Tras la Masacre de Once, la corrupción, los negociados y la ausencia de un plan ferroviario sigue cobrándose vidas
FRENTE DARÍO
SANTILLÁN
A un año y tres meses de la Masacre de Once, una
formación de la línea Sarmiento chocó contra otra entre las estaciones de Morón
y Castelar, a la altura del cruce de Zapiola.
Hay al menos 3 muertos confirmados y más de 300
heridos, varios de ellos de gravedad.
#Década Ganad@
A pesar de las 52 víctimas que dejó la Masacre de
Once, la infinidad de denuncias realizadas, y la enorme lucha de los familiares
y amigos de los muertos de Once, la situación del transporte público no ha
cambiado. Nuevamente nos encontramos con muertes evitables. Otra vez prima la
irresponsabilidad y las lógicas rapaces de los poderes económicos y políticos
que hacen que los “accidentes” sean cada vez más frecuentes, y que como
variable constante, se jueguen las vidas de los trabajadores que todos los días
usan el transporte público.
Como parte del pueblo trabajador sufrimos a diario
el pésimo servicio, la humillación de viajar como ganado, y los accidentes
-varios de ellos trágicos-, pero esto parece no ser suficiente. La infraestructura
es deficitaria y obsoleta, la insuficiencia en la frecuencia provoca saturación
por la falta de trenes, todo lo cual configura una situación de insalubridad y
precarización laboral que promueven los errores humanos o los defectos
técnicos. Estos hechos, que vienen siendo denunciados sistemáticamente por los
trabajadores del Sarmiento y organizaciones políticas y sociales, han sido
siempre desoídos. Se viaja en pésimas condiciones y con una amenaza permanente
que hoy, trágicamente pero de manera anunciada, se ha concretado llevándose más
vidas.
Acá no hay medias tintas: la responsabilidad es
política. Las políticas ferroviarias del kirchnerismo son limitadas, parciales,
y no se corren ni un centímetro de la lógica privatista que sólo garantiza
enormes negociados para unos pocos, mientras se cobra la vida del pueblo
trabajador. La Secretaría de Transporte siempre fue una caja oscura. Por allí
pasaron Jaime y Schiavi, ambos funcionarios sospechados por el desvío de fondos
y enriquecimiento. La Masacre de Once forzó al recambio del Secretario de
Transporte de entonces y el pase de la competencia al Ministerio del Interior,
con Florencio Randazzo a la cabeza. El nombramiento de Alejandro Ramos fue un
cambio de figuritas para que nada cambie.
Rechazamos, en este sentido, el intento de hacer
pasar sus responsabilidades políticas como culpas individuales de los
trabajadores de la línea Sarmiento que, a diario, se enfrentan con el pésimo
estado de las formaciones y la inseguridad de sus condiciones de trabajo y de
vida. No nos encontramos ante errores humanos sino ante fallas estructurales
que devienen de una política de abandono y entrega del sistema público de
ferrocarril. Y mientras la justicia hace la vista gorda de esto, investiga a
los trabajadores que conducían las formaciones, deteniéndolos y dejándolos
incomunicados.
Este nuevo hecho, estas nuevas muertes, dejan en
evidencia que un cambio estructural del sistema ferroviario, no va a llegar
desde los discursos y promesas de los gobernantes ni de las empresas.
¿Cómo llegamos a esta situación?
La desastrosa situación en que se encuentra el
sistema ferroviario es el resultado de décadas de vaciamiento y destrucción del
transporte público, iniciado durante el gobierno de Frondizi, profundizado
durante la última dictadura cívico-militar, y liquidado durante el menemismo,
con el abandono de 30 mil kilómetros de vías y la consiguiente pérdida de 300
mil puestos de trabajo. En más de diez años de gobierno, el kirchnerismo nunca
rompió con esta lógica que había transformado el derecho al transporte en un
negocio para pocos. Por el contrario, la profundizó, maquillando los enormes
negociados público-privados con una política de subsidios que, si bien en algún
momento garantizó "planchar" las tarifas, también engordó los
bolsillos de los grupos económicos beneficiados con las concesiones como Roggio
y Cirigliano. Grandes empresas que, lejos de invertir en el mantenimiento de
las formaciones y estructuras, usaron el dinero de la caja negra de los
subsidios para ampliar sus negocios personales. Todo esto con la complicidad un
gobierno que funciono más como "socio" que como "contralor"
de los contratos, en connivencia con una burocracia sindical-empresaria, que al
mismo tiempo que buscó acallar las voces de los laburantes que denunciaban la
situación de quiebra de los ferrocarriles y la situación de precarización
laboral de los trabajadores ferroviarios (muchos de los cuales se encuentran
tercerizados en cooperativas que manejan los propios sindicatos), fue y es
socio de los intereses políticos y empresarios que están detrás del negocio de
los ferrocarriles. Negocios que, como dijimos, avala y cogestiona, situación
que quedó en evidencia con el asesinato de Mariano Ferreyra y la sentencia a
Pedraza y su séquito de burócratas entreguistas, traidores y asesinos.
Este lamentable estado de situación y las reiteradas
“tragedias” ferroviarias reflejan un enorme desprecio hacia el pueblo
trabajador, que es quien utiliza este medio de transporte estratégico y
fundamental, viajando en pésimas condiciones de seguridad y comodidad.
Situación que no se modifica con promesas y anuncios grandilocuentes -que ya
nadie cree-, como el que realizara en enero de este año el Ministro del
Interior y Transporte y ex funcionario duhaldista, Florencio Randazzo, cuando
sostuvo que “en los próximos 60 días, con seguridad (…) se va a notar una
verdadera revolución en los trenes”, armar operetas de prensa denunciando
delirantes conspiraciones o delegando la responsabilidad en los trabajadores
que sufren el estado calamitoso del sistema y la precarización laboral, pintar
un par de vagones viejos y poner algunos plasmas, o la recisión de alguna
concesión y el anuncio de falsas estatizaciones (con gerenciamiento y socios
privados), como las realizadas en el Belgrano, o el mismo Sarmiento con el pase
de TBA a la UGOMS (Unión de Gestión Operativa del Sarmiento y Mitre, sociedad
formada por el Estado y los concesionarios del Belgrano Norte y Urquiza). El
autismo y la soberbia, que se expresan en declaraciones como las que realizara
hace unos pocos días el Jefe de Gabinete Abal Medina cuando sostuvo que
"no escondemos fracasos del presente porque no tenemos fracasos",
tampoco son buenos consejeros.
Para que estas “tragedias” anunciadas no se repitan
más, resulta necesario y urgente avanzar hacia una reestatización real y
completa del sistema ferroviario nacional, tanto de pasajeros como de carga,
poniéndolo bajo control de los trabajadores y el pueblo, rescindiendo todas las
concesiones privadas e investigando el destino de los millonarios subsidios
entregados por el Estado (con el consiguiente castigo para todos los
responsables, sean empresarios, sindicalistas o políticos), así como las
vergonzosas compras de trenes usados de España y Portugal, que nunca funcionaron,
pero que resultaron muy redituables para algunos vivos que se llevaron su
parte, o las recientes compras millonarias a China, que nadie sabe qué se
compró ni de qué calidad. Debemos avanzar en la confección de un plan
ferroviario integral a corto, mediano y largo plazo que reactive los ramales
desmantelados por décadas de entrega y saqueo de vías, vagones, locomotoras,
talleres, estaciones, terrenos, máquinas y herramientas, y garantizando
condiciones de seguridad para los pasajeros y un servicio económico y de
calidad.
Ante un nuevo golpe al pueblo trabajador, expresamos
nuestro pesar por los fallecidos y heridos, y toda nuestra solidaridad con sus
familias, con quienes compartimos la rabia e impotencia que genera saber con
toda claridad que éstas eran muertes evitables, consecuencia de la desidia, la
irresponsabilidad y las lógicas rapaces del poder económico y político, y
exigimos:
Esclarecimiento de los hechos, castigo a los
responsables políticos, sindicales y empresarios, y asistencia integral a las
víctimas y sus familiares.
Rescisión inmediata de todas las concesiones
privadas y estatización de todos los servicios de pasajeros y cargas bajo
control de los trabajadores y el pueblo.
Investigación del destino de los millonarios
subsidios entregados por el Estado a las concesionarias privadas. Informes
públicos del estado de vías y trenes.
Reactivación de los ramales paralizados y
desmantelados por décadas de entrega y saqueo, garantizando condiciones de
seguridad para los pasajeros y un servicio económico y de calidad.
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