Las cuentas son claras, “Nadie se aleja de un
negocio cuando le va bien y, tampoco ningún capital deja de acudir
donde observa perspectivas propicias”.
Por: Aldo Norberto Bonaveri
@AldoBonaveri
@PregonAgro
Dios bendijo a Argentina con excepcionales bellezas naturales, algo que
realmente nos enorgullece, pero que no precisamente esta es la máxima
gracia que el creador concedió a nuestro país; un menú de climas
predilectos y, la pródiga fertilidad de la vasta pampa húmeda,
constituyen ventajas comparativas que poseen muy pocas regiones del
planeta.
En las entrañas
de la Cordillera de Los Andes yacen una multiplicidad y cantidad de
minerales, los valles fecundos son escenario de rebosantes viñedos y,
diversos cultivos constituyen la base de economías regionales con alto
potencial. Una amplia gama de especies forrajeras crecen en las
planicies alimentando a una ganadería, donde sobresalen bovinos de
genética superior, de la que surgen las mejores carnes del mundo.
Por
si esto fuera poco, Argentina no está afectada por grandes flagelos de
la humanidad, aquí no existen guerras de etnias, intolerancias
religiosas, problemas raciales o conflictos internacionales. En su
historia solo en efímeras, distantes y contadas ocasiones se verificaron
epidemias. Tampoco existe un déficit en recursos humanos; por el
contrario, nuestro país consagró a 5 Premios Nobel y recientemente 1
pontífice.
Reflexionando
al respecto, bien podemos aseverar que en nuestro país no deberían
existir mayores problemas, no obstante quienes lo habitamos sabemos que
los tenemos en cantidad y gravedad; en gran medida merced a la clase
política que no ha estado a la altura de las circunstancias.
Naturalmente que no todas las desventuras se le pueden adjudicar al
actual gobierno, varios son los que tienen responsabilidades al
respecto; empero también es cierto, que nunca como ahora se han
malogrado tantas oportunidades, ello es así porqué jamás se nos
presentaron tantas ocasiones propicias. Para los países productores de
alimentos a partir del 2002 comenzó a escribirse una historia muy
distinta; independientemente de las oscilaciones propias de los
mercados, estos experimentaron un vuelco significativo que favorecen
nítidamente los términos de intercambio, con porcentuales otrora
inimaginables.
Naturalmente
que tamaña ecuación trajo aparejado crecimiento, eso es indiscutible y
los número están a la vista; claro está que los logros no son tantos ni
tan significativos como lo expresa la presidenta o, quienes propagan el
relato de la “década ganada”. Seguramente que no se puede comparar la
situación actual con el abismo del 2001, las razones apuntadas y el
contexto es muy distinto, al punto que no admite comparación. Pero
también corresponde decir que se han desperdiciado oportunidades en
temas centrales de la macroeconomía, haber descendido varios escalones
en los aspectos institucionales, al tiempo que la corrupción imperante
no tiene precedentes.
Las
imprevisiones y faltas de políticas específicas nos llevaron a que no
podamos salir del laberinto de subsidios, que en 2012 llegaron a la
friolera suma de $ 105.000 millones de pesos; la pérdida del
autoabastecimiento energético es un pecado capital de las
administraciones K; de superavitario pasamos a ser importadores de
fuste, con u$s 10.000 millones de déficit en 2011 y 2012 y, con una
proyección que augura un incremento del 50% más para el año en curso.
El
agro ha sido el gran sostén de la economía argentina en los últimos
diez años, los altos tributos que el campo aportó al erario nacional,
aun a regañadientes fueron absorbidos por la rentabilidad que brindaban
los vientos favorables de las commodities. Las desorbitadas alícuotas de
las retenciones permitieron el abultamiento sideral del gasto público
improductivo, como así también el montaje de una cadena adicta de medios
y pseudos periodistas.
En
lo que va de este año, los desmanejos de la economía están haciendo
estragos. La escasez de dólares, no pudo solucionarse con el cepo, ni
con la limitación de importaciones; la inflación es inmanejable y lo
peor es el encarecimiento de bienes en moneda norteamericana. No hay
respuestas y, como tabla de salvación, apelaron a un blanqueo que tiene
todas las características de “piedra libre” para el ingreso de capitales
de dudosa procedencia.
A
todo esto no hay síntomas de reacción, a la inversa, el tipo de cambio
no refleja la realidad y las actividades productivas dejan de ser
competitivas, por ende el país hoy no es competitivo. Los productos de
las economías regionales no se pueden exportar por la misma causa; en
tanto que pese al repunte del mercado internacional la lechería arrastra
un estancamiento de 12 años; la ganadería está en proceso de regresar
al punto crítico de 2010, que costó 10.000.000 de cabezas al rodeo
nacional; ni hablar del trigo que tuvo la superficie de siembra más baja
en 110 años.
La soja fue
sin duda el baluarte del sector; para muchos era como “una fuente
inagotable”, pero los números de hoy, se han reducido al máximo y, tal
como marchan las variables internas se plantean interrogantes de mal
presagio. Las altas utilidades se han esfumado.
Hay
estudios recientes que demuestran lo exiguo de los márgenes: Estos
demuestran que un emprendimiento de 400 hectáreas sembradas en campo
alquilado con esta oleaginosa, podría arrojar utilidades promedio entre
el 4 y el 5% ….. en PESOS. Lo que corrobora la razón por la que El
Tejar, para citar al más emblemático de los pooles de siembra, pone proa
a países limítrofes. Quienes estamos en el tema sabemos que esa empresa
llegó en su momento de esplendor a cultivar 300.000 hectáreas, pero al
mismo tiempo en la campaña pasada redujo esa superficie en un 35%.
El
alto costo de los arrendamientos y la pesada carga impositiva fueron
soportados, en tanto y en cuanto los precios internacionales no se
licuaban, tal como viene ocurriendo en los últimos ciclos, con la
distorsión del tipo de cambio; pero mientras hoy el productor
descontando el derecho de exportación percibe un dólar de $ 3,40, muchos
de los costos y especialmente los insumos, se moven influidos por el
paralelo.
Por estos días
las grandes empresas agropecuarias mudan sus inversiones al resto de los
países miembros del MERCOSUR, e incluso a Bolivia y, especialmente a
Uruguay, habida cuenta que las reglas de juego son bien distintas y
sobre todo muy previsibles. Allí no hoy retenciones y, el dólar que se
facturan los insumos es el mismo que cobra por la venta de su
producción, y también semejante al que se adquieren las divisas, que por
otra parte son de libre acceso. Por estos días el 40% de las siembras
en Uruguay son realizadas por productores argentinos.
Otro
peso pesado de los grupos de siembra, Los Grobos, ya cultiva más
superficie en Brasil que en Argentina, orientación que el propio titular
de la empresa, Gustavo Grobocopatel admite se irá acrecentando.
Quienes
emigran para incentivar sus programas de siembras saben perfectamente
que el potencial productivo es inferior en un 30 o 35%, respecto a los
rindes en nuestro país, no obstante tal desoptimización se encuentra
largamente compensada por el resto de las variables. Los números son más
que elocuentes, por estos días la tasa de retorno previsible en Uruguay
es entre el 8 y el 10% en dólares, en tanto en Brasil las estimaciones
se ubican entre el 12 y el 15% en la divisa norteamericana
Las cuentas son claras,
“Nadie
se aleja de un negocio cuando le va bien y, tampoco ningún capital deja
de acudir donde observa perspectivas propicias”. Paradojas de un país
excepcionalmente dotado.
FUENTE: http://www.pregonagropecuario.com.ar
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