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sábado, 15 de junio de 2013

Un gobierno cada vez más corrupto e inmoral

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Ayer, nuevamente, quedó demostrado que para este gobierno los laburantes, las personas que no tienen otra posibilidad que recurrir al transporte público, son bichos, individuos a los que no le corresponden ninguno de los derechos humanos con los que se suelen llenar la boca la Presidenta y su séquito de aplaudidores.
Sólo así puede entenderse que el gobierno K haya librado a su propia suerte a las miles de personas que diariamente viajan en tren en la República Argentina. Todos ellas, cada vez que se suben a una de las deterioradas formaciones, que en algunos casos tienen más de 50 años, no saben si van a llegar con vida a su lugar de destino.
Tan poco conmovió a la Presidenta que tres compatriotas que murieron en el choque de Castelar que la primera mandataria no fue capaz de decretar el duelo nacional (pese a que ella misma está de luto desde hace más de dos años por su marido que falleció por causas naturales) y solamente les dedicó una pocas menciones durante el discurso donde volvió a mencionar las mismas mentiras de siempre sobre el inexistente plan de créditos Procrear que ya nadie cree. 
“Siento bronca e impotencia”, fueron las escuetas palabras de la primera mandataria que, tras una década en la cúspide del poder político, habla como si hubiese asumió como Jefa de Estado hace tan solo algunos días.
“Impotencia”, según el diccionario de la Real Academia Española, es “la falta de poder para hacer algo”. De esta forma, según la propia expresión de la Presidenta, los argentinos que viajan en tren –con este gobierno- están condenados a seguir padeciendo las condiciones infrahumanas.
Ahora bien, la Presidenta de “los derechos humanos” no se mostró para nada impotente, en la “ultima década”, para incrementar su patrimonio declarado en un 1000 por ciento, abriéndoles las puertas a sus funcionarios y empresarios amigos a hacer todos tipos de negociados que terminaron saqueando el Estado
Para colmo, en su discurso, la primera mandataria volvió a utilizar la misma frase que uso cuando ocurrió el siniestro de estación Once, en febrero del año pasado: “La vida es así”. Una auténtica caradura.
Otro caradura es el ministro del Interior, Florencio Randazzo, funcionario a cargo del área de transporte, que en un intento de no asumir culpas, fogoneó teorías conspirativas muy poco creíbles, utilizando la palabra “siniestro” que, según la RAE, significa “avieso y malintencionado”.
La realidad el único malintencionado en este asunto es el propio gobierno nacional que siempre privilegió los negociados con los empresarios ferroviarios, que se enriquecieron con los subsidios, a costa de la vida y de la seguridad de los trabajadores, de los estudiantes, de los jubilados y de todas aquellas personas que viajan en este medio de transporte, en peores condiciones que hace cinco décadas. Tanto el choque en estación Once, como el ocurrido ayer en Castelar, fueron siniestros generados por la administración K
Todas las inversiones en materia ferroviarias que anunciaron los funcionarios K en los últimos años y que no se hicieron forman parte del despilfarro histórico que está llevando adelante este gobierno, que no para de robar.
Son miles de millones los que se llevan gastados en financiar a los militantes rentados y a esa infamia que significa Fútbol para Todos, donde el Estado ya desembolsó más de 5000 millones de pesos que terminaron en los bolsillos de los corruptos dirigentes del futbol que existen en nuestro país.
¿Cuántos trenes se podrían haber comprado de no haberse implementado la aberración del “Futbol para Todos”, al que luego se le sumó el Automovilismo para Todos?, ¿Cuántos ramales se hubiesen reactivado?, ¿Cuánta gente hubiese salvado su vida, al haber podido viajar con mínimas condiciones de seguridad? No hay que engañarse. Durante casi una década, nuestro país tuvo un importante crecimiento macroeconómico generado por una situación externa excepcional, que difícilmente pueda volver a repetirse en el corto plazo.  Pero los excedentes que se generaron en esa etapa, como consecuencia de un mundo que demandó como nunca antes los alimentos que se producen en nuestro suelo, solamente se destinaron al clientelismo y a engrosar las arcas de los actores de la megacorrupción.
Varios de los miles de millones de dólares que no se invirtieron en trenes, son los que ahora circulan por los paraísos fiscales, producto de las coimas y de los sobreprecios que se pagaron en la última década. La corrupción no es gratis, la corrupción mata y ayer, lamentablemente, volvió a ponerse de manifiesto.

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