamen peronistas deberían saber que una de las principales pautas de Perón para lograr un desarrollo estaba esbozado de esta forma: “Todos los problemas están vinculados estrechamente a la justicia social y al uso soberano de los recursos naturales por parte de cada nación, pero también con la obligación de cada gobierno de exigir a sus ciudadanos, el cuidado de los mismos. El derecho a la subsistencia individual impone el deber hacia la supervivencia colectiva ya se trate de ciudadanos o pueblos.”  Esta frase queda trunca, ¿que pasa cuando es el propio Estado el que altera el desarrollo armónico de los pueblos con el entorno?... otra ves un mito…”el estado protector”,  y una esencia invisible….una inexistente política ambiental y una consolidación de un modelo extractivo corporativo donde el estado es cómplice de la inacción y facilitación.
¿Sabemos si existe una política ambiental para la Argentina?, ¿sabemos si esa política es abarcativa y propia del principio de justicia social que hace ocho años hace eco en el discurso político?... no, no lo sabemos….claro, sabemos que existe una constitución que  en su art. 41 establece que “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley”, tenemos una normativa internacional que nos limita, convecciones que van desde Viena hasta Kioto, todas con nombres muy elocuentes y firmadas muy provechosamente….pero aun así, seguimos con mas de 100 problemas ambientales acuciantes en nuestro país…. Nuevamente el mito hace su presencia. La verdad aparente de que se está trabajando para que tengamos una mayor justicia social.
La justicia social no se construye solamente con políticas previstas desde el ministerio de desarrollo y del interior, la justicia social se construye desde la base, desde lo esencial para el desarrollo de los pueblos, se construye con una verdad que no puede ser relativizada ni manipulada; se construye desde el ambiente.
Gross  concibe al ambiente como un concepto complejo. Es un sistema, una totalidad integrada que opera en función del conjunto de las relaciones entre sus elementos como un todo, y donde la contribución de cada elemento o subsistema afecta al funcionamiento de la totalidad. Esta totalidad está conformada por dos dimensiones: una natural y otra social, vinculadas a través de las actividades productivas y encuadradas en un estilo de desarrollo que define el modo de relacionamiento entre ambas. Desde esta perspectiva, la forma de apropiación de la naturaleza depende de lo que el sistema social quiera o pueda poner en marcha. El concepto de Ambiente, no puede entenderse si no se lo relaciona al proceso de desarrollo, es decir a la forma en que las distintas sociedades se apropian de la naturaleza.
La apropiación de la naturaleza, concepto egoísta si es que lo hay, implica la utilización de la razón para que dicha apropiación sea lo mas rentable posible. Es aquí donde el concepto de rentabilidad entra en juego. ¿Una rentabilidad monetaria o una rentabilidad social y ambiental? Quizás hoy sea rentable explotar montañas y gastar litros de agua para obtener una ganancia de US$ 800 por onza (del cual US$200 son de costo, incluidos los impuestos pagados al país)… claramente es rentable para la empresa extractora, pero no lo es para la Argentina en su conjunto…. Pero eso que importa, la argentina en su conjunto dejo de existir hace tiempo. Pensemos entonces en el ambiente, ¿es rentable que durante 20 años se exploten montañas y ríos?...no hay que ser sabio para darse cuenta que no, pero claro, dentro de 20 años ya será tarde reclamar. La rentabilidad social esta dada por aquellos que logran imponerse ante la construcción de un nuevo mito, la rentabilidad social no se mide en cuestiones invisibles, la rentabilidad social se mide en la correcta relación con el medio ambiente… ¿porque? Porque si hablamos de la razón para la obtención de una rentabilidad…es extremadamente lógico pensar que  la correcta relación con el medio ambiente evitará que dentro de 20 años los gastos sanitarios del estado sean mayores por la importante cantidad de personas afectadas por la contaminación, evitará que los gastos de planificación sean mayores por la necesidad de comprar agua para las localidades que sufren sequía, evitará también que los gastos sociales sean exponencialmente mas altos, evitará que la ganadería y agricultura sea inexistente en determinas zonas, evitará los mayores costos de los transportes  por la necesidad de movilizar recursos para la solución de problemas derivados, evitará que el desempleo en esas zonas escale fruto de la improductividad territorial, evitará la destrucción de las raíces culturales, y a fin de cuentas, el desapego de la razón de los pueblos, la identidad, será puesta a examen,… evitará a fin de cuentas, que las balances nacionales no se ahorquen por la necesidad de solucionar un problema del que hoy  esta a tiempo de ser evitado...si hablamos entonces de rentabilidad, nos damos cuenta que efectivamente, los costos son mayores que los ingresos.
Lo expreso arriba no es mas que una pequeña porción de lo llamado “planificación estratégica”…si no quieren ver el gran impacto socio ambiental que la minería va a generar, observen los grandes problemas logísticos y económicos que dentro de dos décadas, ministros y ejecutivos tendrán que afrontar, que le aseguro, para los que hemos estudiado los manuales de administración…no serán viables de solución. 
No se configura una estrategia nacional de crecimiento sin tener en cuenta los factores endógenos de las propias economías, y lectores, créanme que los factores endógenos están siendo atacados…
Toynbee expresó que  las grandes transformaciones civilizatorias ocurren dentro de un patrón de desafío-respuesta. Un desafío ambiental, histórico o cultural causa una respuesta creativa que induce una sociedad a definir una nueva corriente civilizatoria. La civilización continúa su crecimiento hasta que la respuesta inicial lleve a la sociedad para más allá del equilibrio, y coloque entonces un nuevo desafío para que sea respondido. De este modo, la dinámica del desafío-respuesta se reproduce en diversas fases del desarrollo civilizatorio, produciendo un proceso evolutivo que puede asociarse con la idea de la existencia de ritmos o ciclos fundamentales….Estamos ante un patrón de desafío, eso es incuestionable…la pregunta es si nos adecuamos a sistemas civilizatorios antiguos, meramente extractivos y extensivos, o nos dedicamos a construir una sociedad sustentable. Pero ese será otro mito para construir.

M. Andrés Gough
Analista internacional
andresgough@hotmail.com

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