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jueves, 2 de febrero de 2012

Por primera vez el cerco social a Famatina condiciona a sectores que se creían intocables


febrero 2, 2012
FUENTE Informador Público


Famatina se convirtió en un símbolo y quizá sea una bisagra. El retiro del proyecto de la minera canadiense Osisko le dio aire al gobierno provincial de La Rioja, cuya gobernabilidad estaba en peligro por la porfía prominera de su gobierno (alineado con el nacional en la materia). Un triunfo anárquico, opositor y mediático con consecuencias.

La movilización social que reclama reglas claras para el funcionamiento de la industria minera sumó un punto a su favor: el caso de la localidad riojana de Famatina es paradigmático y la fuerza adquirida con el apoyo de los medios de comunicación opositores al Gobierno y alternativos al kirchnerismo- se multiplica con el mensaje de éxito en la mano.

Es que la empresa canadiense Osisko anunció que cancela sus proyectos luego de la movilización social y esto es leído, directamente, de tres maneras:

1- Un triunfo de quienes se oponen a la megaminería a cielo abierto y el aliento a la extensión de su lucha en todo el territorio nacional.

2- Una admisión de la empresa minera de que no soportaría un control responsable de sus actividades.

3- Un fracaso del sistema de compra de voluntades que las compañías mineras parecían haber aceitado entre los sectores con poder de decisión que luego bajaban el mensaje prominero a las poblaciones como una única salida al callejón cerrado que parecen ser las economías de las regiones andinas.

Por esto, hay mucho en el debate que “minería sí; minería no”, sino que lo que está en juego es “qué tipo de minería es admisible”.

La consecuencia más directa de la resolución del caso Famatina es que las compañías de extracción metalífera internacionales son capaces de resistir las máximas presiones y condicionamientos de la política. Pero no pasa lo mismo cuando el cerco es de carácter multifacético, social y con respaldo mediático.

“Si no hay licencia social para la exploración y desarrollo en todo el área del proyecto Famatina, no habrá trabajo”, dijo la compañía en un comunicado publicado en inglés en su página de internet.

Lo hizo un día después que dos gobernadores decididamente promineros, José Luis Gioja y Luis Beder Herrera se reunieran con el mandatario mendocino, Francisco Pérez, y se negaran a admitir que en el cónclave se habló de minería.

Sin embargo, el Diario de Cuyo de San Juan logró dialogar con el mandatario mendocino y éste repitió una frase casi idéntica a la de la minera: “No hay ánimo social en Mendoza como para que se dé lo de Famatina”, aclarando que estuvo visitando localidades mendocina donde se están llevando a cabo emprendimiento mineros y “encontré una muy buena recepción de los habitantes”.

La oposición local repite el mismo esquema, sin expresarse abiertamente como antiminera: “No están dadas las condiciones sociales para que los mendocinos acepten la actividad minera”, dijo el líder del radicalismo, Alfredo Cornejo, en declaraciones a una radio, en la misma semana de furia en la que las marchas antimineras que unieron a seis localidades de todo el país.

Cuando se discutió el proyecto San Jorge no pasó lo mismo que en Famatina: la localidad de Espalara se vio dividida entre quienes aceptaban la propuesta laboral de la actividad y quienes se oponían al proyecto lisa y llanamente.

Las movilizaciones no fueron contundentes ni lograron la adhesión de un amplio espectro político y social y buscaron su legitimidad en el corte de importantes arterias, logrando llamar la atención.

Pero intimidaron lo suficiente como para que el oficialismo, bajo la instrucción precisa de su por entonces candidato a Gobernador, Pérez, se resistiera a darle discusión a la iniciativa, condenándolo al fracaso. Esa caída de un proyecto que no terminó de ser debatido fue botín de la especulación electoral porque los dos candidatos a gobernador entraron en espiral demagógica para ver cuál de los dos era antiminero.

Hoy podemos decir que quienes sostenían a rajatabla la viabilidad de los proyectos internacionales, desconociendo la crítica social, están dando marcha atrás, acosados por la fuerza adquirida por esa presión.

Gioja se animó a gritar a los cuatro vientos que “San Juan es minera” y hasta se dio el espacio para comparar a los ecologistas con el régimen nazi, lo que le valió una denuncia en el INADI y un rápido recule tras el fuerte rechazo a sus declaraciones.

En La Rioja, Beder Herrera vio por televisión cómo le reprochaban haber pasado de su prédica antiminera en tiempos del gobernador Ángel Maza, a la instigación sin límites a la minería, a como diera lugar a través de un spot televisivo de su gobierno en el que el propio Beder gritaba: “¡La Rioja es minera!”

Las marchas multitudinarias contra la explotación del cerro Famatina pusieron en riesgo, por primera vez, la gobernabilidad de esa provincia. El mandatario buscó refugio en Buenos Aires y lo consiguió: el gobierno nacional respalda la actividad minera desde todos los medios que tiene a su alcance y, de hecho, el secretario de Minería de la Nación es un giojista de la primera hora.

Pero no encontró salida en su propio estado: tuvo que anticiparse al anuncio de Osisko y señalar que se iría, para que la tranquilidad, aunque en medio de lo que ya es un costo político que debe pagar, llegara a su gestión.

Hace unos días analizamos en MDZ que las inversiones mineras marcan a fuego a toda Latinoamérica. No hay ideología en las empresas más que cubrir las necesidades propias y la demanda del mundo actual: las hay de origen norteamericano y asiático, principalmente chinas y también brasileñas.

Ese mapa de Latinoamérica genera el misterio en torno a las posiciones “pro” y “contra”: los gobiernos se muestran abiertamente a favor de la actividad minera, sin límites, y la mayoría de los grupos opositores buscan montarse en la posición contraria (aunque no todos) con tal de adquirir presencia mediática y posibilidades políticas.

En la Argentina, una oposición poco sólida en este y en muchos otros temas más de la agenda nacional (impuesta categóricamente por el oficialismo) buscará meterse en la grieta abierta por el caso Famatina. Y no le faltará respaldo mediático de quienes, junto a los legítimos vecinos que se veían afectados por un proyecto que no se supo autosustentar, son los ganadores de esta disputa.

Lo que está por verse es si el fenómeno alcanza para provocar una situación pendular: de la Argentina prominera a todo lo contrario, con tal de ganar el afecto popular o bien, de no perderlo.

Queda por responder por parte de quienes se expresan con sentido ambientalistas y que se encuentran en los sillones donde se determina el destino de los pueblos, cuál es la alternativa productiva viable para un desarrollo humano y evolutivo. Hasta ahora se han opuesto a la megaminería y han avanzado con esa resistencia en base a la adhesión social. Está llegando el momento de pensar en el futuro, sin megaminería, pero ¿con qué? (MDZ)

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